La diferencia entre los dos países que se asientan en la caribeña isla de La Española –donde Colón estableció el primer asentamiento europeo en el Nuevo Mundo– no puede ser más pronunciada. La frontera de 376 kilómetros entre la República Dominicana y Haití separa una de las economías más boyantes de las Américas de la más pobre del hemisferio occidental; una esperanza de vida de 74 años de una de 63; y una república funcional y políticamente estable de un Estado fallido que desde 2021 se encuentra sumergido en el caos, sin presidente ni parlamento electos y en manos de bandas y de facto, en guerra civil.
La diferencia cósmica entre ambos países tiene sus orígenes en las diferentes experiencias coloniales del pasado. En 1697, La Española quedó oficialmente partida entre la colonia francesa de Saint-Domingue, en el tercio oriental de la isla, y la española de Santo Domingo, que ocupaba el resto hacia al oeste. Mientras que en la colonia española se favoreció el mestizaje racial, el desarrollo socioeconómico de la población y el institucional de la sociedad, el Saint-Domingue francés padeció un siglo de abrasiva explotación económica a manos de las élites blancas francesas.
El comercio de azúcar trabajado con mano de obra negra (aproximadamente 820.000 esclavos fueron traídos desde África durante el mandato francés) convirtió a Saint-Domingue en una de las colonias más ricas del mundo, si bien la realidad dentro de la isla tenía poco que ver con esa prosperidad. La brutalidad francesa mantenía la disidencia a raya y los programas de agricultura intensiva acabaron por destruir la calidad de la tierra. El país del azúcar se convirtió en un páramo de tierra quemada y para cuando Saint-Domingue obtuvo su independencia a comienzos del siglo XIX, su prosperidad se había volatizado.
Por inspiración de los ideales de la Revolución francesa (y el empuje de una masiva revuelta esclava en 1790), los haitianos lucharon por su independencia entre 1791 y 1804, en una sangrienta guerra contra los franceses. La emancipación, sin embargo, no alumbró un futuro brillante. La república revolucionaria de antiguos esclavos fue puesta en cuarentena por sus vecinos, que temían el contagio revolucionario al resto del Caribe y la América continental. Francia, además, impuso onerosas reparaciones a cambio de reconocer la independencia de su excolonia, reparaciones que el gobierno de Haití continuó pagando hasta 1927 y que lastraron terriblemente su economía. Del mismo modo, la falta de instituciones y de tradición política favoreció que el poder cayera en manos de caudillos, dictadores y señores de la guerra.
Las relaciones entre Haití y República Dominicana se perturbaron más durante estos mismos años en los que cada uno buscaba librarse del influjo colonial europeo. Poco después de independizarse de España en 1821 con el nombre de «Haití Español», el oeste de La Española fue invadido por los haitianos que buscaban la unificación de la isla bajo un gobierno revolucionario negro. El español fue prohibido como lengua, algunas prácticas del catolicismo mayoritario perseguidas, y los dominicanos obligados a contribuir en el pago de las reparaciones a Francia. República Dominicana logró su independencia en 1844, pero el resentimiento histórico hacia el vecino oriental todavía persiste y se ha traducido en una draconiana legislación anti-inmigración, denunciada en su momento por Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas.
La historia de los dos países en el siglo XX continuó siendo altamente asimétrica. La Española fue invadida por Estados Unidos entre 1915 y 1916, pero el trato dado a los dos países que la integraban fue diferente. Mientras en República Dominicana, Estados Unidos favoreció el gobierno de una élite hispano-europea, el racismo dictaminó claramente la cruelísima represión de los haitianos y la duración de la ocupación (que se extendió diez años más que la de Dominicana, hasta 1934). Y mientras que en República Dominicana se logró, a lo largo de los años ochenta y noventa, la progresiva transición desde la dictadura personal de los Trujillo a un sistema democrático cada vez más completo, Haití empezó a retroceder con la caída en 1986 de la dictadura familiar de los Duvalier.
Tras la huida del presidente “Baby Doc” (que antes de abandonar el país saqueó sus arcas), Haití se vio sacudido por sucesivos golpes de Estado (tres en 1988, 1991, 2004) y gobiernos autoritarios que impidieron el asentamiento de la democracia. La primera sucesión pacífica de poder en la historia de Haití tuvo lugar en 2011, pero fue sólo un espejismo. Desde 2015 se ha denunciado la legimitidad de las elecciones y la imposibilidad de configurar un parlamento debido al caos político que ha llevado a que entre 2018 y 2021, el presidente JovenelMoïse gobernara el país por decreto, hasta su asesinato. Además, los terribles terremotos de 2010 y 2021 han dejado un país devastado, con cientos de miles de muertos, y han provocado una ola de inmigración hacia República Dominicana que este país se resiste a aceptar.
Este artículo fue publicado previamente en el sitio web politicaexterior.com