Producción de sensibilidad en tiempos de neoliberalismo

Susana Kesselman -eutonista, psicodramatista y psicóloga social- analiza la “violencia simbólica” con una anécdota de su vida cotidiana

Producción de sensibilidad en tiempos de neoliberalismo

1- Sobre la idea de grieta y la violencia simbólica

Hablando sobre la grieta –no localizo su nombre- alguien dijo, palabras más, palabras menos: “Te venden grieta para ganar elecciones dividiendo un país entre emprendedores y negados, entre negritos y blanquitos, para dirigir una institución anulando al adversario resaltando rasgos de clase y de desclase, para dividir una familia entre los que progresan y los que no progresan, para desechar cuerpos, aquellos que son esbeltos, visten a la moda, se perfuman de los cuerpos que traspiran y no usan desodorante”.

El filósofo Pierre Bourdieu, teorizando sobre la “violencia simbólica” nos dice: “Es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas expectativas colectivas, en unas creencias socialmente inculcadas”.

Yo agregaría a la idea de sumisiones, la de sensibilidad. Lo que se somete, entre otras manifestaciones de los humanos, es la sensibilidad. Y se la somete… confundiéndola.

2 – Una anécdota personal: En el camino de la sensopatía

Ocurrió hace unos meses en mi vivienda. Hay 9 departamentos en el edificio con sus respectivos habitantes. Uno de esos días en los que la lluvia anegó a varios barrios, la administradora, en el whatsap del consorcio nos anunciaba que la vivienda del encargado se había inundado y que ese día no podrá asistir a su trabajo.

Yo escribo: “¿No era que no se inundaba más?”, repitiendo una frase conocida y frecuentada hasta el cansancio en varios medios. A los pocos días, no fue de inmediato, en ese mismo whatsApp una vecina escribe: “…No puedo pasar por alto este mensaje totalmente fuera de lugar. Es un chat para lograr una mejor convivencia y manejo de nuestra casa. Si en un edificio de 9 familias no podemos respetarnos es imposible pensar que un país lo logre”.

Yo pedí disculpas por si había ofendido a alguien y comenté que lo había considerado una humorada. Luego de mis disculpas se suma otra vecina: “Comparto totalmente lo dicho. Éste no es un grupo político y hay que respetar las ideologías políticas y religiosas para vivir en un mundo de paz y sin grietas…”

Pensé volver a disculparme pero me pareció que con las disculpas previas ya era suficiente. Ningún otro vecino intervino en esta charla.

Cuando el enojo inicial me dejó paso a la reflexión, pensé que mi “No se inunda más” no había sido oportuno. Me surgió la duda acerca de las expresiones de mis sensaciones, sentimientos e ideas, me pregunté qué cuidados me eran necesarios en estos tiempos y de la conveniencia del silencio. ¿Acaso para evitar la grieta debería evitar la expresión de mis emociones, de mis pensamientos? ¿Me había equivocado volcando en el chat del consorcio una idea que había molestado? Y también pensé que tal vez por miedo al escrache ningún vecino había salido en mi defensa por temor al escrache.

Ya estaba en el camino de la “sensopatía”…

Del mismo modo que se menciona la psicopatía y la sociopatía, se me ocurrió que en la actualidad se está dando una susceptibilidad que te hace dudar no sólo de los modos de expresar tus sensaciones y emociones, del temor de hacerlo, sino también de las sensaciones y emociones mismas que estás sintiendo.

3 – Refrescando ideas: Agamben y el Estado de Excepción

“¿Qué quise hacer cuando emprendí esta especie de larga arqueología de lo político que fue colocada bajo el título “Homo Sacer”? No se trataba de corregir o de revisar, de criticar, conceptos o instituciones de la política occidental. …Me pareció que el lugar originario de lo político, en la política occidental, es algo como una operación sobre la vida, una operación que consiste en dividir y capturar incluso mediante su exclusión, es decir, en incluir la vida en el sistema mediante su exclusión. Fue aquí que el concepto de excepción resultó útil. Excepción significa etimológicamente tomar algo por fuera, es decir, excluir algo e incluirlo mediante su exclusión misma. Me parece que la operación originaria de lo político corresponde a tal orden: la vida es algo no político, impolítico, que tiene que ser excluido de la ciudad, de lo político, y es mediante esta exclusión como va a ser incluido y politizado.”

Palabras más, palabras menos, el italiano Giorgio Agamben dice que te venden inclusión para excluirte. En términos de sensibilidad sería algo así: Hacerte expresar lo que sentís, tu sensibilidad, tus sensaciones para excluirte como ser “sintiente”, errado en sus sensaciones y sentimientos. Recordemos las opiniones de un ideal de Inteligencia emocional que expresaron algunos políticos que adhieren a las políticas neoliberales, el ideal sería: “aprender a vivir en la incertidumbre”. En este caso incertidumbre sobre tus emociones, tus afectos, tus sensaciones y en particular sobre sus expresiones.

4 – Foucault y la Biopolítica

Gilles Deleuze en su libro “Foucault”, en el capítulo que denomina “El nuevo cartógrafo” escribe: “Basta con que el odio esté suficientemente vivo para que de él pueda sacarse algo, una gran alegría no ambivalente, no la alegría de odiar, sino la de destruir lo que mutila la vida.

5 – Micropolítica de la sensación. Daño en el tono vital

Llamo “daño en el tono vital” a una herida en la sensibilidad que no se la registra como daño ya que se ejerce sobre la persona como una acción que es o aparenta ser de cuidado, de amor y por esta razón la persona no puede generar una defensa y se va desvitalizando en tu tonicidad, se va apagando en su capacidad de reacción. No se puede accionar ante una conducta que aparenta amorosa. El famoso “Por tu bien”. “Llevate un saquito que te podés enfermar”.

Otro caso que doy es del médico u otro profesional que te hace esperar horas pasado tu horario y que te tenés que aguantar porque no lo hace para perjudicarte. Son ejemplos sencillos por lo cotidiano.

A – Lo micropolítico.

Lo expresado con el daño en el tono vital pertenece al mundo de lo micropolítico ya que se refiere a un recorte de lo político orientado a detectar el mundo de las pequeñas percepciones, de lo micro, el mundo de la sensibilidad, aquél que se palpa, que se detecta a través de los sentidos.

B – Las disciplinas corporales.

Las prácticas corporales ayudan a un conocer sensible, a un pensamiento corporal, a una inteligencia sensorial. ¿Qué lectura hacer desde las variadas disciplinas corporales de los cuerpos en los tiempos de una sensibilidad agrietada?

C – En las grietas sensibles. La pérdida de la lógica de la reacción.

Por la distorsión que se produce en las personas entre el afectarse, el sensoriar y el actuar, el potencial sensible pierde la lógica de su reacción. La flexibilidad tónica va desvitalizando su elasticidad y queda capturada en conductas sensibles temerosas de expresarse, tendiendo a lo estereotipado y a lo desafectado, a lo edulcorado.

Un efecto aletargado hace que las reacciones se lentifiquen, se alejen los estímulos, se desvíen de los afectos. La tonicidad necesaria para producir reacciones es capturada por tareas destinadas más a la descarga energética que a una elaboración creativa. Se prefiere un sentir destinado a limar las asperezas de los extremos y que centre a la persona, aunque se trate de un sentir y un centrar desvitalizados, que una sensibilidad que navegue por el desborde de entusiasmos utópicos. Así, atonías y distonías son efecto de una cultura que impone maneras de sensoriar que desvitalizan porque llevan a las personas a la duda de no saber qué hacer con ellas: si las expresan son castigadas con las variadas formas del desamor y si no las expresan, temen que “algo” les genere en el cuerpo, en la salud, en la tonicidad, que las enfermen de diversas maneras. De ahí mi concepto “sensopatía”.

