Un cuerpo que habla y se comunica de muchas formas cuando siente.
“Monotonía”, “La Bicicleta”, «La tortura» y una interpretación con visuales para uno de sus más recientes hits «Copa vacia». Y si hay algo que Shakira domina como nadie, es el lenguaje del cuerpo. Así, su movimiento de caderas volvió a cobrar protagonismo.
El corazón del público: las canciones que no podían faltar
La seguidilla de “Pies Descalzos, Sueños Blancos”, “Antología”, «Inevitable» “Día de Enero” fue, para muchos, el momento más esperado de la noche. Canciones que habían quedado pendientes en la primera fecha y que, esta vez, sonaron completas, potentes y cargadas de emoción. Córdoba las cantó como si fueran propias, cerrando una deuda pendiente.
El tramo final del concierto condensó el espíritu de toda la noche
Antes de llegar a “La Loba”, Shakira desató una explosión colectiva con “Waka Waka (This Time for Africa)”, transformando el estadio en una fiesta mundialista cargada de energía y celebración.
Luego, el escenario se convirtió en un ritual: una loba gigante emergió en el centro, escoltada por los diez mandamientos que sintetizan su presente artístico y personal.
Entre ellos, cuatro resonaron con fuerza como un manifiesto de empoderamiento y resiliencia: no pedir permiso para ser una misma, bailar y cantar para sanar, aullar porque nadie puede callarte y elegir el propio camino sin imposiciones.
Al ritmo de “La Loba” y la sesión 53 junto a Bizarrap, Shakira selló un cierre tan simbólico como contundente, dejando un mensaje claro de amor propio y fortaleza tras años difíciles, y reafirmando que su regreso no fue solo musical, sino profundamente humano.
Shakira dio revancha y deslumbró en el cierre de su gira latinoamericana