“En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”
Eduardo Galeano.
El pasado 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, hizo un mes de la muerte de nuestra querida abuela Sonia Torres. Se fue sin poder abrazar a su nieto (quien debió haber nacido entre junio y julio de 1976) y contarle la verdad desde su corazón, como ella lo soñaba. Se despidió de este mundo a sus 94 años, quizás con la satisfacción de haber hecho todo lo que debía hacer, golpeando las puertas de quien fuera necesario para reclamar y buscar a su familia desaparecida en la última dictadura cívico-militar, como a cientos de nietos/as que fueron apropiados y separados de sus madres y abuelas. Ella no descansó ni un segundo para buscar al hijo de su hija, Silvina Parodi, y restablecer la identidad que merecía, pero no lo logró.
La historia de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina es una prueba emblemática de pelea y rebeldía. Ellas son el símbolo de la lucha por justicia y memoria, la mayor expresión del grito humano, en el amor y la resistencia, al reclamar verdad y reparación por sus hijos o sus nietos desaparecidos. Han sido testigos de un horror colectivo, de una violencia sistemática que les arrebató lo más querido sin dejar rastro. Su dolor es un dolor colectivo, vinculado a todas las víctimas del fascismo y crímenes de lesa humanidad. Fueron perseguidas, señaladas como “subversivas y peligrosas”, se enfrentaron a amenazas y represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, pero nunca se rindieron. Las Madres y Abuelas, desesperadas y movidas por el dolor y el amor, desafiaron siempre al poder de turno, convirtiéndose así en una voz incansable en la lucha por los derechos. Su valentía y persistencia les valió el reconocimiento y el respeto a nivel mundial.
Sonia Torres creó Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba en octubre de 1977. Ella fue una referente importante de los Derechos Humanos en el sector cordobés, su ausencia es y será el faro que nos guiará para seguir reclamando memoria, verdad y justicia cada 24 de marzo. La suya fue una lucha por la verdad, una lucha para curar heridas no cicatrizadas, para encontrar sentido al caos y la barbarie atravesados en aquellos días.
La grieta social amenaza con extenderse, en lugar de reducirse; se busca desarmar ministerios, reducir gastos “in-necesarios” como el CONICET, privatizar medios y vender recursos. Buscan arremeter con derechos conquistados y adquiridos por los movimientos feministas y activistas LGTTTBIQ+. No debemos engañarnos con los encantamientos carismáticos; ante los que afirman un negacionismo sobre el terrorismo de Estado, sobre los 30.000 desaparecidos, ante los que ponen en duda el genocidio no podemos mostrarnos indiferentes.
Dicen que la historia se repite, que las personas vuelven al eterno retorno de lo mismo, aunque nunca sepan aquello a lo que vuelven. Ya lo afirmaron Deleuze y Guattari: “las masas no fueron engañadas, desearon el fascismo, y es eso lo que hay que explicar”. Sobre esto debemos descansar, fortalecernos física y mentalmente, volver a encontrarnos, hacer lazos y vínculos afectivos para cuidarnos entre todes, seguir resistiendo y acompañando.
La conferencia que escribió Theodor Adorno en 1966 sobre “La educación después de Auschwitz” permite pensar otras formas de responsabilidad social. Adorno insistía en que debemos trabajar con las infancias, educando a través del recuerdo para construir la no repetición de la historia. La infancia y la adolescencia son el potencial de memoria y esperanza futura, que permitirán avanzar en el tiempo, ofreciendo la posibilidad de crear otra realidad posible, en memoria de lo ausente.
El lunes 27 de marzo fue el último día que abracé fuerte a Sonia Torres de manera presencial, sin saber que sería la última vez. La había visto marchando días antes en la gigantesca marcha del 24 de marzo. Ese lunes, ella había llegado, pese a tener una agenda ocupada, a las Jornadas sobre memoria organizadas en el colegio secundario Dalmacio Vélez Sarsfield de Barrio Ferreyra, en el marco de conmemoración del 24. Llegó acompañada por gente querida y reconocida, Astrid Patiño Carabelli (primer nieta cordobesa recuperada); Ana Barnes (de filial Abuelas Córdoba) y su compañero “Mirmi” Chabrol (sus dos hermanos, Oscar (19) y Juan José Chabrol (17), alumnos de esta institución, fueron detenidos y desaparecidos en octubre de 1975); Belén Estefanía Altamiranda Taranto (nieta restituida y titular de Abuelas de Plaza de MayocCórdoba), entre otras personas de Asociación Civil Hijos, y del área y organismos de Derechos Humanos. Ana y Mirmi, dos militantes incansables, llegan cada año a la institución para acompañarnos y seguir haciendo memoria en comunidad.
Antes de que se fuera, abracé a Sonia en el pasillo; en el oído me agradece por lo organizado y por invitarlos a participar. No me salieron más palabras que “muchas gracias por estar acá…” Ahí estaba contenido todo el amor, la fuerza, el acompañamiento, la lucha y la admiración que tengo por ella.
Sonia Torres está en el nivel más alto de la dignidad humana, y con sus acciones realizadas a lo largo de estos años nos hizo darnos cuenta de que esta humanidad aún vale la pena. Su lucha incansable nos recuerda la importancia de no olvidar. Honraremos su memoria, seguiremos resistiendo y caminando hoy más que nunca.