Finalmente, tal como se preveía, la irrupción de Javier Milei en la política vernácula trajo aparejada la reconfiguración del mapa político nacional, hoy profundamente fragmentado, resultando afectadas todas las estructuras partidarias, desde las más tradicionales, como el radicalismo y el peronismo, hasta las más jóvenes y de reciente aparición, como la Coalición Cívica y el PRO. Todos los espacios políticos, en mayor o menor medida, están experimentando el cimbronazo que representó la llegada al poder del líder libertario.
En este contexto, la semana pasada el bloque de diputados nacionales de la UCR terminó por fracturarse: los 12 legisladores que responden a Facundo Manes y Martín Lousteau dejaron el bloque, después de que Rodrigo de Loredo se negara a expulsar a los cinco radicales libertarios, y decidieron conformar un nuevo bloque parlamentario bajo el nombre Democracia para siempre.
El propio De Loredo, como jefe de la bancada, había hecho todo lo posible para desactivar el reclamo de expulsión que le hicieron llegar los sectores de Manes y Lousteau. Para ello, aceptó la propuesta de Julio Cobos y Mario Barletta, a fin de que los cincos diputados que habían dado vuelta su voto para apoyar los vetos de Milei en contra de leyes tan sensibles como la que fijaba la actualización de las jubilaciones y la que aseguraba un mayor financiamiento para las universidades nacionales firmaran un compromiso por el cual, de ahora en más, iban a aceptar las decisiones del bloque y votar lo que resolviera la mayoría. Era esta, en principio, una garantía de que no habría más fisuras en el bloque radical, integrado hasta ese momento por 33 representantes.
Los cinco diputados díscolos se mostraron dispuestos incluso a firmar dicho compromiso siempre que las iniciativas parlamentarias “no pusieran en riesgo el equilibrio fiscal”. Con este condicionamiento quedaba suficientemente claro que ese grupo de radicales (entre ellos el cordobés Luis Picat) seguiría votando junto con los libertarios, aunque todos fingirían que se habría llegado a una solución consensuada.
El martes de la semana pasada se llevó a cabo una reunión de bloque con la idea de que se formalizara el acta compromiso. Los diputados afines a Manes y Lousteau no concurrieron. Primero querían comprobar cuántos firmaban el acuerdo motorizado por De Loredo y compañía. Pero la reunión terminó y ninguno de los cinco “radicales con peluca” había firmado nada. En cambio, a último momento se decidió conformar una “mesa de diálogo” con el sector de Manes y Lousteau para evitar la ruptura del bloque. Esta era la carta que De Loredo se había guardado en la manga.
Ambos grupos intercambiaron comunicaciones en un clima crecientemente tenso y acordaron mantener un encuentro el miércoles al mediodía. Sería el estreno de la flamante “mesa de diálogo”. Ante el nuevo escenario, a última hora del martes los diputados rebeldes dejaron trascender una serie de condiciones, básicamente dos: la expulsión de los radicales libertarios y la reorganización del bloque, lo que implicaba volver a discutir los lugares asignados en la distintas comisiones.
La falta de entendimiento llegó a tal extremo que ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en el lugar donde debía realizarse la reunión. De Loredo propuso su despacho, pero Cobos y Barletta no aceptaron. Entonces, quedaron en juntarse en el quinto piso del Anexo de Diputados, lo que no convenció a De Loredo, que directamente no asistió. En su reemplazo fue Karina Banfi. A su vez, por el sector de Manes concurrió Jorge Rizzoti y por el de Lousteau estuvo presente Danya Tavela.
A la hora señalada, comenzó la reunión con un fuerte cruce de reproches entre los dos sectores. Nada diferente a lo ocurrido en otras ocasiones, sólo que esta vez todo pareció naufragar desde el inicio. De hecho, el encuentro fue tan breve que media hora después ya se estaba anunciando el fracaso de la conciliación. Fueron las negociaciones más cortas de la historia: fracasaron antes de comenzar.
Al abrir el encuentro la diputada mendocina Pamela Verasay (que al igual que Banfi responde a De Loredo) tomó la palabra y dijo que no estaba en discusión la actitud de los diputados radicales que habían concurrido a Olivos y a la Casa Rosada por expresa invitación presidencial, lo que desató la inmediata y airada reacción de los rebeldes, que incluyó gritos e insultos, según refirieron algunos de los concurrentes. Ante esto, Barletta y Cobos manifestaron que los “estaban usando” por cuanto era evidente que no iba a haber ningún diálogo serio para resolver los problemas del bloque. Finalmente, la reunión fue abortada de manera abrupta y sin que se adoptase ninguna resolución. Más que una mesa de diálogo aquella fue una mesa carente de todo diálogo.
Por cierto, la situación ya era insostenible desde antes dentro del bloque radical en la cámara Baja. Sólo restaba que se formalizara la fractura. En total, fueron 12 los diputados que decidieron alejarse del bloque ante la falta de sanciones para con los díscolos, que dejaron expuesto al partido ante la sociedad por su posición contradictoria en lo que respecta al aumento de las jubilaciones y al financiamiento de las universidades públicas. Ellos son: Facundo Manes; Fernando Carvajal; Pablo Juliano; Carla Carrizo; Mariela Coletta; Manuel Aguirre; Marcela Antola; Marcela Coli; Melina Giorgi; Juan Carlos Polini; Jorge Rizzoti y Danya Tavela. Es decir, todo el sector de Manes-Lousteau. En tanto, De Loredo continuará al frente del “sector acuerdista”, más cercano al Gobierno, que a partir de ahora contará con 21 diputados.
Abandonando sus principios y banderas fundacionales, los dirigentes radicales han decidido traicionar una vez más el legado político de Leandro N. Alem, y no sólo se rompen sino que también se doblan, y de tanto doblarse terminan fracturándose, una y otra vez, como si fuese el jalón ineludible de un destino trágico. Resta saber, en definitiva, si esta nueva división interna marcará el inicio de una etapa de refundación, de reencuentro con la propia identidad partidaria, o si, por el contrario, será el capítulo que señale el final de la extensa vida de la Unión Cívica Radical como partido político con proyección nacional.