Y así llegó fin de año, con muchas cosas en la cabeza como si ya no pudiéramos sostener una, con fiaca y cansancio. Pero se llegó. Cómo llegaste hasta acá, a unos pocos días de que sea 2026, te regalamos un par de magia y bonanza en rituales, que podes hacer con mucha fe el primero o el 31 para que este año que viene se te de eso que tanto deseas o queres.
Los rituales de fin de año vienen de una mezcla de tradiciones agrícolas ancestrales, que celebraban los ciclos de cosecha y siembra (como en Mesopotamia), creencias paganas de purificación y buena fortuna, y costumbres populares que se adaptaron a la celebración del nuevo calendario gregoriano para cerrar ciclos y renovar la esperanza en un nuevo comienzo.
Rituales para la abundancia en lo laboral y económico
Todos conocemos el ritual de las doce uvas a las 00, esta vez tratamos de ahondar más con las personas que se dedican a la espiritualidad y lo esotérico, entre muchos se nos mencionaron los que hasta ahora, a esta astróloga, le dio más resultados: la canela y las lentejas.
Dicho esto, pensa en lo que queres y prepárate para manifestar!
Canela: dinero, prosperidad y abundancia

No exige horarios estrictos ni una puesta en escena elaborada: puede realizarse el 31 de diciembre en cualquier momento del día o también el 1° de enero, sin necesidad de esperar la medianoche. La clave no está en el reloj, sino en la intención con la que se lo lleva a cabo.
El elemento central es la canela, puede ser en rama o en polvo. Desde tiempos antiguos, esta especia ha estado asociada al dinero, a la prosperidad y a la abundancia.
En distintas culturas fue utilizada como ofrenda, amuleto o ingrediente ritual para atraer bienestar material y energético.
El primer paso del ritual consiste en colocar un poco de canela dentro de los zapatos que se vayan a usar ese día. Los pies concentran una gran cantidad de terminaciones nerviosas y representan el punto de contacto permanente con lo terrenal, con el mundo concreto y material.
Son, simbólicamente, la base desde la cual avanzamos. Al introducir la canela en el calzado, la idea es “comenzar a caminar” el nuevo ciclo impregnado de abundancia, activando desde el cuerpo la intención de prosperidad.
Cada paso se convierte así en una afirmación silenciosa: pisar con decisión el año que comienza, abrir caminos laborales, atraer oportunidades económicas y sostener un flujo más próspero.
El ritual apela a la lógica de lo cotidiano: caminar es avanzar, y avanzar con canela es hacerlo con la energía de la abundancia.
Para quienes deseen potenciar el acto, existe un segundo gesto. Se trata de tomar una pequeña cantidad de canela en polvo y arrojarla para arriba, para que caiga encima nuestro, “como polvo de hada”.
Mientras se realiza, se recomienda conectar mentalmente con aquello que se desea alcanzar en el plano material: un trabajo soñado, un proyecto que necesita despegar, una compra postergada, una mejora económica largamente buscada.
Lentejas: riqueza y prosperidad

Entre los rituales de fin de año que prometen atraer abundancia y prosperidad, el de las lentejas ocupa un lugar especial. Popularizado tanto por la tradición popular como por el testimonio de figuras internacionales, Thalía, Penélope Cruz y Alejandro Sanz han mencionado públicamente su práctica, este gesto simbólico se repite cada 31 de diciembre como una forma de “sembrar” abundancia en el año que comienza.
Las lentejas son un alimento históricamente asociado a la riqueza y la prosperidad. Su simbolismo no es casual: por su forma redondeada recuerdan a una moneda y, al cocinarse, tienden a multiplicar su tamaño. Esa expansión es justamente la metáfora que sostiene el ritual: lo pequeño que crece, lo que se multiplica con el tiempo, lo que rinde frutos.
El momento indicado es la medianoche, cuando el reloj marca las 00 y el año nuevo se inaugura. En ese instante, se toma un puñado de lentejas con la mano izquierda y se arrojan hacia atrás, por encima del hombro.
El uso de la mano izquierda tiene una carga simbólica profunda: se la asocia al corazón, a las emociones y a la intención genuina. Además, en antiguas tradiciones de lectura de manos, la izquierda era la que hablaba del destino y del futuro.
El gesto debe hacerse de manera consciente. Antes de lanzar las lentejas, la pregunta es interna y directa: ¿qué deseo quiero atraer?, ¿cuál es mi intención más grande para el año que empieza?.
La prosperidad en este ritual, no es entendida soló como dinero, sino también como estabilidad, crecimiento, oportunidades y bienestar.
Al arrojarlas hacia atrás, la imagen mental es clara: soltar al universo esa intención, confiando en su retorno.
Luego viene el segundo paso, igual de importante. Se recogen las lentejas que se encuentren, sin arrojarlas demasiado lejos, y se guardan en una pequeña bolsita. Esa bolsita debe acompañar durante el año en la mochila, el bolso o la cartera de uso cotidiano. Son pocas, casi imperceptibles, pero su función es simbólica: mantener activa la intención de prosperidad, acompañar los movimientos diarios y recordar el deseo inicial.
Más que un amuleto, el ritual de las lentejas propone un compromiso. Una forma de iniciar el año con una intención clara, llevando la abundancia como compañía silenciosa y recordando, en cada paso, aquello que se quiere construir.
Para el amor
Los rituales vinculados al amor no prometen fórmulas mágicas, pero sí proponen un ejercicio de intención, deseo y apertura emocional. Entre los más populares se combinan símbolos, gestos y palabras: el color rojo, la escritura consciente y un ritual tan llamativo como meterse debajo de la mesa en el instante exacto del cambio de año.
El primero de estos gestos comienza incluso antes del 31 de diciembre. La ropa interior roja. El rojo representa el deseo, el movimiento y la fuerza emocional necesaria para habitar un vínculo nuevo.
Carta de intención

