Era previsible que Donald Trump cambiara muchas cosas. Pero las primeras semanas de su gobierno superaron todas las expectativas, afectando a diestra y siniestra, a propios y extraños, con idas y vueltas, amenazas económicas y militares, y negociaciones con gobiernos a los que combatió en su primer mandato.
Solo hacer un inventario de las acciones y dichos del presidente estadounidense estos pocos días, y describirlas brevemente llevaría un espacio mucho mayor que el que disponemos y probablemente sea razonable en su lectura.
Por lo que solo me referiré a aquellas que más consecuencias directas han tenido en un mundo que ve azorado algunas de ellas o impactan en el propio territorio estadounidense por lo que puede esperarse derivaciones impensadas.
Es evidente que las negociaciones que lleva adelante Trump son modos típicos de las prácticas empresarias más agresivas basadas en la amenaza y propuestas impensables hasta hace pocos meses, que ingresen en La ventana de Overton como describiera en una nota anterior, y luego negociar alternativas más aceptables.
Los fundamentos de ese modo de actuar se basan en sus prácticas en redes sociales que tienden a ignorar el poder legislativo donde tiene mayoría, los medios tradicionales y los principios con los que se mueve, a saber:
Su slogan “America First” (América primero) ha provocado que todo país que obtiene superávit y/o ventajas competitivas con EEUU es atacado de modo que disminuya su monto o se revierta.
Su historia como empresario desarrollista lo lleva a considerar “la locación”, o sea el lugar o territorio donde construir, como el factor determinante de su ejercicio del poder.
Su revanchismo con todos aquellos que lo han perseguido con o sin razón en su anterior gobierno o en los 4 años pasados, lo lleva a atacarlos aún si ello desorganiza las organizaciones en las que se apoya su gobierno.
Su desprecio por toda organización supranacional o multilateral que cuestione la supremacía y hegemonía de EEUU como la ONU, OMS, Acuerdo de París, OMC, BRICS o la Corte Penal Internacional (CPI), etc.
Con México y Canadá, la imposición de aranceles a sus exportaciones lo fundamentó en la inmigración descontrolada y los cárteles del narcotráfico –especialmente el fentanilo-, aunque no podría descartarse el “América primero” con el que pretende hacer que las empresas radicadas allí, se trasladen a EEUU.
Su suspensión por 30 días luego de breves llamados con Sheinbaum y Trudeau revelan no solo la falta de convicción en la medida, sino los graves inconvenientes que causaba en su propia economía –aumento de costos y precios, ruptura de las cadenas de producción agrícolas y suministros industriales, boicot comercial o reacción temerosa de inmigrantes que dejan de trabajar o consumir, la reacción de gobernadores –inclusive de su espacio- por las consecuencias en su territorio, etc.
De hecho apenas logró aumentar el control de las fronteras –México ya lo había acordado con su antecesor- y comisiones de seguimiento del problema inmigratorio y narcotráfico, debiendo admitir su responsabilidad en la provisión de armas de alto calibre a los cárteles que campean a su antojo en EEUU. O sea, “tembló la montaña y parió un ratón”.
Con Europa los problemas incluyen los aranceles, las relaciones en la OTAN y por supuesto su amenaza de anexar Groenlandia que es un territorio autónomo de Dinamarca.
Mientras tanto la Unión Europea (UE) desoja la margarita entre considerar a EEUU un aliado o un adversario, luego de haberse adherido a sus sanciones a Rusia que la perjudicaron y beneficiaron a EEUU.
La OTAN a las puertas de una derrota militar con Rusia está exigiendo mayores inversiones en armamento a Europa –impulsada por EEUU- y con la pretensión sobre Groenlandia está caminando hacia su inutilidad y/o disolución por deber intervenir en un conflicto entre su socio mayor y todo el resto de la alianza.
