– Una huelga de lo que ocurre en Hollywood no se queda en Hollywood. La huelga de guionistas que afectó a toda la industria audiovisual de Estados Unidos en 2007 provocó la multiplicación exponencial de los reality shows: un formato televisivo de relativo bajo coste y rápida producción –que no requiere de guion formal– protagonizado por personas, ya sea del público o celebridades, que actúan tanto en su vida cotidiana como cuando asumen retos específicos.
– You are fired! Gracias precisamente a aquella huelga de 2007, Donald Trump consiguió que su programa de telerrealidad titulado The Apprentice no fuera cancelado por falta de audiencia. El relanzado espacio fue mucho más allá de un concurso supuestamente basado en la búsqueda de talento empresarial y se convirtió en una formidable plataforma política que sirvió de precampaña a favor de Trump. Durante catorce temporadas, el magnate inmobiliario pudo promocionar la imagen de líder providencial y popularizar su imperativa consigna: You are fired! (¡Despedido!).
– Antihéroe. Si toda campaña electoral es un esfuerzo por conseguir que se visualice al correspondiente candidato en el puesto de responsabilidad al que se presenta, el reality le dio a Trump la privilegiada oportunidad de ser visualizado como un gerifalte. En opinión de James Poniewozik, crítico del New York Times, la clave de la proyección televisiva de Trump fue precisamente utilizar un género que le permitió presentarse como un antihéroe. Un desagradable pero adictivo Tony Soprano al que resulta imposible dejar de ver.
– Lo soez como genuino. Dentro de su relato populista construido gracias a su reality show, además de la imagen de multimillonario sin ataduras que hace las cosas “a su manera”, Trump ha sabido presentarse como un líder diferente pero vinculado a la tradición americana de ingenio, meritocracia y éxito individual. Un nuevo tipo de líder que, apalancado en su comportamiento esperpéntico y sus palabras deleznables, conseguía hacerse perdonar su privilegio en términos de patrimonio y se situaba en una categoría política propia. El rico que, por muy fake que sea, es capaz de mantenerse auténtico y beneficiarse de la confusión entre lo soez y lo genuino.
– Realidades paralelas. Con esta transformación de la política en un reality show, Trump también ha logrado construir una realidad paralela, al igual que consiguen hacer los formatos con mayor éxito de telerrealidad. Dentro de esa realidad paralela, él actúa como único protagonista, heroico y ganador. En su primer mandato, se supo que Trump insistía a sus ayudantes en que cada jornada en la Casa Blanca debía ser como un episodio televisivo con su correspondiente conflicto y final feliz.
– Ratings. El propio Donald Trump ya confirmó su estrategia en una reveladora crónica publicada por la revista Time durante la primera semana de marzo de 2016. De acuerdo con el entonces aspirante presidencial, la clave del poder en una democracia televisada como Estados Unidos “no son las encuestas, son los índices de audiencia”.
Este artículo fue publicado por el autor en el sitio politicaexterior.com