Mi abuela materna, doña María, se crió en Santa Anita, entrerriana colonia de inmigrantes alemanes. Habló exclusivamente la lengua de Goethe hasta los catorce años, cuando su madre decidió enviarla a un convento, como en tantos casos de entonces, para que aprenda lo básico. Mayor de ocho hermanos y hermanas, anclada por siempre en la pampa gringa, conoció al detalle las rutinas del campo; también del trabajo duro en la ciudad. Crió esforzadamente a sus cinco hijas: todas estudiaron, era su máximo orgullo. Enterró a dos de ellas y también al hombre de su vida; las tres únicas oportunidades en las que se permitió llorar públicamente.
Como tantos inmigrantes, doña María era incansable y exigente. Sus reflexiones eran filosas. Aunque de ánimo estable frente a cualquier circunstancia, la combinación de negligencia y codicia quebraban su temperamento. Sin abusar de la frase, porque era uno de los pocos veredictos que se permitía, frente a ciertos acontecimientos lanzaba, inflexible: “poco seso, mucho sebo”.
Herederos dispendiosos, adictos al juego, enamorados desplumados o malogradas (por absurdas) inversiones, configuraban el visto; su fastidio, alimentaba el considerando de la conclusión.
Alcanzó a votar por Alfonsín, pero se fue poco después de la Semana Santa de 1987, haciendo un descomunal sacrificio para contener su Parkinson mientras ejecutaba fajinas hogareñas o cocinaba un goulash. Llegó asimismo a decepcionarse con la camada de políticos que hace cuatro décadas empezaba su decurso, exclamando su sentencia al contrastar el sentido común con algún acto de gobierno.
Reflejo
Toda intervención gubernamental posee correlato con un cúmulo de trámites. Ejecución de normativas, determinación de previsiones, fundamento de actuaciones. Imputaciones, controles, dictámenes. En Córdoba, antes y después del acto por ejecutar, se suma el contralor provisto por el Tribunal de Cuentas.
El Presupuesto contiene el universo de partidas en las cuales las decisiones irán encuadrando y establece con qué fondos se irá pagando cada una, como un Tetris que debe ir acomodándose permanentemente, indicando faltantes o sobrantes. Si aparecen novedades que exigen modificaciones de gastos o ingresos, habrá que readecuar el marco principal. A veces ocurren imprevistos (la pandemia, o una guerra) que lo justifican. Otras, aparecen circunstancias no mensuradas (inflación, caída de ingresos públicos o de financiamiento, etc.). Por qué no, los planes de gobierno a veces cambian, por táctica o estrategia. Se reestructuran carteras, se decide un nuevo foco de atención.
Pero siempre los actos deben tener “reflejo”. Se acota (errando) el concepto al presupuesto; pero va más allá, pues no debe faltar el reflejo institucional (estimando adecuadamente qué necesidades cubre la decisión y equilibrándola con el veredicto ciudadano). Es ahí donde, en palabras de mi abuela, el seso debe funcionar, más allá del cebo.
Aún cuando el correr del año muestra que han sido una prioridad para el gobierno, no está muy claro si las partidas que el presupuesto municipal asignó en 2022 a rubros de grandes eventos han estado suficientemente calibradas.
No se discute que la famosa “ley de leyes”, al determinar todos los gastos, expone un plan de gobierno: prioridades pueden ser todas, desde contención social hasta salud, obra pública, recreación, turismo o la creación de una “marca ciudad” (concepto que tanto gusta a tecnócratas y aventureros diversos). Esa paleta de necesidades o expectativas será cubierta por el gobernante, en el ejercicio de su arte, a puro conocimiento y sentido común. Sus lugartenientes brindarán la cooperación, pero también aportarán razón, para que cada medida llegue a cumplir su propósito. El apuro y la falta de reflejo no pueden doblegar al raciocinio, más allá de necesidades o eventuales impactos positivos.
Si fuera cierto que las únicas actuaciones por las que se pretendía tramitar la contratación del artista Ulises Bueno para un show en el Parque Sarmiento, el pasado sábado, son las que circularon hasta el hartazgo por redes, el sentido común quedó guardado en un cajón.
Frases posteriores, como: “se trata de una contratación directa que no exige licitación”; o “se gastaban 43 millones, pero se generarían 2.500 millones en distintos rubros”, fueron combustible para un fuego embravecido.
Como si los “poco seso” fueran los legítimamente enojados por el despropósito.
¿Importa de quién es la culpa? Funcionalmente quizá sea necesario, frente a la ciudadanía no parece relevante si el gobierno municipal tomó nota del yerro. Decepciona que personas experimentadas, pues llevan años ejerciendo importantes funciones públicas o privadas, se haya subyugado ante el cebo de esta hora. Funcionarios que alguna vez fueron oposición y prestaban atención a estos asuntos desde una concejalía, o que han gestionado municipalmente por muchos años en circunstancias complejas (tensiones internas, conflictos gremiales, etc.), cebados por la necesidad de concretar otra movida masiva frente a la cual mostrarse y mostrar, otra foto que acerque a sus protagonistas a la próxima estación…
¿Se olvidaron de pensar? Si la orden era un nuevo evento, ¿no lo podrían haber planificado serenamente?
Nos queda la incógnita, y nos desencanta, porque algunos quieren seguir en el candelero. Y, encima, gobernando.
Mientras tanto, si tuviera que contarle a doña María el acontecimiento, no tengo dudas. Entrecerrando sus ojos, haciendo un gesto de fastidio que también era de impotencia -porque en el fondo se entristecía sobre la suerte de ejecutores o afectados- frotando esas manos temblorosas y curtidas por tanto trajín, lanzaría justicieramente su veredicto.