Día más, día menos, Rusia va a vencer a Ucrania. Ésta va a quedar desmilitarizada, desnuclearizada, desprovista de armas bacteriológicas, desnazificada (aunque esta limpieza demore en llegar) y neutralizada. Su reconstrucción va a llevar años, pero, si sabe darse un gobierno democrático y realista, lo va a conseguir. La potencia vencedora, en tanto, va a necesitar mucho tiempo para recuperar la credibilidad perdida en Occidente gracias a la masiva y exitosa campaña mediática de desinformación y a los propios errores. Aunque golpeada psicológica y financieramente, Moscú será una de las capitales del mundo nuevo cuyos perfiles ya se avizoran.
EEUU, por su parte, ha obtenido su mayor victoria: al bloquear los suministros de hidrocarburos para Europa, derrotó a Alemania y Francia, aumentando los costos de sus industrias lo suficiente como para que la transición energética quede relegada por décadas. Al mismo tiempo, al congelar gran parte de las reservas de oro y divisas del Banco Central de Rusia, ha propinado a su adversario una fuerte paliza financiera.
El gran ganador de la jornada es China. Con una economía robusta y en continuo crecimiento, las sanciones occidentales contra Rusia no sólo han intensificado los lazos entre ambas potencias, sino que han asustado suficientemente a otros emergentes en el Sur Global, como para que aumenten el uso del yuan, para reducir el daño que eventuales sanciones y/o bloqueos pueda producir. Moviéndose con soltura en el área del yuan como en la del dólar, la China pisa cada vez más fuerte en el parquet económico y financiero mundial.
El sistema de las Naciones Unidas y todas las instituciones vinculadas a él han demostrado una flagrante incapacidad para ordenar las relaciones internacionales. Sin normas consensuadas, reglas ni organizaciones con poder ordenador, es imposible sostener la paz. Si los vencedores de esta guerra no acuerdan reglas mínimas de convivencia, el próximo choque entre ellos está programado.
Los mercados del petróleo y el gas están actualmente en pánico. Ningún agente occidental quiere comprar el fluido ruso, a pesar de que Gazprom lo sigue suministrando debidamente a los clientes que firmaron contratos con tarifas fijas entre 100 y 300 dólares (en el mercado al contado otros están pagando más de 3.000 dólares). Es que los bancos europeos temen conceder préstamos para la compra de hidrocarburos a Rusia por la histeria provocada por la ola de sanciones. Incluso el consorcio Wintershall-Dea, que debía operar el gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania, canceló su parte de la financiación, asumiendo de facto que el gasoducto nunca se pondrá en marcha.
Europa importa unos 400.000 millones de metros cúbicos de gas al año, de los cuales 200.000 millones corresponden a Rusia. No puede sustituir tal volumen ni desde Argelia, Qatar ni Turkmenistán. Con seguridad competirá con Asia para ver quién paga más y ésta última ganará. El ataque a las exportaciones rusas se dirige asimismo a los metales de paladio, vitales para la electrónica. Rusia controla el 50% del mercado mundial de estos metales. También están los gases nobles -neón, helio, argón, xenón-, esenciales para la producción de microchips. El titanio ha subido una cuarta parte y tanto Boeing (un tercio) como Airbus (dos tercios) dependen del titanio de Rusia.
Los analistas chinos miran con preocupación creciente el desacople ruso y el hundimiento de Europa. EEUU está pisoteando su propio ideal de libre mercado, al abusar del crédito del dólar. Si Rusia logra resistir las sanciones financieras podría significar el fin de una era en la que el dólar domina el sistema mundial de pagos. China está jugando a crear su propio espacio económico, financiero y monetario, mientras sigue participando activamente en el área dólar. La EAEU -formada por Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Bielorrusia y Armenia- está estableciendo acuerdos de libre comercio con otras naciones euroasiáticas y se está interconectando progresivamente con la Iniciativa del Camino y la Franja (BRI, por su nombre en inglés). Este sistema financiero euroasiático se basará en una nueva moneda internacional, muy probablemente con el yuan como referencia, calculada como un índice de las monedas nacionales de los países participantes, así como de los precios de las materias primas. Este sistema está llamado a convertirse en una alternativa seria al dólar, ya que la EAEU puede atraer no sólo a las naciones que se han unido a la BRI, sino también a los principales actores de la Organización de Cooperación de Shanghai, así como a la ASEAN. Con seguridad, también los principales actores de Asia Occidental (Irán, Irak, Siria y Líbano) estarán interesados en participar.
Mientras tanto, el banco ruso Sberbank confirmó que emitirá las tarjetas de débito/crédito Mir de Rusia con la marca UnionPay de China. Alfa-Bank -el mayor banco privado de Rusia- también emitirá tarjetas de crédito y débito UnionPay. Aunque sólo se introdujo hace cinco años, el 40% de los rusos ya tiene una tarjeta Mir para uso doméstico. Ahora también podrán utilizarla a nivel internacional a través de la enorme red de UnionPay. Y sin Visa ni Mastercard, las comisiones de todas las transacciones se quedarán en el ámbito ruso-chino. La desdolarización en la práctica.
Los expertos en China y los economistas difieren en sus estimaciones sobre el futuro del dólar y las perspectivas del yuan, pero la mayoría de ellos coincide en que el billete verde se usará cada vez menos. Es posible que el mundo acabe dividido en dos sistemas financieros, como en los tiempos de la Guerra Fría, pero con una tendencia general a la sustitución del dólar por el yuan.
Rusia y China son más que aliados, pero no son lo mismo. Moscú es el centro del país más grande del mundo, entre Europa y Asia, y el cristianismo ortodoxo es una de sus grandes fuentes de identidad. Con seguridad, el Kremlin no querrá prescindir totalmente de sus lazos históricos con Alemania y Francia ni renunciar a la parte europea de su cultura. El “conservadurismo optimista” que propugna Vladimir Putin tiene sus raíces en la intersección entre ambos continentes y de ahí no querrá moverse.
A su vez, China siente nuevamente cómo el mundo gira crecientemente a su alrededor. La “comunidad de futuro para un destino común de la humanidad” es la propuesta para una nueva convivencia entre las culturas en beneficio de todos quienes se sumen. No se identifica con una cultura, sino con un modo armonioso de convivencia entre todas.
Ambas potencias están asociadas, pero son diferentes. Necesariamente tendrán diferencias, tiempos y caminos diversos, no importa cuán bien los conjuguen.
Estados Unidos, por su parte, festeja una victoria pírrica: ha sometido a Europa y dañado financiera y comunicacionalmente a Rusia, pero cada vez tiene menos aliados. Todos temen su deslealtad y egoísmo. Es poco probable que la pequeña elite globalista neoconservadora que pergeñó la provocación ucraniana recapacite y acepte límites a su arbitrariedad. El próximo choque parece estar a la vuelta de la esquina. Si no se acuerdan reglas ni instituciones que arbitren, este mundo de tres puntas marcha inexorablemente hacia el colapso.