Por Azul Arrascaeta (de nuestra Redacción)
En la provincia de Córdoba, la externación de pacientes psiquiátricos emerge como una tarea vital en la desmanicomialización, buscando brindar mayor autonomía e inclusión en la comunidad. Esto implica la inclusión en el ámbito laboral, en la capacitación de un oficio o en retomar estudios. A pesar de los grandes esfuerzos de los profesionales y quienes trabajan en este ámbito, actualmente existen muy pocos dispositivos tras 13 años de sancionada la ley de salud mental.
Los dispositivos de externación son de vital importancia para el progreso de pacientes en salud mental, ya que se trabaja toda la autonomía y la restitución de los derechos de la ciudadanía que se pierden en diversas circunstancias y con las internaciones a largo plazo. Mirna Ramos, trabajadora social en el equipo interdisciplinario del Hospital Neuropsiquiátrico, señala que en el ámbito público hay muchas personas que al ser dadas de alta se encuentran en un estado de total vulnerabilidad, porque además del padecimiento que se tiene se le suma la pobreza, la falta de recursos y la falta de contención social.
Por este motivo, Ramos, junto con su compañera de trabajo Liliana Carrizo, explican que los dispositivos como las casas de medio camino, las casas asistidas y las de convivencia son muy importantes para trabajar de manera integral. Estas últimas se centran en la autonomía del paciente, a diferencia de las otras que son un espacio temporal y limitado, estas son utilizadas por los pacientes hasta el momento que ya se sientan seguros de poder realizar sus proyectos de vida fuera de ella. En Córdoba fue fundada una en el año 2012 y autogestionada por quienes forman parte del Servicio Social del Hospital Neuropsiquiátrico, pero que tras la subida del precio del alquiler debió ser desalojada recientemente.
En este sentido, la falta de reconocimiento estatal, tanto en términos de horas de trabajo como de recursos, añade presión a estos dispositivos. Asimismo, la discriminación social persiste, y la estigmatización de las personas con padecimientos psiquiátricos dificulta la búsqueda de vivienda y empleo.
“La casa de convivencia se mantiene con ayuda de la cooperadora del hospital y el aporte de los pacientes, mientras que el hospital brinda los frescos. En una pensión común son muy discriminados, ya que está instalada esa visión social del «loco» que te puede hacer algo o dañar a alguien“, comentó Carrizo.
Del mismo modo, Ramos añadió: “Me duele mucho la mirada discriminatoria. La persona con un padecimiento psiquiátrico, es una persona, un sujeto de derechos como todos y que necesita del acompañamiento y un tratamiento como toda persona que sufre alguna enfermedad. Es una deuda que tenemos como sociedad, un trabajo sociocultural importantísimo: el acompañamiento, la contención y el tratamiento“.
En ese marco, el doctor Pablo Carrizo, psiquiatra del Hospital, destaca que actualmente se da una fragmentación en la medicina muy marcada, en donde los psiquiatras terminan siendo solo farmacólogos. “El psiquiatra que más sabe es el que quizás más pide la asistencia de otras disciplinas y es el que menos medica“, afirmó.
Asimismo, volvió a resaltar que al paciente hay que tratarlo desde la interdisciplina y para eso lo primero que debe haber es recurso humano, que en este momento es lo que más escasea.
En el Neuropsiquiatrico el número de psicólogos y trabajadoras sociales es bajísimo, casi inexistente, dificultando mucho el tratamiento de los pacientes. “Si hubiera más lugares de estadía media o prolongada para los pacientes, aflojaría mucho la población del hospital, que termina funcionando como un hospedaje para quienes no tienen a donde ir”, apuntó Carrizo.
A raíz de eso, comentó que en el hospital el progreso es que no tengas recaídas y termina siendo contraproducente, porque se pone el ojo solo en los síntomas llamados positivos: delirios, alucinaciones, los más invasivos y los más visibles. Pero cuando el paciente se estabiliza queda muy negativizado, es decir, persisten los síntomas negativos. Esto es el desprendimiento afectivo que se manifiesta incluso antes que los síntomas positivos. Se trata de no poder sostener un trabajo, lazos afectivos y la actividad en la vida diaria queda apagada. Quedan excluidos de un montón de cosas, sobre todo en lo que se refiera a lo social.
Desde esta perspectiva, el doctor citó a Sigmund Freud: “Si me preguntan qué es salud mental, les contesto que es la capacidad de amar y trabajar”. Si vos podes trabajar, amar, relacionarte y tener la capacidad de transformar el mundo que te rodea, tenes salud mental. Por lo que hace falta un presupuesto claro de parte del estado y un recurso humano amplio para tratar estos temas. Porque también en la reducción que existe de todos los dispositivos, se recorta el tiempo que uno tiene con el paciente: sólo hay cinco o 10 minutos con cada uno. Como si la productividad del médico fuera la cantidad de pacientes y la cantidad de recetas dadas.
Como sociedad tenemos que empezar a pensar en el otro, verlo, porque al final se transforman en los invisibles y los que nadie quiere ver. Termina siendo deshumanizado para que no le moleste a la vista del otro y no se aborda socialmente. Hay que abrir una llamada a la reflexión ética y moral que resuena: ¿cómo sociedad, estamos dispuestos a ver y abordar a aquellos que a menudo permanecen invisibles?