Recientemente Australia aprobó una ley que prohíbe a los menores de 16 años usar redes sociales. La medida, catalogada por muchos de histórica, comenzará a implementarse a mediados de 2025.
¿Qué deberíamos hacer nosotros? ¿Seguir con el cepo de estar temerosos en poner límites? ¿Seremos inteligentes y abriremos debate o seguiremos atados a un sesgado concepto de libertad?
Para no perder el eje, por estos días se debaten estos argumentos en distintos países de todos los continentes, que nos llevan directamente a hacernos la siguiente pregunta: ¿Hasta qué edad se debe bloquear en nuestro país el acceso a las redes sociales?
Hay variables serias y aspectos cualitativos (también serios), que tomándolos como se plantean hacen apuntar a que deberíamos prohibir el uso de redes sociales a menores de 16 años en Argentina.
Esta afirmación no es caprichosa ni tampoco implica “levantar muros”. Todo lo contrario.
En Australia
La nueva normativa australiana establece que las plataformas de redes sociales no podrán permitir que los menores de 16 años accedan a sus servicios. A partir de la entrada en vigencia, si esas empresas no cumplen con la ley deberán pagar multas de hasta el equivalente a 32 millones de dólares.
A los padres no se les considera responsables, sino que las plataformas tendrán que implementar un sistema para verificar la edad de los usuarios, para lo cual se contempla darles el plazo de unos meses.
El argumento del voto de los legisladores australianos apuntó a establecer una ley como medida para proteger la salud mental de los niños y adolescentes. Para el gobierno, según el primer ministro Anthony Albanese, las redes sociales tienen un impacto negativo en el bienestar de los más jóvenes y por tal razón promueve la restricción en su acceso.
Obviamente, no todos están de acuerdo: un sector, tanto de políticos como expertos, advierten que esta prohibición podría tener efectos no deseados.
El temor radica en que los jóvenes intenten eludir la ley, buscando formas alternativas para acceder a las redes sociales o sitios “alternativos”, como también la falta de claridad sobre la metodología de las empresas para verificar la edad de los usuarios.
El ciudadano australiano de a pie, según una encuesta reciente, aprueba en un 77% la medida aunque algunos sugieren que la edad mínima podría ser 14 en lugar de 16.
Este proceso presentó un costado flaco, la falta de consulta con los propios niños y adolescentes. El diputado independiente Andrew Wilkie apuntó que “las voces de los jóvenes han estado ausentes en este debate”, por lo que cambió su inicial postura y pasó a oponerse a la ley.
En Argentina
En el caso de las redes sociales, en sus Términos y Condiciones del Servicio la mayoría establecen que las edades mínimas para crear un perfil son trece años. Pero es un parámetro unilateral.
El principal argumento de estas medidas es para proteger a los menores, algo que no solo se hace necesario en las redes sino que ya debería estar acompañado por un control parental por defecto en los teléfonos móviles.
No menor es que debe haber verificación de edad efectiva, porque lo que está en juego es la salud y el bienestar tanto de los niños como de los adolescentes. Algo que se está debatiendo a nivel mundial.
La Sociedad Argentina de Pediatría, desde su subcomisión de Tics, indicó que “las redes sociales también pueden presentar riesgos tales como la exposición a contenidos inapropiados o molestos, a imágenes o comentarios agresivos, violentos y/o sexuales, a compartir información personal con extraños que derive en problemas de ciberacoso en todas sus modalidades”.
Esta Sociedad, también retomó informes internos de Meta, donde se indica que “Instagram ejerce un impacto negativo sobre la salud mental de los adolescentes, y los usuarios más jóvenes expresan habitualmente que estos hábitos reflejan una de las principales causas del aumento de la ansiedad, la depresión, los trastornos alimentarios y la percepción distorsionada de la imagen corporal”.
Para cerrar, primero permitirnos darnos el debate. Hay que tener presentes estas consideraciones y no seguir dejando como hasta hoy, a la deriva en este mar digital, a nuestros niños y adolescentes.