Ucrania, el Pentágono, Wall Street y los belicistas

Por Eduardo J. Vior

Ucrania, el Pentágono, Wall Street y los belicistas

Por un momento que la presión conjunta del Foreign Office, del dueño del Chelsea, Roman Abramovich, y del presidente turco Recep Erdogan había persuadido al gobierno ucraniano de aceptar por primera vez en ocho años las condiciones rusas para un acuerdo de paz: neutralidad, desnuclearización, desmilitarización, incorporación de Crimea a Rusia, e independencia de Lugansk y Donetsk. Sin embargo, después de que el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken expresó su rechazo, el presidente ucraniano volvió a desconocer los avances hacia la paz y se multiplican las señales de que el alto mando ucraniano está buscando una batalla decisiva en la zona norte de la Cuenca del Don.

Es difícil que las idas y vueltas de Zelensky respondan a decisiones propias. Ni siquiera puede responsabilizarse a la inepta canciller británica Liz Truss, quien –según propias declaraciones- guía cada paso de los negociadores ucranianos. Las contradicciones en el liderazgo de Kiev tendrían origen en Washington, y estarían reflejando la lucha que allí se libra sobre la estrategia con Rusia.

Durante su viaje a Europa el presidente de EEUU pidió tres veces el derrocamiento de Putin, lo llamó “carnicero” y aseguró que “no puede permanecer en el poder”. Nunca antes desde 1945 ninguno de sus predecesores se atrevió a proponer el derrocamiento de los dirigentes de la vieja URSS, ni más tarde el de los líderes rusos o chinos. Nada debe cuidar más el jefe de una gran potencia que la salud de sus competidores en el exterior. Se trata de poderes nucleares y cualquier desestabilización puede ocasionar una catástrofe mundial. Sin embargo, Joe Biden insiste en evocar la posibilidad de propiciar en Rusia un cambio de régimen. La Casa Blanca parece estar buscando que el país euroasiático caiga en la anarquía, se divida y se fracture. ¿Es sólo una estrategia de guerra kissingereana (por el ex secretario de Estado Henry Kissinger) para después poder atacar a China en condiciones más ventajosas? Sendas intervenciones del Pentágono y de Wall Street dan la impresión de estar tratando de frenar una locura mayor.

Que la política exterior de los neoconservadores encaramados en el gobierno es enérgicamente criticada desde el Pentágono y Wall Street es un secreto a gritos. Para los militares el secretario de Estado Antony Blinken, su segunda, Victoria Nuland, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional Jake Sullivan y sus apoyos en el Ejecutivo y el Congreso se equivocan al atacar a Rusia. La potencia euroasiática supera a EEUU en tecnologías y en el dominio del terreno dentro de Europa. Por otra parte, argumentan, el enemigo principal de EEUU es China y no habría que dispersar las fuerzas dando combate en varios frentes a la vez. Sin embargo, los neocons están convencidos de la debilidad de la potencia eslava y de su habilidad para desestabilizarla, generando una agitación que acabe con Vladimir Putin y les permita fracturar el país más grande del mundo. Es el sueño redivivo del Imperio Británico del siglo XIX.

El secretario de Estado Antony Blinken, que inicialmente dijo que la OTAN había dado «luz verde» para enviar aviones desde Polonia a Ucrania, tuvo que dar marcha atrás y ahora se opone a cualquier zona de exclusión aérea que implique a la OTAN. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, también apoyaron el plan de los aviones polacos, que fue rechazado por el Pentágono.

Biden, como se ha creído la versión de los medios corporativos que sostienen que Rusia está perdiendo la guerra, se atrevió a llamar a Putin «criminal de guerra». Saliéndole al paso el Pentágono filtró dos historias que contradicen estas versiones.

No sólo el Pentágono está preocupado por el curso que los neoconservadores encaramados en la Casa Blanca están imprimiendo a la confrontación con Rusia. También Wall Street. The Wall Street Journal (WSJ) afirmó que “El presidente Joe Biden puede estar complicando seriamente el diálogo de Washington con Moscú con sus declaraciones sobre Vladímir Putin, por lo que su Administración necesitaría la incorporación de nuevos asesores políticos para equilibrar su discurso”.

¿Por qué tratan el Pentágono y Wall Street de frenar el ímpetu belicista de la Casa Blanca? ¿No pueden detenerlos sin intervenciones públicas? ¿Tan poderosos son? Parece que sí. Detrás de los neoconservadores asoman los hiper millonarios dueños del 50% de la riqueza total de EEUU y su proyecto del “Great Reset” (el Gran Reajuste).

En la estación de bombeo de la frontera germano-polaca dejó de fluir el gas por el ducto; Antony Blinken fracasó en su gestión ante Argelia para que se reabra el gasoducto que, a través de Marruecos, lleva el fluido a España. En julio de 2021 Argelia rompió las relaciones por la independencia del Sáhara Occidental. El país magrebí está sufriendo grandes pérdidas por no exportar el fluido a Europa, pero decidió no someterse a las presiones de la OTAN y mantener su alianza con Rusia.

También están faltando los metales y los fertilizantes de los que Rusia es un gran exportador. Las cotizaciones internacionales de los hidrocarburos y del carbón se han multiplicado. Esto no puede ocurrir, sin que cientos, quizás miles de importantes productores de materias primas, empresas comerciales y bancos sufran grandes pérdidas en los envíos a corto plazo ya pactados. Miles, de empresas grandes y medianas que participan en la producción, el comercio y la cobertura de metales, productos petroquímicos y materiales estratégicos producidos sustancialmente en Rusia, están hoy seriamente afectadas. Y en todas partes hay efectos secundarios.

La inflación internacional sigue en alza combinada con la escasez y en algunos países europeos y en vías de desarrollo se están interrumpiendo los servicios de transporte debido a los precios del combustible y a las huelgas. Los mayores bancos europeos ya han registrado pérdidas multimillonarias como resultado de la guerra económica de la OTAN para colapsar la economía rusa. Esas pérdidas se están extendiendo también a las mayores empresas de gestión de patrimonio.

Los aliados occidentales han empujado a Rusia a una guerra que ésta puede ganar, pero con altos costos y en un plazo aún indeterminado. Alguien está empujando a los líderes ucranianos, para que den permanentes contramarchas: hoy parecen dispuestos a llegar a un arreglo pacífico con Rusia, mañana no. Sólo la elite corporativa que domina Occidente y extiende sus tentáculos por todo el mundo está aprovechando la guerra y la consecuente conmoción de la economía internacional, porque es la oportunidad que buscaba para reorganizar el planeta. En su camino no reparan en consecuencias ni temen provocar las mayores catástrofes. Por ello es que Wall Street –todavía ligado a la economía real- y el Pentágono –con una responsabilidad por la supervivencia del poder de EEUU- reaccionan. Los neoconservadores tienen el apoyo de las principales cabezas del Congreso y de los medios; será difícil que las fuerzas sensatas que aún resisten en Washington puedan pararlos.

Salir de la versión móvil