El estudio fue realizado por Sánchez, investigadora becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y especialista en estudios de género del CEA que depende de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC.
En el marco de una tesis doctoral sobre estudios de género, Sánchez abordó las experiencias de mujeres evangélicas en torno a su fe cristiana, y en ese sentido trató de comprender de qué manera vivencian las normas evangélicas de género en sus propias comunidades religiosas.
La investigadora se crio en la congregación Hermanos Libres y conoce «desde adentro» esta realidad.
En el tránsito a esa comprensión planteó la búsqueda de respuestas sobre la base de estos interrogantes: ¿Qué formas adquiere la violencia contra ellas en los contextos religiosos? ¿Cómo se sostienen y justifican las relaciones de dominación?¿Qué estrategias despliegan para cuestionar algunos mandatos?.
Sánchez manifestó que la investigación se centró en entrevistas dentro de la comunidad religiosa ‘Hermanos Libres’, una de las más numerosas dentro de las iglesias evangélicas que, según estimó, suman más de 200 en la provincia de Córdoba y que su presencia «viene en constante desarrollo en el país desde los años veinte».
Su origen migratorio misionero se inicia particularmente en Inglaterra e Irlanda, con mucha presencia social a través de misiones evangelizadoras, lectura de la Biblia, comedores y merenderos en comunidades vulnerables y que, en general, «han asumido posiciones opuestas a la ampliación de derechos de las mujeres y LGBTIQ+».
Sin embargo, durante las entrevistas, varias mujeres dieron sus «testimonios a favor del feminismo y, en algunos casos, también reconocieron rasgos de violencia en la comunidad religiosa», sostuvo la autora de la investigación.
Además de las entrevistas a la feligresía de esa comunidad evangélica, también realizó consultas en unas 15 instituciones afines y espacios por afuera de las iglesias.
Entre las conclusiones detalló que las normas religiosas de género dentro del culto evangélico se dan en un contexto de «dominación».
En ese sentido añadió que la «buena mujer evangélica», se forma a través del «ejercicio del poder, centrados principalmente en el uso de fragmentos bíblicos que sostienen y justifican determinadas formas de violencia hacia las mujeres, desvalorizan sus capacidades y silencian sus opiniones. Se promueve la subordinación como forma de vivir».
En uno de los párrafos del texto publicado, Sánchez sostuvo que «el ejercicio del poder y dominación» se observa en los pastores y líderes que «son los únicos autorizados para interpretar la Biblia», y que las amenazas de ser excluidas en caso de no cumplir con las normas «afectan fuertemente la salud emocional de las mujeres, y se asocian a una baja autoestima, depresión y ansiedad, entre otras efectos vinculados a la violencia de género».
Otro de los mandatos identificados por la investigadora son la «obediencia al marido dentro del matrimonio y la sujeción a la autoridad, junto con el decoro en la estética de las mujeres y el recato a la hora de vestir, y un decoro actitudinal, referido a que mantengan un perfil bajo y no pretendan llamar la atención».
Sánchez mencionó también que cuando una mujer pone en duda o se aleja de estos principios «aparece el castigo y la reprimenda por incumplimiento de las normas, y las figuras de mujer problemática y cuestionadora».
Sobre el tema agregó que esa caracterización «no sólo afecta a la mujer en el interior del espacio religioso sino que se traslada también al espacio familiar como lugar de transmisión de las normas sociales y religiosas».
Finalmente Sánchez especificó que esas normas no están escritas en ningún lugar, sino que se transmiten generacionalmente a través de las costumbres, las interpretaciones bíblicas y la tradición cultural, y advirtió que se trata de «normas ideales», en el sentido de que no se cumplen de manera absoluta ni acabada y que, por lo general, «están presentes en otras corrientes de la religión evangélica».