Libertades y redes sociales

Por Eduardo Ingaramo

Libertades y redes sociales

Ser libre requiere (toda la) información, discernimiento y capacidad real de decidir. Los liberales históricos siempre lo supieron y propusieron las leyes antimonopolio y los Derechos Humanos de primera (enunciativos e individuales), segunda generación (sociales), y aún falta que se puedan hacerse efectivos los de tercera generación como el acceso a la información y a la privacidad.

Los líderes “libertarios” actuales se caracterizan por un uso intensivo de las redes sociales con fuerte exposición en medios opositores, que los promueven, y algunos oficialistas que pretenden descalificarlos.

Las redes sociales, vienen siendo muy cuestionadas por el uso abusivo de su posición dominante, por su elusión impositiva en guaridas fiscales –de los mismos países que los cuestionan- y jurisdicciones de baja tributación, por privilegiar su utilidad por sobre el derecho a la privacidad de sus usuarios, y por aplicar algoritmos con criterios de priorización y censura, por lo que han recibido importantes multas en Europa y están bajo investigación en el Congreso de EE.UU.

Ellas –Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (GAFAM)- aún se resisten a dividirse en empresas independientes entre sí, lo que les impediría utilizar nuestros datos en todas ellas. Tal como ocurrió en 1984 con la telefónica AT&T que fue dividida en 7 operadoras regionales.

Por el contrario, los cuestionamientos a empresas líderes en producción de bienes se refieren a aspectos ambientales, afectación de la salud pública y problemas financieros de algunas de sus divisiones corporativas, están produciendo su división –General Electric, Toshiba, Johnson & Johnson- revirtiendo así los procesos de concentración de la década de los 90.

Algunas de sus pares de China –Alibabá, Tencent-WeChat, Didí- han sufrido restricciones que limitaron su dominio del financiamiento corporativo (Alibabá), el uso de datos personales (Tencent-WeChat) y su acceso a sistemas logísticos (Didí) que sean dominantes en sus mercados.

Otras redes chinas –educativas, de juegos en línea- han sido obligadas a restringir el uso que hacen de ellas los menores, y las plataformas educativas fueron reglamentadas para evitar ofertas agresivas, engañosas o antiéticas.
En el ámbito multinacional, la OCDE (1961), creada para promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas y de los países, y ayudar a mejorar la regulación y el gobierno más eficaz en todos los niveles políticos, sociales, económicos y de los negocios por lo cual impulsa, leyes y políticas gubernamentales sobre competitividad, y fomenta a los gobernantes a enfrentar prácticas y regulaciones anti-competitivas.

En las décadas de los 70-80 –en la previa de las décadas neoliberales- era común que algunos de los principales autores del marketing y estrategias de gestión publicaran libros sobre “anti marketing” o protección ante las restricciones de las autoridades de regulación de la competencia, que dificultaban la concentración de mercados, pero luego todo eso se olvidó.

Así, la OMC (1995), la adalid del libre comercio global tiene como principios: Un comercio sin discriminaciones, comercio más libre, previsibilidad, fomento de la competencia leal, y promoción del desarrollo y la reforma económica. Varios de los cuales las grandes redes no cumplen ni siquiera entre sí.

El G20, un grupo de 20 países que reúnen el 85% del PBI mundial, ha acordado (en 2021, aplicable desde 2030) un impuesto mínimo común global del 15% a las empresas trasnacionales que facturen más de 750 millones de euros, para ser aplicado a los países en los que desarrollan sus actividades, e impedir así su elusión en países con baja tributación.

Todas ellas crean empresas en guaridas fiscales, de baja tributación o de escasa o nula transparencia, con la aquiescencia de los países centrales, que, así como el tero, vociferan por la evasión fiscal desde sus Estados, pero ponen los huevos en ellas, donde los evitan.

Por eso, ante la evidencia del cinismo que exhiben sin tapujos, debieron acordar un impuesto global, luego de disminuirlo del 25% reclamado al 15% propuesto desde el G20 y la OCDE.

Con esas ventajas –concentración por la quiebra o compra de sus competidores, baja o nula tributación-, acceden a nuestra información que ni nosotros mismos recordamos. Perfilan nuestros comportamientos al punto que podrían acceder a nuestro inconsciente que se revela en lo que hacemos en ellas, sin que nos demos cuenta.

Así venden directamente –facilitando partes de sus bases de datos como con Cambridge Analitics, que tuvo influencia determinante en las elecciones de 2015 en Argentina y 2016 en EEUU-, o indirectamente a través de la venta de publicidad micro segmentada, que hoy representa hasta el 83% de sus ingresos netos, con lo que pueden ofrecernos servicios “gratuitos” a cambio de privarnos de nuestros derechos. Ni hablar que, sin regulación estatal, pueden con sus algoritmos priorizar lo que les conviene, e invisibilizar o censurar contenidos.

Las nuevas tecnologías –G5, computación cuántica- podrán permitirles manipularnos mucho más de lo que lo hacen ahora, al ampliar exponencialmente la captación de nuestros datos y su procesamiento.

Quien piense que en las redes es libre, es porque desconoce la acotada racionalidad de nuestras decisiones, la facilidad con las que se manipulan las emociones y el poder de esas empresas para imponer leyes que regulan el comportamiento en sociedad, y así nos va.

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