Con China, la relación comercial, tecnológica y militar viene complicada desde el gobierno de Biden pero con Trump es ambivalente. La invitación a Xi Jinping a su asunción presidencial, el 10% de aranceles adicionales luego de anunciar hasta un 100%, la amenaza a Taiwán de imponerle aranceles o el anuncio rápidamente revertido de no distribuir paquetes provenientes de China, no parecen ser muy enérgicas ni determinantes.
Con Israel, la buena relación se aceleró tras la propuesta de Trump de convertir la Franja de Gaza en “la Riviera de medio oriente”, sin gazatíes que deberían desplazarse a otros territorios, que augura una limpieza étnica del territorio, en una propuesta contradictoria con la “solución de dos Estados” sostenida a nivel internacional, por lo que ha sido rechazada por todo el resto de los países del mundo.
Esa relación con los sectores más radicalizados de Israel y los impulsores del sionismo –un sector que niega derechos territoriales a los palestinos-, viene de su anterior gobierno que incluyen romper los acuerdos con Irán, trasladar la embajada a Jerusalén, apoyar la toma de las alturas del Golán de Siria y los Acuerdos de Abraham por los que Israel reestableció relaciones con varios países musulmanes.
Con Venezuela, la relación se está reestableciendo luego que su anterior gobierno atacara al gobierno de Maduro –con intentos de atentados, invasiones y financiamiento al gobierno “interino” de Juan Guaidó con nulos resultados. Por lo que hoy acepta negociar con él, mientras suspende la renovación de las visas temporales (TPS) a los venezolanos que huyeron a EEUU y lo apoyaron masivamente.
Con Rusia, la relación se orienta a un difícil acuerdo de paz en Ucrania, en donde parecen repartírsela entre ellos y sus vecinos, además de levantar algunas sanciones que inclusive podrían activar el gasoducto Nordstream II bloqueado en 2021 por Alemania y destruido en 2022 que no pocos atribuyen a EEUU.
No parece que su relación con los que eran los mayores enemigos de EEUU –Rusia, China, Venezuela, etc.- sean más conflictivas que con sus aliados de hace poco.
Con la CIA, USAID y FBI, la situación es crítica hacia su interior por las afirmaciones e intervenciones del gobierno de Trump.
Su Secretario (Ministro) de Salud –Robert Kennedy (Jr)-, reveló la intervención de la CIA y USAID en 83 golpes de estado desde 1949, incluido el Euromaidán que derrocó el primer gobierno democrático ucraniano y derivó en Vladimir Zelenski, el separatismo del Dombás y la guerra con Rusia.
La intervención del Secretario de Estado, Marco Rubio en la USAID, a quien detuvo su financiamiento y la revisión del obtenido y distribuido en las últimas décadas, parece convalidar un cambio que pone patas para arriba ambas organizaciones.
En el FBI, la persecución a los agentes que participaron en las investigaciones por la toma del Congreso por los partidarios de Trump que querían impedir la asunción de Biden-Harris y fueron indultados en el primer día de su mandato, ha derivado en acciones judiciales de amparo a sus derechos por parte de esos agentes, por lo que la principal agencia de seguridad interior de EEUU está en crisis.
Con los organismos supranacionales y multilaterales, la relación con la ONU, OMS, Acuerdo de París, OMC, etc. e inclusive el FMI a quien parece querer reemplazar por un Fondo Soberano nacional autónomo, auguran un regreso a la situación previa a la Segunda Guerra.
Además las amenazas de imponerles aranceles del 100% a los BRICS si “buscan reemplazar al dólar” –algo que han negado enfáticamente- lo que ha permitido a EEUU exportar su enorme emisión monetaria desde 1949, con la que financió con solo imprimirlos, su inversión armamentística, su dominio hegemónico y las intervenciones en terceros países.
Donald Trump solo tiene por delante 4 años, ya que no puede ser reelecto. Por lo que cabe preguntarse ¿Cuál de estos cambios podrá concretar y consolidar? ¿Podrá hacerlo con alguno de ellos? ¿Cuánto influirán los poderes fácticos de EEUU que son afectados? De lo que no cabe duda es que su poder de daño a lo existente es muy grande.