La iglesia católica está cada vez más preocupada por la creciente falta de trabajo en los sectores más humildes y el aumento en la demanda de alimentos en los comedores comunitarios. Esta situación es un retrato de la profundización de la recesión y de la pobreza, donde muchos que antes podían subsistir con trabajos informales ahora se ven obligados a buscar ayuda para alimentar a sus familias.
En este marco, días atrás el obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Carrara, quien ocupa la vicepresidencia de Cáritas, expuso el síntoma de la recesión en la clase baja, al contar que la clase media empezó a sentir el impacto de la crisis económica y dejó de darle trabajo a los sectores más humildes, que están inmersos, en muchos casos, en la economía informal.
La iglesia ve la situación como una cadena negativa: la gente se queda sin trabajo, crece la pobreza y aumenta la demanda en los comedores ubicados en los barrios más pobres. “En los últimos meses aumentó la demanda en los comedores. Viene gente que antes no venía. O viene gente que venía muy cada tanto. Pero también vienen muchos que tienen trabajo formal pero que no les alcanza para comer. Se está viendo una caída abrupta del empleo”, sostuvo el padre Lorenzo “Toto” de Vedia.
Esta realidad se manifiesta con claridad en el conurbano bonaerense, pero se extiende a lo largo y ancho del país. En esa línea, según un informe Observatorio de tarifas y subsidios del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (UBA-Conicet), la canasta de servicios públicos de un hogar promedio en el Amba sin subsidios ya alcanza en agosto los $ 143.082 mensuales. Este gasto aumentó 0,3% respecto del mes anterior.