Las aperturas del Congreso

Por Javier Giletta

Las aperturas del Congreso

El 1 de marzo es el día previsto por la Constitución para que se lleve a cabo la apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación. Como se sabe, quien debe realizar la apertura es el presidente de la República (art. 99, inc. 8, CN). Ese año se cumplió el centésimo quincuagésimo acto de apertura desde que entrara en vigencia la Constitución, sancionada en Santa Fe el 1 de mayo de 1853.

El primer acto fue encabezado por Justo José de Urquiza, en 1854. A las seis aperturas protagonizadas por el general entrerriano, entre ese año y 1859, le sucedieron las dos efectuadas por Santiago Derqui, durante su trunca gestión de gobierno, entre 1860 y 1861. En aquel tiempo, a causa de la separación de la provincia de Buenos Aires de la Confederación Argentina, Urquiza se había visto obligado a trasladar la capital a Entre Ríos, que era la provincia que había gobernado hasta convertirse en el primer presidente de la Confederación. De este modo, la ciudad de Paraná hizo las veces de Capital Provisoria de la Nación, hasta que se precipitó la renuncia del cordobés Derqui (5 de noviembre de 1861). Allí tenían su sede las autoridades confederadas constituidas (Ejecutivo y Legislativo); por eso las primeras ocho aperturas de sesiones se realizaron en Paraná.

Después de la reforma constitucional de 1860, que posibilitó la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación, ya con la suerte de Santiago Derqui sellada en la batalla de Pavón (17 de septiembre de 1861), el porteño Bartolomé Mitre se hizo cargo del gobierno y ordenó el inmediato traslado de la capital a Buenos Aires (ratificado en 1880 por el Congreso, Ley 1029). Por ello, esa “otra” primera apertura de sesiones ordinarias fue la de Mitre en el edificio donde funcionaba la Sala de Representantes bonaerense (Perú al 272, en la Manzana de las Luces). Aquella histórica jornada del 25 de mayo de 1862 Mitre habló ante 24 senadores y apenas 15 diputados nacionales.

Fue el propio Mitre el que ordenó construir otro edificio para el Poder Legislativo: la nueva sede estaba emplazada en las actuales calles Balcarce e Irigoyen (esquina que hoy ocupa la Academia Nacional de Historia). La inauguración se llevó a cabo el 12 de mayo de 1864, y allí funcionó el Parlamento hasta 1906 (34 aperturas de sesiones ordinarias).

El actual edificio del Congreso tiene más de 100 años, fue obra del arquitecto Vittorio Meano, inaugurado en 1906 durante la presidencia del cordobés José Figueroa Alcorta. El mismo arquitecto piamontés (muerto en Buenos Aires en 1904 en trágicas circunstancias) fue responsable también de la construcción del Palacio legislativo en Uruguay.

El presidente que mayor cantidad de veces encabezó el acto de apertura de las sesiones ordinarias fue Julio A. Roca (12, en sus dos mandatos, 1880-1886 y 1898-1904). Lo siguen de cerca Juan Domingo Perón, que estuvo presente en el recinto en 11 aperturas; y Carlos Menem en 10 (1989-1999); más atrás aparecen Hipólito Yrigoyen y Cristina Fernández, con 8. El caso del líder radical es curioso: jamás asistió personalmente al Congreso; se limitaba a enviar su discurso por escrito. Tampoco pudieron asistir, por diversos motivos, Bartolomé Mitre en 1866, Roque Sáenz Peña en 1914, Marcelino Ortiz en 1939 y Santiago Castillo en los años 1941 y 1942.

Por otra parte, hubo dos presidentes que hicieron una sola apertura: Manuel Quintana (1905); y Héctor Cámpora (1973). A su vez, hubo otros dos que nunca tuvieron la oportunidad de abrir las sesiones ordinarias, debido al acotado lapso de tiempo que permanecieron en sus cargos. Fue el caso de los peronistas Raúl Lastiri y Adolfo Rodríguez Saa. Hasta 1869, año en el cual Domingo F. Sarmiento inauguró la costumbre de leer un discurso ante la Asamblea legislativa, los mandatarios sólo dirigían unas breves palabras, en tanto que la lectura formal del documento era tarea reservada al vicepresidente. El gran sanjuanino estilaba, además, realizar un acto de clausura de las sesiones ordinarias (no previsto en la CN). Esta modalidad no fue adoptada por los presidentes siguientes.

Entre 1853 y 1994, el período de sesiones ordinarias se extendía durante cinco meses, entre el 1 de mayo y el 30 de septiembre. Con el paso del tiempo, se advirtió la necesidad de ampliar ese lapso, a partir de la reforma de 1994 las sesiones ordinarias se inician el 1 de marzo y culminan el 30 de noviembre. Debe recordarse que, durante el transcurso del siglo XX y a causa de los distintos golpes de Estado cívico-militares, hubo años en los que no se pudo concretar la apertura de las sesiones ordinarias. Fueron 20 en total (1930, 1931, 1944, 1945, 1956, 1957, 1962, 1967, 1968, 1969, 1970, 1971, 1972, y de 1976 a 1982). En aquellos años, el Congreso fue disuelto “de facto”, y los militares asumieron directamente las facultades legislativas sin tener ninguna representación legítima.

A 40 años de la recuperación de la Democracia, es necesario tener presente que el Congreso de la Nación es el ámbito institucional donde está representada la totalidad de la voluntad popular. En su seno deberían escucharse todas las voces y estar reflejadas las diversas tendencias políticas e ideológicas que encontramos en la sociedad. El Parlamento argentino no puede ser considerado “un nido de ratas”, como la desafortunada expresión del presidente Milei, porque es el reflejo mismo de la pluralidad democrática y un pilar fundamental del sistema republicano de gobierno. Su correcto funcionamiento resulta indispensable como contrapeso del poder, y su desvalorización no hace más que remitirnos a los oscuros años de las dictaduras, un triste capítulo de la historia que los argentinos no podemos volver a repetir.

A Javier Milei le demandó poco más de una hora leer su discurso ante los miembros de ambas cámaras reunidas en Asamblea legislativa. Lo hizo a la noche, en tono de campaña y desde un atril, contrariando todos los usos y prácticas parlamentarias, y de esta forma quedó inaugurado el 150° período ordinario de sesiones, que promete ser por demás agitado y, seguramente, dejará mucha tela para cortar.

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