El pasado 24 de febrero se iniciaba el ingreso de las tropas rusas al territorio ucraniano dando comienzo a la invasión militar más grande en Europa desde la época de la Segunda Guerra Mundial. La decisión tomada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, fue anunciada como una “operación militar especial” que tenía como objetivo la “desnazificación” y “desmilitarización” de Ucrania.
Hoy, la guerra ingresa en su segundo mes de conflicto y Rusia logra controlar buena parte de la periferia noreste, este y casi todo el sur de Ucrania, mientras que mantiene un activo cerco en Kiev, la capital del país. Pese a la estrategia rusa de desgaste y asedio, que le ha valido ser acusada de perpetuar crímenes de guerra contra la población civil, el Ejército ucraniano resiste la invasión con mayor capacidad de la esperada incluso por sus aliados occidentales -EE.UU., la Unión Europea y la OTAN-, que le han suministrado todo tipo de armamento.
En coincidencia con el primer mes de conflicto, ayer Unicef informó que la violencia forzó a 4,3 millones de niños a huir de sus casas en Ucrania, más de la mitad de la población menor de edad del país. Además, según la ONU, el número de refugiados ya alcanzó los 3,67 millones, mientras que los muertos confirmados por el organismo llegaron 953 civiles fallecidos y 1.557 heridos, aunque aseguran que la cifra real es mayor.
La guerra también provocó un colapso económico que puso en jaque la recuperación de la economía mundial, que ya había sido golpeada por el Covid. La suba en los precios de los alimentos y la energía, no sólo supone una desaceleración de la recuperación, sino que amenaza con transformarse en “un huracán de hambre y el colapso del sistema alimentario mundial”, según Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
Pese a esta crisis y las negociaciones que mantienen las delegaciones de los dos países, no se han observado avances concretos que hagan esperable un fin al fuego en el breve plazo. Rusia insiste en que Ucrania debe declararse un país neutral, no unirse a la OTAN, reconocer la independencia de las provincias ucranianas rusoparlantes de Donetsk y Lugansk y la anexión de Crimea. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, por su parte, declaró que todas las decisiones que tome su gobierno deberán ser ratificadas vía referéndum popular e insistió en la necesidad de una reunión bilateral con Putin. Algo que el Kremlin, considera prematuro.