Un “Pato” nuevo
La vida nos da y también nos quita, y muchas veces nos sorprende más rápido que un chasquido de dedos, para bien o para mal… A veces, tenerlo todo -o casi todo- nos conduce a un destino de vacío, penuria e infelicidad; y a veces no tener nada o casi nada nos lleva a momentos únicos de aprendizaje y sabiduría. Posiblemente, algo de esto le esté pasando a Ángel Leopoldo Cabrera, el golfista de Villa Allende que el pasado lunes fue condenado por segunda vez por violencia de género.
En julio del año pasado, la Cámara Segunda del Crimen, le impuso dos años de cárcel de cumplimiento efectivo por amenazas y malos tratos a su ex pareja Cecilia Torres Mana. Ahora, fue la Cámara Octava que lo condenó a dos años y cuatro meses de prisión efectiva por otros hechos similares, a la misma víctima y también a Micaela Escudero. Por lo tanto, Cabrera continuará detenido por un buen tiempo más, porque incluso aún tiene cuestiones pendientes que está investigando el fiscal Cristian Griffi de Violencia Familiar.
Sin embargo, en este segundo proceso, se lo vio a Cabrera más realista, resignado y maduro. Dijo que «muchos aseguran que la cárcel es mala, pero a mí me ayudó». Contó sobre sus actividades en Bouwer y de cómo está terminando el primario, que abandonó en el sexto grado porque tenía que ir a trabajar. También dijo que reestableció las relaciones con sus hermanos, a quienes antes ni siquiera saludaba porque viajaba tanto que casi no estaba en Córdoba. Aseguró que sus problemas empezaron allá por el año 2013, 2014 cuando concluyó su etapa más importante en el profesionalismo, y que ahí «se hizo amigo del alcohol». Agregó que en los torneos ocultaba lo que le pasaba y que hizo varios tratamientos sin éxito, como cuando se internó un mes en El Diquecito, camino a La Calera. Agregó que antes no escuchaba consejos, como sí hace ahora, y confirmó que está en pareja con Yamila Heredia y que después de varios años será nuevamente papá.
Cabrera ganó mucho dinero, se convirtió en una celebridad mundial del golf al ganar el U.S. Open y el Master de Augusta, pero la omnipotencia lo condujo a una vida caótica. Hoy, tal vez, el encierro lo esté ayudando a rescatarse, y como dijo el fiscal Hugo Almirón, a construir un “Pato” nuevo.
¡Qué tiempos aquellos!
Germán Kammerath fue uno de los principales exponentes del neoliberalismo en la Argentina, que tuvo su momento de gloria en los 90 cuando fue diputado nacional, secretario de Comunicaciones del presidente Menem, y vicegobernador de Córdoba e intendente de nuestra ciudad hasta el año 2003. Desde muy joven y en su La Rioja natal, volcó su vocación política identificándose con el conservadurismo que en el país lideraba Álvaro Alsogaray. De hecho sólo tenía 16 años cuando lideró manifestaciones contrarias a la reforma agraria que impulsaba monseñor Enrique Angelelli, víctima de terrorismo de Estado en la Argentina. Con la llegada del kirchnerismo al poder, Kammerath aceitó sus muy buenos contactos comerciales, sobre todo con China, y fortaleció amistades como por ejemplo con Mauricio Macri, constructor en aquellos años de lo que sería más tarde el PRO.
Sin embargo, y entre tantas denuncias que sus opositores como Luis Juez le habían hecho, una chiquita -y casi olvidada- como la causa Radioaviso, prosperó y terminó en un juicio condenatorio de 3 años y 6 meses de prisión por negociaciones incompatibles con la función pública. Desde aquella condena en 2015, pasaron seis años hasta que, a poco de lograr a prescripción, inesperadamente la Corte Suprema DE Justicia de la Nación la dejó firme y entonces fue alojado en la cárcel de Bouwer.
Hoy Kammerath la cumple en el penal granja de Montecristo, con un encierro más benévolo y laxo, en el que desarrolla tareas de limpieza y de huerta, con una conducta ejemplar y con cursos finalizados que le van a permitir reducir la condena en ocho meses, lo que implica que las salidas transitorias están cada día más cerca. En esta “benévola” prisión, Kammerath recibe frecuentes visitas de sus familiares; sin embargo, ninguno de sus viejos amigos lo ha visitado, al menos hasta ahora. Es como si se hubieran olvidado de él. Suele suceder.
Claro que más allá de la condena judicial, personajes como Kammerath suelen temerle a la condena social, y lo que es peor, al desaire de su propio círculo rojo. Son esos miedos a la vuelta… los mismos que revuelven recuerdos y fantasmas de momentos de abundancia y poder, en los que muchos se acercaban y palmoteaban la espalda con devoción… Como dice el tango: ¿Te acordás hermano? ¡Qué tiempos aquellos!