El Día Mundial del Inodoro, que se conmemora cada 19 de noviembre por iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, no es una efeméride menor ni excéntrica: es un llamado urgente a reconocer el rol fundamental que cumple el saneamiento en la salud, la dignidad y el desarrollo de las personas. El retrete, un objeto que muchos dan por sentado, sigue siendo un privilegio para casi la mitad de la población mundial.
Según datos internacionales, 3.500 millones de personas no cuentan con inodoro y 419 millones todavía deben defecar al aire libre, exponiéndose a enfermedades prevenibles y a entornos insalubres. Cada día, 1.000 niños menores de cinco años mueren por causas vinculadas al agua contaminada, la falta de higiene y la ausencia de sistemas adecuados de saneamiento. La ecuación es clara: por cada dólar invertido en infraestructura sanitaria, se ahorran cinco en costos médicos y productividad.
En Argentina, la realidad es también alarmante. Se estima que seis millones de personas, el 15% de la población, no tienen baño en sus viviendas. El déficit se profundiza en los barrios populares, donde el acceso formal a la red de agua apenas alcanza al 11,6% de los hogares y las conexiones cloacales al 2,5%. En zonas rurales dispersas, la brecha es aún mayor: un 18% de las familias sigue utilizando pozos improvisados o excavaciones como único sistema de eliminación de residuos.
Un baño es más que cuatro paredes
Tener un baño no solo permite higienizarse: evita enfermedades, reduce la mortalidad infantil, mejora la escolarización, fortalece la seguridad de mujeres y niñas, y garantiza dignidad. Un hogar sin saneamiento no es un hogar completo.
Durante 2024, los registros sanitarios contabilizaron más de mil casos de diarrea aguda, una de las principales causas de muerte infantil, pese a que gran parte podría prevenirse simplemente con el lavado de manos. La falta de infraestructura básica no solo deteriora la salud, sino que limita el desarrollo personal y colectivo.
La labor que transforma realidades
Ante este panorama, organizaciones como Módulo Sanitario trabajan desde 2015 para revertir la emergencia. Con la participación de más de 7.000 voluntarios, ya construyeron más de 1.950 baños, beneficiando a 8.400 personas en diez provincias. La ONG realiza un abordaje integral: acompaña a las familias, las capacita en hábitos de higiene e impulsa que participen de la construcción para fortalecer la apropiación del espacio.
Su lema, “Un balde no es un baño”, resume una verdad incómoda: miles de familias deben resolver sus necesidades en condiciones indignas, muchas veces en el patio o con recipientes improvisados.
Un llamado global y urgente
La ONU instauró en 2013 esta fecha para derribar tabúes, visibilizar la problemática e impulsar a los gobiernos a priorizar el saneamiento dentro de la agenda de desarrollo. La meta, incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es alcanzar el acceso universal para 2030, un desafío que aún parece lejano.
Mientras tanto, el Día del Retrete recuerda que lo que para algunos es cotidiano, para otros hoy es un lujo inalcanzable. Un baño puede cambiar una vida: reduce enfermedades, genera oportunidades, devuelve dignidad. La efeméride invita a mirar hacia adentro, y hacia afuera, y reconocer que el derecho al saneamiento aún está lejos de estar garantizado.
Argentina con el salario mínimo más bajo de la región y en un nivel previo al 2001









