Las elecciones legislativas del pasado domingo en Colombia presentan una serie de peculiaridades interesantes. No son pocos quienes ya las ven como un parteaguas en la historia reciente del país cafetero. Especialmente porque prefiguran los comicios presidenciales del próximo 29 de mayo. Allí, por primera vez en los últimos 50 años, un candidato de izquierda parte como favorito, con serias posibilidades de convertirse en el próximo inquilino de la Casa de Nariño.
El principal triunfador de la jornada fue, efectivamente, Gustavo Petro, quien junto a su competidora dentro de la coalición Pacto Histórico, Francia Márquez, ocuparon respectivamente el primer y segundo lugar en el Senado y en la Cámara de Representantes. El partido más votado, además, fue Pacto Histórico, la coalición que nuclea a las principales formaciones políticas de izquierda, y que llevará a Petro como cabeza de lista en las presidenciales de mayo.
Se trató de la primera vez en la historia del país, que la izquierda triunfó y se quedó con el primer puesto en una elección legislativa.
Fueron electos en total 108 senadores y 188 miembros de la Cámara de Representantes. El “Pacto Histórico Colombia Puede” es una coalición que se lanzó hace relativamente poco tiempo, el 11 de febrero de 2021. La integran, entre otros, el Partido Comunista de Colombia, el Partido del Trabajo, Congreso de los Pueblos, Colombia Humana (que preside Petro), Autoridades Indígenas, Unidad Patriótica o Poder Ciudadano (liderado por Piedad Córdoba). Todos los partidos miembros de la coalición se encuadran mayoritariamente dentro de la izquierda o la extrema izquierda de inspiración comunista, marxista e indigenista, y, en menor medida, la socialdemocracia. De manera inédita en la historia colombiana, las formaciones de este talante ideológico lograron confluir en un solo aparato electoral, dirimiendo las candidaturas de forma democrática y, luego, encolumnados todas detrás del candidato mayoritario: Petro.
Pacto Histórico alcanzó el 15%, derrotando así al Partido Liberal y al uribismo, con el partido de gobierno Centro Democrático, que quedó en muy mala posición de cara a mayo.
Gustavo Petro es un economista nacido en 1960 que tiene una vasta experiencia política. Fue alcalde de Bogotá entre 2012 y 2013, su mandato se suspendió debido a una petición de revocatoria de la oposición. En diciembre de ese año, la Procuraduría General de la Nación lo destituyó y lo inhabilitó por 15 años para ejercer cargos públicos, supuestamente por haber afectado la salud pública tras la crisis de basura, que sucedió en la capital del país en diciembre de 2012. Petro se presentó ante el Tribunal Superior y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los cuáles emitieron medidas cautelares en su favor. El 22 de abril de 2014, el Tribunal Superior de Bogotá ordenó acatar las cautelares, por lo que Petro regresó al cargo luego de 35 días de su destitución. Posteriormente, también quedó sin efecto su inhabilitación.
Además, Petro ya fue candidato a la presidencia previamente, en 2010 y en 2018. En ambas ocasiones fue derrotado, aunque en 2018 logró alcanzar la segunda vuelta. Esta vez, sabe que deberá pactar y acordar con otras fuerzas políticas para tener posibilidades de evitar el ballottage.
La debacle de Centro Democrático y del uribismo se explica a partir de la caída estrepitosa de la popularidad de Iván Duque, golpeada por las revueltas multitudinarias que asolan al país desde hace varios años, profundizada por los daños provocados por la pandemia. A su vez, el discurso y la figura de Álvaro Uribe también se encuentra profundamente dañada tras denuncias de corrupción y de vínculos con el narcotráfico, además de un desgaste de su discurso, que parece ya no interpelar a la mayoría de los colombianos.
La política tradicional del país ya no interpreta el sentir popular de la población. Una sociedad particularmente desigual, donde no sólo las protestas violentas, sino también las masacres contra líderes o militantes sociales se encuentran a la orden del día, y donde las fuerzas de seguridad tienen un poder inusitado, muy superior al que detentan en otros países de América Latina en el siglo XXI.
La izquierda colombiana se encuentra frente a un desafío histórico. Tras los acuerdos de paz con las FARC, el fantasma de la guerrilla y el comunismo ya no moviliza el miedo a la izquierda de la clase media, como lo hacía antaño. Ahora, los partidos progresistas pueden competir en el marco de la democracia sin tener que recibir ataques permanentes por una supuesta filiación a la guerrilla. Sin embargo, desde los sectores más duros del uribismo y la extrema derecha colombiana, sigue habiendo una campaña de difamación contra Petro y los dirigentes de Pacto Histórico que seguramente continuará a medida que se acerquen las elecciones del 29 de mayo.
La recta final de la campaña será fundamental para que Petro pueda consolidar su ventaja. Su principal objetivo es ganar en primera vuelta, algo extremadamente difícil, que solo pudo hacer el mismo Álvaro Uribe en 2002. Por lo pronto, Petro ha hecho todo lo que debía hacer para llegar hasta acá de la manera óptima posible. Quizás la izquierda arribe al poder, configurando un cambio aún más profundo en una región que está viviendo una nueva ola de gobiernos progresistas.