Postales urbanas

Política cordobesa | Por Pedro D. Allende

Postales urbanas

Smell like shit

Villa Cabrera fue una pujante zona habitada por familias de clase media-alta. Puede mostrar, como pocas, el derrotero de ese cada vez menos significativo estrato de nuestra sociedad. Su entramado parece detenido en el tiempo: como en capas geológicas, un primer desarrollo, con la efervescencia de los años 50 y 60 del siglo pasado, consumó la reconversión de casas-quinta en modernas viviendas de profesionales, comerciantes y pequeños industriales; luego, un segundo desarrollo en torno al Córdoba Shopping Center, inaugurado en 1990, centro comercial emblema del barrio en torno al cual se amoldó un conjunto residencial de renovada categoría.

Pero, claro, no todo fue viento de cola. El Estado no acompañó el crecimiento de ese importante núcleo del Noroeste de nuestra ciudad. El sector careció de planificación y recursos para sostener su evolución. La infraestructura de servicios, principal cuenta pendiente: con las cloacas y la red vial encabezando el déficit. La seguridad, una defección constante.

En tanto, parte de la población (algunos hacia arriba, con el boom” de los barrios cerrados, muchos otros hacia abajo, con los golpes que lustro a lustro fue recibiendo la clase media) abandonaban la zona, procurando opciones que se acomodaran a sus expectativas y posibilidades. El abandono por el Estado del espacio llevó al colapso de alcantarillas y desagües, que, por años, vienen vertiendo apestosos e infectados efluvios en las arterias del barrio. Calles como Ciudad de Tampa (poco más de 15 cuadras) se inundan completamente. El hedor a mierda, profundo e irreversible, tiñe las horas de los sufridos vecinos, destratados gestión tras gestión, mientras sus propiedades se desvalorizan semana a semana y sus graves problemas de infraestructura, aún a pesar de algunas obras iniciadas, parecen agravarse sin solución.

The craters of good memory

Que las lluvias, que el asfalto, que el covid, que los paros. Que los camiones, que los colectivos, que la burocracia, que la crisis. Todo ha sido excusa, por décadas, en torno a un problema recurrente: los baches.

La ciudad entera, aún en sus barrios ABC-1, se encuentra atravesada por ese grave drama, que se cruza de manera casi diabólica con otras penurias. Los desagües pendientes (o deficientes) impiden percibir la profundidad de estos auténticos cráteres urbanos. El transporte público y los vehículos privados destrozan sus ruedas, amortiguadores u otras piezas vitales para asegurar un traslado seguro y sin riesgo. Claro está, nadie asume esos costos injustos para el vecino que circula.

Las señales huelgan por ausencia: a veces los vecinos fabrican avisos caseros, y en algunos casos hasta remedan parcialmente los odiosos y frustrantes huecos, por pura supervivencia. Frenar en algún supuesto puede ser aprovechado por rateros al paso. En esquinas de barrios importantes -Centro, Alta Córdoba, General Paz- una combinación letal entre semáforos apagados y baches gigantes por esquivar nos llevan, en el intento por cruzar la cuadra, a la exacta combinación entre quimera y distopía. En tanto, una publicidad oficial da cuenta del inicio de 27 frentes simultáneos de bacheo”, sin indicar cuáles son, menos su tiempo de ejecución. Parece una broma, si no un liso y llano insulto.

The Hilton that wasn’t

– ¿Cómo? ¿Acá iba a haber un Hilton?

– Afirmativo. (Me confirma una fuente confiable, entre misteriosa y nostálgica). 

Hacia fines de los 80, con muchas obras importantes ya concretadas (entre ellas la Costanera y el Nuevo Mercado de Abasto), la ciudad se abría a la inversión extranjera. El turismo de convenciones y negocios era una opción que se venía. Siempre según mi fuente, en los despachos de la Dirección de Obras Privadas de la ciudad se presentaban carpetas importantes, casi todos los días. La del Hilton, cuyo emplazamiento estaba previsto en el ex Mercado de Abasto, fue contemporánea a la de Nuevocentro Shopping, que reconvirtió una barranca y abrió las puertas a la construcción del Hotel Sheraton.

Sigue el relato: la gestión municipal de entonces (Mestre padre) estaba entusiasmada; se proyectaba un completo relanzamiento del mercado inmobiliario en el sector, pegado al centro de la ciudad. Se le planteaba al municipio la construcción de infraestructura complementaria: trazado de calles y parquización, entre otras intervenciones. Pero el proyecto fue perdiendo volumen, aunque se desconocen los motivos de ello, y la desidia ganó espacio, una vez más. A tal punto, que años después se decidió que el estratégico espacio fuera sede del Concejo Deliberante local.

Lo demás, es historia conocida: algunas paredes, hierros, un basural, y juicios millonarios, son el testimonio de un nuevo fracaso institucional, cívico y urbano.

No parece que la actual gestión vaya a recuperar la iniciativa, aunque ha lanzado anuncios y amagues de construir un nuevo edificio. Por cierto: de construirse alguna vez, será albergue del estamento político más desprestigiado socialmente, y por propia defección, como el Concejo Deliberante. Y no tendrá tampoco impacto en la renovación del deteriorado espacio urbano.

Mientras pienso en el Hilton que no fue, me digo que, a pesar de algunos fuegos de artificio, seguimos esperando una planificación razonable, de largo plazo, en ese y otros sectores de nuestra ciudad.

¿Por qué los subtítulos en inglés?, me pregunta el Director cuando le mando esta columna. Le cuento que una de las dificultades para negociar con la empresa Hilton fue la carencia de funcionarios municipales de confianza con algún dominio de la lengua de Shakespeare. Mientras me arriesgo con los subtítulos me pregunto si seguiremos igual. Espero que no.

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