El flamante mandatario de la República de Chile, Gabriel Boric Font, mantuvo la tradición de sus predecesores y realizó su primer viaje presidencial a la República Argentina el pasado lunes. Sin embargo, a diferencia de quienes lo antecedieron en el Palacio de la Moneda, la sintonía que demostró Boric con el gobierno argentino fue prácticamente total. En ese sentido, sus actividades en el país no estuvieron centradas en “resolver” las cuestiones problemáticas entre ambos Estados, como sí hicieron los presidentes anteriores, sino, más bien, en resaltar las coincidencias y los proyectos en conjunto a futuro. Además, su visita estuvo repleta de simbolismos y guiños a distintos sectores progresistas, tanto de Argentina como de Chile. Boric afirmó que ambos países deben “fortalecer” los vínculos “tanto en términos comerciales, políticos, como culturales”. Ya en su discurso de asunción el 11 de marzo pasado, el presidente chileno se mostró decidido a dejar de “mirar con distancia a nuestros países vecinos”, marcando, de esta manera, un nuevo capítulo en las relaciones de Chile con el resto de la región.
Incluso durante los años del llamado “giro a la izquierda” u “ola rosa” de gobiernos progresistas en América Latina, durante la primera década de los años 2000, Chile se mantuvo en gran medida ajeno a esta tendencia. A pesar de que una mujer socialista con destacada trayectoria, como Michelle Bachelet, fue la presidenta del país, no se produjeron cambios estructurales profundos ni adentro ni en lo que respecta a sus relaciones exteriores. Históricamente, Santiago miró mucho más al Pacífico que a sus vecinos. Boric parece dispuesto a pasar página de una vez, inaugurando una nueva visión de lo que debe ser la política exterior chilena. En ese sentido, la visita a Argentina, en un contexto de crisis económica y política dentro de la coalición gobernante, es un hecho que no pasó desapercibido. Esta vez, el gobierno chileno ha asegurado que se enfocará en retomar y profundizar sus relaciones bilaterales con países como la misma Argentina, pero también Bolivia y Perú, no necesariamente centrándose en los temas pendientes sino en una nueva agenda de cooperación y desarrollo.
El gabinete de Boric es verdaderamente paritario, con una mayoritaria presencia femenina, ya que las políticas de genero son una cuestión central en su plataforma política. La canciller chilena también es una mujer, Antonia Urrejola, quien afirmó que los vínculos bilaterales con Argentina no deben centrarse en los problemas limítrofes (que, efectivamente, existen) sino en asuntos en común. Por ello, los encuentros no se limitaron meramente a las cumbres entre los presidentes. Se produjeron reuniones entre los ministros chilenos con sus contrapartes argentinos, lo que llevó a la discusión sobre acuerdos de cooperación en diferentes áreas, desde la economía o el comercio a la defensa.
Boric, además, se mostró cercano a la cultura argentina: recorrió librerías en Buenos Aires como el Ateneo Grand Splendid, subió un video a sus redes sociales escuchando “Artaud”, de Pescado Rabioso, recibió “Clics Modernos”, de Charly García, de la mano de Alberto Fernández, y se fotografió frente al icónico cuadro del abrazo entre Juan y Eva Perón en el balcón de Casa Rosada.
Boric ha despertado grandes esperanzas entre los sectores progresistas latinoamericanos. Debido a su juventud, pero también, a su impronta y a su discurso, que lo muestra como el principal representante de una izquierda fresca, dispuesta a dar las disputas económicas necesarias al mismo tiempo que respetuosa de la institucionalidad, los derechos humanos, y el buen funcionamiento de los mecanismos democráticos. Además, su cercanía con los movimientos feministas y los nuevos emergentes políticos de los últimos años lo ponen en un lugar privilegiado a la hora de encabezar un proyecto verdaderamente emancipador. En ese sentido, sus desafíos son muchos y muy variados. En un país que este año se encuentra discutiendo nada más y nada menos que una nueva Constitución, su liderazgo será puesto a prueba en más de una ocasión durante los próximos meses. Boric, asegura, viene a cambiarlo todo, pero para eso deberá tener una muñeca política tan firme como cautelosa, que le impida dar pasos en falso, sin por ello dejar de lado las transformaciones que prometió.
El viaje de Boric coincidió con la conmemoración del Abrazo de Maipú, del 5 de abril de 1818. Allí, el general José de San Martín y el general Bernardo O’Higgins definieron la independencia de Chile. A pesar de algunos vaivenes históricos, los vínculos entre Argentina y el Estado trasandino son profundos e indisolubles. El actual presidente, el más joven de la historia de su país, tiene una amplia comprensión de la historia, lo que lo ayuda a poder definir de manera más clara el futuro.
La sintonía entre Alberto Fernández y su homólogo vecino se notaron desde el minuto uno. Por supuesto, eso por si sólo no alcanza, pero sí ayuda en gran medida a que los vínculos bilaterales se aceiten y se profundicen. Si todo sale de acuerdo con lo propuesto por Boric y Fernández, está claro que las relaciones entre los países vecinos entrarán en una nueva etapa, quizás, la más importante de las últimas décadas. El desafío será sostenerlo a lo largo del tiempo, solucionando los conflictos y buscando el mayor entendimiento posible. América Latina lo necesita.