Días antes de fin de año, se escribe una carta como si esa relación que uno desea ya existiera. No se trata de pedir, sino de agradecer.
En el texto se describe, una por una, las características que se desean en una pareja, valores, gestos, formas de amar, y se las agradece en tiempo presente, como si esa persona ya formara parte de la vida.
La actriz y cantante Jimena Barón contó públicamente que realizó este ritual y que, tiempo después, conoció al hombre con el que hoy formó una familia, reforzando la popularidad de esta práctica.
La clave está en el enfoque: escribir desde la certeza, no desde la carencia. Una vez terminada, la carta se dobla y se guarda en la billetera, un objeto que acompaña a diario y que simboliza lo personal y lo valioso. Al llegar la medianoche del 1° de enero, es importante que la carta esté bajo la palma de la mano, sellando así la intención en el momento exacto del inicio del nuevo año.
Corre y metete abajo de la mesa

El segundo ritual, es el de meterse debajo de la mesa. Lejos de ser un simple acto impulsivo, tiene una lógica ritual: se desciende al suelo, al punto más cercano a la tierra, para “entregar” el deseo amoroso a lo esencial. La recomendación clave es hacerlo con una copa en la mano. Esa copa representa un brindis personal, un compromiso con uno mismo y con la relación que se desea atraer.
Para viajar
Valija vacia: espacio disponible para nuevas experiencias

Entre los rituales de fin de año que apuntan a abrir caminos y expandir horizontes, el vinculado a los viajes se destaca por su simpleza y potencia simbólica.
El gesto más conocido es el de salir a dar una vuelta a la manzana con una valija vacía apenas pasadas las 00 del 1° de enero. La escena puede parecer curiosa, pero su sentido es claro: la valija representa el viaje posible, el espacio disponible para nuevas experiencias.
Que esté vacía no es una carencia, sino una invitación. Simboliza disponibilidad, apertura y libertad para llenarla con trayectos, historias y destinos aún no definidos. Caminar con ella implica activar el movimiento, “poner el cuerpo” al deseo de viajar y comenzar el año en acción.
El momento tampoco es casual. Hacerlo después de la medianoche refuerza la idea de inicio, de primer paso concreto dentro del nuevo ciclo.
Una luz y un destino

Para quienes prefieren una versión más íntima o complementaria, existe otra opción igualmente simbólica: iluminar el destino al que se desea viajar. Puede tratarse de un objeto alusivo, un adorno, un llavero, un imán, o incluso una foto impresa del lugar soñado.
Lo importante es que represente de forma clara ese viaje anhelado. Ese objeto debe permanecer iluminado durante toda la noche del 1° de enero, como una manera de “poner en foco” el deseo.
La luz cumple aquí un rol central. Iluminar es señalar, y dar visibilidad. Traer ese destino al presente, mantenerlo encendido en la mente y en la intención.
Ambos rituales comparten una misma lógica: viajar no es solo trasladarse, sino habilitar la posibilidad. Ya sea caminando con una valija o iluminando un destino, el mensaje es el mismo: abrir el año al movimiento, a lo nuevo y a los caminos que todavía están por descubrirse.
Deshacerse de las malas energías, renovación y buenas vibras para el año que viene

Antes de la medianoche. A mano y con letra propia, se escribe en un papel todo aquello que se desea dejar atrás: miedos, enojos, vínculos que ya no suman, hábitos nocivos, frustraciones, la sensación de escasez o incluso la mala suerte.
La escritura manuscrita funciona como un primer paso de toma de conciencia: obliga a poner en palabras lo que pesa.Llegadas las 00, ese papel se entrega al fuego. Se trata de un cierre simbólico.
El fuego destruye, pero también purifica; consume, pero al mismo tiempo transforma. Al quemar el papel, lo viejo deja de existir en su forma original y se convierte en ceniza, humo y aire. Es la imagen concreta de la liberación, transformación y renovación.
Calor intenso para la semana de fin de año: con un 31 donde la máxima será de 38°









