Llega la noche. Hay que dormir y, sin embargo, nos ponemos a scrollear en redes hasta que algún meme o un reel nos hace sonreír. Puede ser cualquier cosa: fragmentos de un monólogo de stand-up, una cámara oculta, el rostro desencajado de una mascota en una situación inusual, alguien que se cae o que se equivoca. Semejante descubrimiento debe ser compartido, así que pronto se lo enviamos a nuestros amigos y reposteamos el contenido en una historia volátil, que dura veinticuatro horas antes de desaparecer.
Nos reímos, sí, pero el resto de nuestros contactos … ¿se reirá?
Adrián Lakerman, guionista y comediante, que interpreta al personaje de Fermín en la serie “Envidiosa” y es colaborador en distintos canales de streeming; explora en Cómo pisar una cáscara de banana las distintas manifestaciones del humor en el arte y la cultura. El libro continúa y profundiza ciertas preocupaciones en relación a los mecanismos de la risa que pueden escucharse en el podcast “Comedia”, un programa de entrevistas en el que el autor dialoga con referentes en la materia, una serie heterogénea de cultores del humor que va desde Miguel del Sel a Maitena, desde Fátima Flores a Alejandro Dolina.
Ironía, parodia, grotesco, estereotipos, absurdo, tabúes. Sin reducir el asunto a una definición ni un conjunto de técnicas para iniciarnos en la carrera de comediante, Lakerman presenta los procedimientos empleados a lo largo del tiempo con el objetivo de hacer reír. Al mismo tiempo, revela otros propósitos inscriptos en el acto humorístico. Porque lo cómico no es un mero entretenimiento en tanto revela aspectos de la realidad en la que estamos inmersos y, sin embargo, no vemos.
“El humor tiene la gran virtud de poder mostrar algo que todos sabemos, pero nadie destaca” expresa al hablar de la lógica del sketch. A su vez, cuando se realiza en clave política, permite deshacer la solemnidad, faltarle el respeto a quienes detentan el poder, ejercer una forma de resistencia.
El libro dedica un capítulo entero a analizar el lazo indisociable entre humor y política en la historia argentina. Recupera las coplas satíricas dedicadas al Virrey Sobremonte, con motivo de su huída a Córdoba en 1806 y desde ese momento ‘fundacional’ pasa revista por cada una de las icónicas publicaciones en las que el chiste, como forma punzante de crítica, tuvo como protagonistas a los principales actores políticos de cada época.
Pero así como cambia la realidad, el humor también cambia. Lo que antes causaba gracia, aunque emplee una misma fórmula, ya no es gracioso. Aplica al humor político, al escatológico, al picaresco.

Para mostrar las transformaciones de lo cómico, desde sus orígenes en la Grecia clásica, el libro brinda ejemplos notables de la cultura popular que, articulados con referencias teóricas y filosóficas, amenizan la lectura. Hasta Borges aparece citado en un par de poemas nada sutiles en su obscenidad.
En numerosos pasajes del libro, Lakerman reflexiona acerca de la corrección política y se pregunta por las fronteras que, dibujadas sobre el imaginario social, delimitan hasta dónde es aceptable tratar un determinado tema en clave cómica. A diferencia de lo que ocurre en otras expresiones artísticas, al humor se exige la prudencia, cautela.
“Un chiste sobre una enfermedad terminal, aunque sea dentro de un contexto humorístico, se suele cuestionar. Sin embargo, si el tema está en una obra trágica o dramática, no solo no hace ruido: es el quid de la cuestión.”
El tema es espinoso y el autor parece saberlo. Por eso, presenta distintas perspectivas que, en lugar de resolver el conflicto, abren la discusión y e invitan a pensar de qué nos reímos o, en todo caso, de qué nos permitimos reír.
Otro aspecto significativo del libro es el nutrido anecdotario que acompaña cada capítulo. Las historias que tienen como protagonista a Emilio Disi y Alberto Olmedo dan cuenta de personalidades interesantes, dotadas de una mirada singular sobre el mundo, graciosos hasta límites intolerables.
El relato de fallida broma sobre la muerte de uno de ellos, en el marco de la última dictadura militar, es estremecedora. Porque el humor depende de su contexto. No saberlo es, siempre, peligroso, se trate del capocómico más importante de la época o de un comediante emergente que postea algo en X.
Cabe destacar que en este libro confluyen otras voces del humor, desde Pedro Saborido (que escribe el prólogo) hasta Rep, La Cope y Liniers, entre otros y otras historietistas que ilustran cada capítulo. Con una redacción clara y una mirada profunda, Lakerman consigue en Cómo pisar una cáscara de banana dar cuenta de sus indagaciones en torno a lo cómico, al tiempo que promueve la risa en tiempos en los que se hace muy necesaria.