En Argentina, alrededor del 10% y 15% de la población padece algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria (TCA), una problemática que se profundizó tras la pandemia. De ese total, cerca del 90% corresponde a mujeres y el 10% a varones. Nuestro país ocupa, después de Japón, el segundo lugar en el mundo con mayor prevalencia de estas afecciones. Si bien la mayoría de los casos aparecen durante la pubertad o la adolescencia temprana, etapas en las que el cuerpo comienza a transformarse y a recibir nuevas miradas externas y propias, los TCA también pueden manifestarse en la adultez.
Ante estas cifras alarmantes, que hoy en día constituyen un conflicto socio cultural, desde Hoy Día Córdoba dialogamos con la licenciada Paola Álvarez, presidenta de la fundación AIPAA (Fundación para la Asistencia Interdisciplinaria de Patologías Alimentarias y de la Adolescencia). La institución, con más de 30 años de trayectoria, está integrada por un grupo de profesionales formados en las disciplinas de psicología, nutrición y medicina, que abordan de manera integral e interdisciplinar estas patologías.
HDC: ¿Hace cuanto existe la fundación? ¿Cuál es el enfoque para abordar el tratamiento de los TCA?
Paola: En AIPAA estamos trabajando hace más de 30 años en todo lo que tiene que ver con trastornos alimentarios, entendidos por anorexia, bulimia, obesidad, entre otras. Hay psicólogos, una nutricionista, y en este momento no contamos con psiquiatría, pero ha habido psiquiatras.
Nuestra perspectiva, a diferencia de otros centros, no está enfocada en el síntoma, no hay un control estricto en cuanto a eso, sino que se busca descubrir por qué se desarrolla. Es decir, las razones, los determinantes, de por qué una persona se relaciona de cierta manera con la comida, con su cuerpo. Entendiendo que si no trabajamos con las causas, difícilmente podamos rebatir el síntoma, porque sino, probablemente, aparezca otro nuevo. No prescribimos una dieta que diga que es lo que el paciente tiene que comer si no que se va trabajando y acompañando, especialmente en lo que es nutrición y clínica médica para que el paciente pueda adquirir hábitos.
HDC: Hablando del enfoque del equipo interdisciplinario, ¿Qué rol cumpliría cada especialidad en el acompañamiento y en el tratamiento?
Paola: Este tipo de patologías son muy complejas. Solamente abordarlo desde una mirada, desde una visión, es muy difícil. Yo como psicóloga puedo estar delante del paciente e identificar que pasa algo, pero no puedo estar preguntando ¿Qué comiste? ¿Qué no comiste? ¿Cómo te salió el potasio? Porque también eso obtura el proceso psicoterapéutico, psicoanalítico. Entonces, es necesario el acompañamiento de las otras disciplinas.
Teniendo en cuenta que un trastorno alimentario es una salida que el paciente encontró una problemática, yo siempre les digo para que lo entiendan fácilmente, que es como un salvavidas en medio del mar. Si yo de pronto llevo un plan alimentario y les digo “vos tenés que comer, vos tenés que hacer esto” o los controlo para ir al baño, a ver si vomitan, les quito esa salida. Entonces hay que ir trabajando para que el paciente pueda encontrar otros apoyos para salir del conflicto.
HDC: ¿Qué edades son las más frecuentes a la hora de acudir a la consulta?
Paola: Cambió mucho en el último tiempo. Hace años atrás, llegaban niñas con anorexia, te diría de 15, 16 años, con bajísimo peso, acompañada por sus padres. Obviamente el paciente no quería estar ahí. En el último tiempo, con todos los cambios sociales que han acontecido, yo creo que en nuestro país, en el mundo general, prima la imagen, entonces se disfrazan ciertas cosas por la idea de un cuerpo fit, y empiezan a aparecer más las patologías del orden de la bulimia. En realidad no llegan a la consulta anoréxicas o bulímicas vera sino personas que presentan algunos síntomas más parciales. Hay mucha obesidad también, muchísimo sobrepeso. Tenemos muchos pacientes adultos, mayores de 40 y hemos tenido pacientes de cerca de 70 años.
HDC: ¿Las y los jóvenes acuden por sí mismos o por iniciativa de la familia?
Paola: Es muy raro pero hay casos. Hace poco hemos tomado la consulta de una chica que tiene 16 años, que gestionó todo ella sola, no hay familia ahí. Nosotros tenemos una política, un encuadre, en que los menores no pueden venir a una consulta solos, sin adulto responsable. Entonces ella se las ingenió para venir con la abuela. Porque la madre y el padre siempre estaban ocupados.
HDC: Quizás es un facilitador, no tener a alguien que atienda los síntomas.
Paola: En la diaria hemos recibido casos en donde los padres vienen desesperados porque tienen hijas con 35 kilos. Y yo les pregunto cómo fue el proceso, porque nadie se levanta un día y tiene 35 kilos. Y resulta que hay una parte de esa transición de la que no tienen idea.
HDC: ¿Hay algún sentimiento o emoción primordial o frecuente entre las chicas que consultan?