D – Del estado erizo a la anorexia sensible.

Denomino Estado Erizo –concepto robado a Fiedrich Nietzsche– a un tipo de trastorno de la sensibilidad, a una herida en el tono, en el sistema nervioso, estado que observo tanto en mi práctica clínica como en mi vida cotidiana, que se erige como un derecho para vivir más feliz, al menos con menor sufrimiento. Hay expresiones de este estado en el lenguaje. Las personas dicen filtrar, rebotar, pasar de, respecto de estímulos que consideran negativos. Modos de decir que existe una realidad que golpea, insalubre, y ante la cual es conveniente defenderse retrayéndose.

Esta acción construye una coraza, que suele ser un exceso de defensa, que debilita la autodefensa. Se crea así un estado erizo, un “No”, psicológica y socialmente valorado como sano, que por un lado protege al ser sensible y por el otro disminuye la potencia de los receptores necesitados de alimento para continuar desarrollando la vida y desplegar los potenciales creativos. Este estado se caracteriza porque no sólo impide el paso a sensaciones insoportables -aquellas que sobrepasan los umbrales de lo tolerable para la existencia-, tampoco deja pasar las sensaciones agradables y vitales, impulsando estados de inapetencia sensorial, de sensibilidad restringida; una especie de anorexia del la sensibilidad, que desmotiva y agota la vida. Esta situación genera un tipo de daño, de maltrato y automaltrato de la sensibilidad, daño del que nadie está exento de infectarse y transmitir.

Todos podemos ser portadores del silencio de los receptores. Todos podemos contagiar y contagiarnos el agotamiento de las pasiones, la desvitalización de los afectos, la disminución de las apetencias, la descafeinización del deseo, el debilitamiento de la disposición a defendernos de las heridas en el tono.

He encontrado en “Ecce Homo”, suerte de Manual del hombre sabio escrito por Nietzsche, algunas expresiones que enriquecen este concepto:

“Separarse de aquello a lo cual haría falta decir no, una y otra vez”. “Los gastos defensivos, incluso los más pequeños, si se convierten en regla, determinan un empobrecimiento extraordinario.” “El rechazar, el no-dejarse-acercar a las cosas, es un gasto, una fuerza derrochada en finalidades negativas”. “Por la continua necesidad de defenderse puede uno volverse tan débil que ya no pueda defenderse”. “¿No tendría yo que convertirme en un erizo? “Tener púas es una dilapidación, incluso un lujo doble, cuando somos dueños de no tener púas, sino manos abiertas”.

6 – Biopotencia: La grieta en lo corporal

Una persona del público en el transcurso de una Mesa Redonda sobre el tema me pregunta: ¿Cómo me trabaja la grieta corporalmente? Compartí entonces algunas ideas que la pregunta me despertó y comenté sensaciones, sentimientos de ese momento.

Para un trabajo al estilo de la eufonía un primer paso es conectarse con las sensaciones y emociones que, en este caso, la cuestión “grieta” me despierta: la grieta en mí.

Entonces dije: -En principio registro miedo. Miedo a hablar delante de un público que no conozco. Miedo a decir lo que pienso, concretamente.

Luego asocié ese miedo con un sentimiento de miedo que había vivido en los días previos al exilio. Mucho miedo.

Por fin dije que estos dos sentimientos de miedo tenía que desplegarlos en mí, en mi cuerpo: los dos eran de miedo, pero no eran el mismo miedo, porque yo no era la misma ahora y entonces, porque mi familia no era la misma ahora y entonces y porque aunque sintiera que este tiempo es igual a aquél, no es igual. Recordé lo del “eterno retorno” de Nietzsche con la coda de Deleuze: el eterno retorno de la diferencia.

La cuestión queda abierta.

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