Los senos y el arte de legislar

Los senos y el arte de legislar

De pronto estalló la primavera en el Congreso de la Nación. El jueves 24 de septiembre el diputado Juan Emilio Ameri protagonizó una insólita escena erótica en plena sesión virtual de la Cámara de Diputados, al bajarle el vestido a su pareja y besarle los senos a la vista de todos, siendo estas imágenes captadas por el Zoom y televisadas en vivo y directo, por lo que rápidamente adquirió trascendencia pública ubicándose en el podio de los trending topics” a nivel local e internacional.

El grotesco episodio que involucró al diputado salteño que por entonces integraba el bloque del Frente de Todos no registra antecedentes en el país y tampoco se recuerdan casos similares en el mundo, ni siquiera en Italia, en los tiempos en los que la Cicciolina ocupaba una banca en el Parlamento italiano. Por eso, no debe sorprendernos que la noticia se haya globalizado a la velocidad de un rayo.

Se sabe que la pandemia que hoy padecemos ha inundado de virtualidad diversos ámbitos institucionales, y en muchos de ellos, además, las exageraciones han sido muy frecuentes. En el caso del ahora ex diputado Ameri, por ejemplo, se ha llevado hasta la exageración la inexistencia de límites, o por lo menos, la evidente dificultad para encontrarlos, y por lo tanto, durante unas horas se convirtió en el centro de críticas, burlas y sarcasmos.

Este último blooper” legislativo sin dudas supera, por su desproporción, otros casos que han venido sucediendo últimamente en el ámbito del Congreso Nacional y que la virtualidad permitió transparentar. Así, repentinos cambios de indumentaria en plena sesión, prolongadas siestas frente al monitor mientras otro legislador está haciendo uso de la palabra, o familiares que aparecen y desaparecen todo el tiempo detrás de escena han expuesto la real artificialidad de la vida cotidiana en un espacio institucional que hoy funciona de modo virtual, donde resulta cada vez más difícil reconocer la distinción entre lo público y lo privado.

Y si bien aquellos deslices y descuidos fueron fácilmente tolerados por las Cámaras legislativas, no mereciendo siquiera un apercibimiento o llamado de atención, no ocurrió lo mismo en el caso de Ameri, dada la gravedad del hecho, pero fundamentalmente por esa suerte de afectación moral que consiguió su exposición sobre un cuerpo social acostumbrado a no ver aquello que se oculta en espacios privados, cuyos límites son hoy cada vez más difusos de la mano de una creciente y no siempre bien implementada virtualidad.

Resulta difícil asumir la defensa de Juan Ameri, pero si lo hiciéramos seguramente le aconsejaríamos guardar silencio. En ciertas ocasiones no hay nada que explicar porque los hechos han sido suficientemente claros. Y adjudicar dicho lapsus al estreno de un implante mamario”, como reconociendo haber sido vencido por la tentación (o mejor dicho, por dos grandes tentaciones), a pesar de estar participando de una sesión en la Cámara Baja, es más bochornoso que el acto que se acababa de consumar.

Casi tan irritante como la actitud del fogoso diputado fue la reacción sobreactuada de muchos de sus colegas, tanto de su bancada como de la oposición, que tan rápido como pudieron salieron a condenar públicamente aquella situación, escenificando gestos de manifiesta consternación e indignación. El presidente de la Cámara, Sergio Massa, actuó con celeridad: apenas advirtió lo que estaban haciendo Ameri y su joven pareja (quienes por lo visto no respetaban el debido distanciamiento social), y mientras mostraba toda su valentía y amagaba con formar una comisión para analizar su expulsión, presionó al diputado hasta forzar su renuncia, lo que finalmente se concretó sobre el cierre de aquella agitada jornada parlamentaria.     Entendemos que la Cámara debió ejercer su poder disciplinario y sancionar al representante que no tuvo una conducta apropiada, digna y decorosa, mientras se encontraba sesionando el Cuerpo legislativo y hacía uso de la palabra el diputado Carlos Heller (a quien Ameri ni siquiera escuchaba). Vale decir, correspondía su expulsión y no el atajo de la renuncia, que es como demasiado premio para aquel que no pudo resistir el impulso de testear las prótesis de su pareja en plena sesión virtual.

Para colmo, las declaraciones posteriores de Massa no fueron más afortunadas que su decisión. Y al sostener que estamos en un momento especial de la Argentina en pandemia, tenemos una situación muy difícil de resolver, y no puedo admitir que en un momento de la sesión haya un tipo (al que también llamó imbécil) que haga eso”. Dejó flotando la idea de que, en otro contexto, sin pandemia ni crisis sanitaria, esta misma actitud podría haber sido quizás tolerada.

El problema para el dirigente peronista que hoy preside Diputados no era tanto la falta de inhibición de Ameri, sino que aquel hecho pudiera convertirse en un significante de la degradación de legisladores y políticos en general. En definitiva, que un diputado sea soez y desubicado puede parecer una trivialidad frente a hechos salpicados de corrupción (recuérdese el caso del diputrucho”, en 1992, cuando el diputado Julio Samid envió a un asesor a ocupar una banca vacía para conseguir el quórum, entre muchos otros), pero posee el valor de la simbología y además se sabe que la estética tiene hoy un poder comunicacional superior a la ideología a la hora de generar cohesión social.

En un Estado de Derecho los legisladores cumplen un rol esencial, de enorme trascendencia institucional, pues sobre ellos recae la responsabilidad de sancionar y modificar las leyes -principal fuente formal del Derecho actual- para beneficio del pueblo al que deben representar. Y si hay parlamentarios que no valoran ni cumplen con su elevada función, distrayendo su atención en otras cuestiones o menesteres a la hora de legislar, no es buena la señal que se le da a una sociedad que desde hace años se encuentra sumergida en la apatía y la anomia.

Sin dudas, esta vez el ex diputado Ameri ha colocado la vara demasiado alta, mucho más que Luis Juez y Esteban Bullrich, ambos legisladores del frente opositor Cambiemos: el primero se encontraba dando una entrevista televisiva a la hora de votar en la Cámara de Diputados, y el segundo prefirió colocar una foto suya para disimular y ocultar su ausencia en un debate del Senado. Y a partir de ahora senadores y diputados deberán esforzarse para superar esta marca difícil de equiparar. No obstante, a la luz de la experiencia ya acumulada creemos que no es descabellado esperar que se produzca algún nuevo blooper” legislativo, antes que concluya esta etapa signada por la virtualidad, para perplejidad y espanto de los representados. Al fin y al cabo, recordando a Borges en el poema Buenos Aires” (1963), esto último es lo que aún nos mantiene unidos.

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