Las Paso definieron los candidatos, y la sorpresa la dio Milei, que venía siendo noticia por sus propuestas extremadamente audaces, de imposible cumplimiento, fuera de las competencias presidenciales o nacionales y contradictorias con los principios liberales. Sin embargo, ante el hastío producido por el fracaso de los dos últimos gobiernos y la exclusión de los derechos –laborales, sociales y económicos- de amplios sectores, muchos optaron por elegir por lo nuevo y desconocido.
La estampida –del tipo de cambio y los precios- surgida era previsible con cualquier resultado, y mucho más con el obtenido, a la que se sucede una aceleración de la campaña de Milei y la incomprensión de las otras dos alternativas sobre el comportamiento electoral y su falta de reacción inmediata.
Por lo que es necesario hacer, al menos, dos análisis. Uno que incluye comparar sus dichos con sus alternativas más audaces. Otro, que plantee propuestas desde su oposición (Massa y Bullrich) que entusiasmen a los votantes que huyeron de ellos.
Eliminar el Banco Central, dolarizar la economía (o su versión actualizada respecto de la libertad de elegir la moneda en la que se realizan los contratos) es la más viable legislativamente, en la medida que el actual Código Civil y Comercial Unificado establece en sus artículos 765 y 766 que en el caso de obligaciones que no sean en moneda de curso legal, pueden saldarse en moneda local al tipo de cambio oficial. Pero Juntos por el Cambio presentó una propuesta de modificación para que se consideren como cosas y deban ser saldadas en la moneda del contrato, por lo que no habría inconvenientes para que eso pueda ser aprobado legislativamente.
La venta de órganos humanos; la libre portación de armas; la interrupción voluntaria del embarazo; su rechazo a la ley de detección de cardiopatías congénitas en bebés (porque implica “más costos”); son leyes aprobadas y no existe consenso en las otras fuerzas para modificarlas, e inclusive se han expresado muchas dudas hacia dentro de los legisladores elegibles de la propia fuerza de Milei.
Su propuesta genérica de eliminar la justicia social, basada en su negativa a aceptar que “donde hay una necesidad, nace un derecho” es demasiado imprecisa como para evaluar su viabilidad, pero no es difícil pensar que ningún político “políticamente correcto” la avalaría.
La posibilidad de legalizar el consumo de drogas “siempre que no implique gastos al Estado” es un tema de debate en muchas fuerzas políticas, que, de todas maneras, la imaginan muy regulada y con presupuestos asignados a la prevención, regulación y recuperación de los adictos.
Su afirmación respecto a que el Estado “es tu enemigo, que te roba con impuestos e inflación” (lo que lo lleva a proponer la eliminación de ministerios, que reduciría a ocho) puede ser ejecutada con un simple decreto de necesidad y urgencia al día siguiente de su asunción, aunque luego deberá discutir los presupuestos asignados, que es lo esencial de la acción de gobierno. Aunque dispondría de la herramienta del veto a lo que no considere necesario.
Eso puede incluir los presupuestos de salud preventiva –epidemias, educación sexual integral, vacunaciones-, los tratamientos de alta complejidad y enfermedades catastróficas, etc. Su propuesta de “voucher educativo” es inaplicable a la educación primaria y secundaria, que son competencias provinciales (salvo por los fondos nacionales que garantizan un salario docente mínimo), aunque las puede aplicar a la educación universitaria, que es nacional, de gestión pública y privada. Estudios recientes indican que debería complementarse con dos millones anuales por estudiante a los costos actuales.
De igual modo, es posible que su propuesta de “gestión privada de la salud pública” y subsidio a los pacientes, deberá compatibilizarse con los sistemas prepagos, obras sociales sindicales y hospitales públicos provinciales y municipales, aunque en los hospitales nacionales sea aplicable (entre los que se incluye el Garraham, Posadas, Universitarios, El Cruce y varias decenas más). Lo que, si no fuera compatibilizado con los demás prestadores y financiadores, pondría en crisis todo el sistema.
Otras propuestas apenas esbozadas por Milei, como desarmar la deuda en Leliq en pesos del Banco Central, que así capta los depósitos en Plazo Fijo, implicaría obtener 45.000 millones de dólares, o una apropiación gigantesca de esos depósitos en pesos. Aunque eso será un problema para cualquiera que asuma el próximo gobierno.
Respecto de las propuestas de UP y JxC, pueden incluir habilitar el blanqueo que rechaza JxC –habilitaría que EEUU informe los argentinos con bienes allí-; la reforma de las nuevas contrataciones para PyMEs, que facilite su contratación o blanqueo inmediato; o un aumento generalizado de salarios –que la CGT, CTA y otros núcleos sindicales ya no resisten- y su extensión a los haberes jubilatorios, más allá del aumento de la ayuda alimentaria, AUH y salario mínimo.
¿Será suficiente mostrar las consecuencias negativas de sus propuestas? ¿Lo será aumentar ahora las propuestas más audaces? ¿Podrá el miedo tener un efecto que disminuya las posibilidades de Milei? ¿No será tarde? De cualquier manera, en esta situación lo peor es no hacer nada.