Paola: Aparece la necesidad de controlar algo que se les hace incontrolable. Esto no es un determinante, pero por algo surge en la adolescencia. En la pubertad durante el proceso de subjetivación, vemos que no ha existido la sensación de que van a poder enfrentar diferentes situaciones. Dada determinada edad, en que hay salir al mundo y enfrentarse con ciertas cosas, no saben con qué. No intelectualmente, porque por lo general en los trastornos alimentarios encontrás pacientes muy inteligentes, eso no está afectado, pero no tienen la inteligencia emocional para poder enfrentar cuestiones de la vida. La lectura que se hacía en otros tiempos es que las adolescentes desdibujan con esa flacura el cuerpo de una mujer, porque no saben qué hacer con ese cuerpo que emocionalmente no está preparado para enfrentar las curvas.
HDC: ¿Por parte de los y las pacientes, existe una dificultad a la hora de expresar los síntomas?
Paola: Sí. No es que no puedan saber que tienen un trato especial con la comida, pero hay algo que se les pasa de vista. Quizás ellas a veces se ven sorprendidas, preguntandose qué fue lo que pasó con todo. Es distinto el sentimiento o la postura subjetiva de la anoréxica y una persona que tiene síntomas bulímicos. En la anorexia aparece mucho la ansiedad, hay un control en la afectividad. Es un paciente mucho más controlada.
En la bulimia la afectividad está a flor de piel: como come mucho, habla mucho. Pero quizás en ese hablar no dice tanto. Entonces trabajamos sobre eso. Lo que sí pasa en las formas alimentarias en general, es que el paciente no tiene una conexión entre el afecto y el cuerpo. Ese lazo, una situación que despierta un aspecto, como cuando uno dice “estoy nerviosa, o estoy angustiada, no puedo comer” no está. Hay que trabajar en eso. Hablando en términos alimentarios, no pueden digerirlo.
HDC: ¿Cuáles son los primeros signos de alerta que familiares podrían detectar?
Paola: Por lo general empiezan con cuestiones del cuerpo bien básicas. En los últimos años ha habido una proliferación de niñas que desde edades muy tempranas, por ejemplo, catorce, trece años, piden ir a una nutricionista. Y muchas veces los padres acceden a eso y ahí empieza todo un derrotero. Ahora con la proliferación de las redes sociales, los chicos tienen acceso a coachs alimentarias, algunas sin formación (sin descalificar a las que sí son profesionales) y ahí empiezan a armar o a adoptar esas dietas.
También hay pacientes muy jovencitas, que vienen queriendo ser vegetarianas o veganas. Y vos empezás a indagar, y aparece que no tiene que ver con una filosofía de vida, que a esa edad todavía no se ha configurado, sino que tiene que ver con una salida o escape.
HDC: ¿Cuáles crees que son hoy los factores sociales o culturales que más influyen en el desarrollo de estos trastornos?
Paola: Yo creo que vivimos en un mundo en donde se privilegia la imagen. El capitalismo tiende a eso. Todo el tiempo estás comprando cosas y también te venden un cuerpo, porque dentro del parámetro económico, está ese cuerpo fit que alimenta la industria de los gimnasios, los suplementos proteicos y demás. Y las redes sociales generan un bombardeo constante incluso para las personas adultas. Imaginate para un adolescente.
Otro de los factores que también influyen mucho, precisamente en este sistema económico, es que no hay una familia que esté en casa, que pueda ir observando, porque los padres trabajan y los chicos están muy solos, entonces no hay quien las cocine o que sepa que están comiendo.
HDC: ¿Acuden varones al centro también?
Paola: Sí, por lo general varón consulta más por sobrepeso. Pero hay algunos casos donde aparece un trastorno más asociado a la anorexia, no tanto a la bulimia.
HDC: ¿Hubo cambios en los últimos años en la forma en que los jóvenes hablan o se relacionan con la alimentación y la imagen corporal?
Paola: Yo no sé si hubo un cambio. Sí, creo que ha aparecido esto que “de los cuerpos no se habla”. Esto es una postura totalmente personal: yo creo que es difícil no hablar, distinto es hacer un juicio de valor acerca del cuerpo. Pero a veces el cuerpo aparece en el lenguaje, porque también es nuestra manera de expresarnos. No estoy hablando en torno al peso, sino en torno a todo.
Quizás los jóvenes traen un puntapié inicial muchas veces. A veces también son quienes detectan el compañero, que al amigo algo le está pasando. Hemos recibido muchas pacientes que desde el colegio, desde el gabinete psicopedagógico, han identificado lo que les pasaba porque las compañeras iban a hablar.
HDC: ¿Se manifiesta una suerte de vergüenza u ocultamiento por parte de los pacientes en cuanto al trastorno?
Paola: Yo no sé si es vergüenza, porque al contrario, especialmente en cuanto a la anorexia, el control se considera un triunfo, se sienten bien porque creen tener el control. Sí lo que parece es el ocultamiento, por la simple razón de que al ser descubiertas, probablemente los padres intervengan. La vergüenza en todo caso aparece no por la sintomatología, sino por ese cuerpo que no es el socialmente aceptado.









