Según la Real Academia Española, posverdad es la «distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». Esta definición cabe para describir la comunicación social masiva en alimentación y nutrición de los últimos años.
La alimentación es un tema cotidiano. En mayor o menor medida, y con distintas calidades, todos comemos. Por esta razón, todos opinamos y comentamos sobre los alimentos, recetas saludables, prácticas y mitos asociados a la alimentación.
¿Quién no le ha dado «la mejor receta» a un amigo o familiar? De hecho, así se construye la cultura alimentaria de un grupo poblacional. Las comidas se pasan entre generaciones, se enmarcan en tradiciones o celebraciones religiosas, representan una región, surgen en función de las dinámicas sociales, y muchas otras circunstancias que los nutricionistas debemos ayudar a que no se pierdan, se adecúen a cada persona o se reconstruyan en función a una nueva evidencia científica.
El problema se presenta cuando, como consumidores, creemos y confiamos que nuestra alimentación es la mejor opción, pero no solo individualmente, sino para todas las personas que nos rodean y más. Así, se empiezan a realizar fuertes recomendaciones en pro de su alimentación, para pasar luego a la persuasión, hasta la radicalización de las pautas alimentarias, categorizando no solo a la alimentación, sino a las personas, en buenas o malas, apropiadas o inapropiadas, beneficiosas o dañinas; con una argumentación que a simple vista puede ser genuina pero que cuando se profundiza, pierde fundamento.
Esta defensa a «la mejor forma de alimentarse para mí y para todos» desconsidera que una persona es distinta a otra, y no contempla sus particularidades; entre ellas, las cuestiones de salud.
Muchas veces estas aseveraciones ocultan simple irresponsabilidad, pero otras, en cambio, responden a intereses económicos, ideológicos, de posicionamiento y de poder del divulgador. O, meramente, a la gratificación personal de engrosar el número efímero de seguidores o lectores.
Durante la pandemia hemos aprendido mucho sobre la comunicación en salud, y ha sido parte de las estrategias de intervención para la prevención y control del Covid-19. Entonces, ¿por qué creer que cuando hablamos de alimentación y nutrición en los medios masivos, no estamos generando nuevas prácticas y conductas alimentarias en las personas?
La comunicación masiva, inclusive en temas cotidianos como los alimentos, no tiene los mismos efectos que una conversación trivial entre conocidos.
Los licenciados en Nutrición tenemos el compromiso y la responsabilidad de abordar el tema y comunicar seriamente en base a las evidencias que sustentan nuestro quehacer profesional. Tenemos la obligación de ayudar a la población a descubrir los discursos que distorsionan deliberadamente una realidad sobre los alimentos y la nutrición, manipulando las creencias y emociones de los consumidores, con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes de la población, muchas veces con una retribución individual.
Por parte del consumidor, la consulta con licenciados o especialistas en Nutrición siempre será la mejor opción para aprender e informarse.
Licenciada en Nutrición, directora de la Carrera de Nutrición de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral