La extrema derecha chilena arrasó en las elecciones constituyentes del pasado domingo, con más del 60% de los votos y, paradójicamente, tras el estallido social de 2019, el país trasandino se encamina a aprobar una nueva Constitución Nacional igual -o, quizás, incluso más a la derecha- que el texto pinochetista.
Entonces, ¿cómo se explica que poco más de un año después de elegir al primer gobierno abiertamente de izquierda desde la vuelta de la democracia, los chilenos ahora se inclinen por la ultra derecha? No deja de ser curioso que el mismo sector político que se opuso abiertamente, en su momento, a modificar la Constitución de Pinochet, ahora será el encargado de liderar el proceso. Será el segundo intento de crear un nuevo texto constitucional, ya que el primero, liderado por la izquierda, fracasó cuando, en 2022, la Constitución progresista fue rechazada por cerca del 62% de los votantes.
En su momento se había acusado al gobierno y a los sectores izquierdistas de tener poco tacto y “timming” político a la hora de crear una Constitución en un país históricamente conservador, como Chile. Lo cierto es que, sin dudas, hubo mala praxis politic producto de la inexperiencia. Ahora, el gobierno de Gabriel Boric deberá intentar hacer el mayor control de daños posible, algo complejo, dada la baja imagen positiva del Presidente.
Hace meses que las encuestas marcaban una desaprobación de la gestión presidencial superior al 60%, mientras que su imagen positiva se encuentra por debajo del 30%, lo que se condice con los resultados del domingo. El 62% que obtuvieron los constituyentes de derecha y extrema derecha es, no tan casualmente, casi idéntico al 63% de rechazo que había obtenido el texto constitucional progresista en el plebiscito de 2022.
Algunos analistas interpretaron los resultados electorales como una especie de “voto castigo” contra el gobierno. Los principales problemas, de acuerdo con la ciudadania, no dejan de ser la inseguridad y la situación económica. Las grandes ciudades atraviesan la peor ola de inseguridad en décadas, con un crecimiento del 70% de los homicidios en los últimos seis años y un incremento de los asaltos violentos, mientras que la economía muestra signos preocupantes de desaceleración. Es entendible, por ello, que exista un creciente descontento con un gobierno que parece incapaz a la hora de resolver problemas básicos.
José Antonio Kast, que perdió el ballotage en 2022, se adjudicó inmediatamente la victoria en la elección constituyente, afirmando: “Chile ha derrotado a un gobierno fracasado”.
Algunas críticas que se le hacen al gobierno, incluso desde sectores progresistas, es que no pudieron (o no supieron) encauzar el proceso constituyente inicial. En 2021 la izquierda había ganado las constituyentes con amplia mayoría, lo que precedió a la victoria de Boric en la segunda vuelta frente al candidato de la ultra derecha. En sus primeros meses de mandato, el presidente más joven de la historia de Chile tenía cerca del 75% de imagen positiva. No obstante, los convencionales constituyentes, con la anuencia o la desidia del gobierno, el proyecto de Carta Magna presentaba una reforma prácticamente de raíz de la concepción misma del Estado chileno. La idea de aprobar una Constitución que consagraba a Chile como un Estado Plurinacional, reconociendo los sistemas jurídicos indígenas coordinados en plano de igualdad con el Sistema Nacional de Justicia, quizás fue una apuesta demasiado alta en el marco de un país no demasiado propenso a las políticas de izquierda (incluso de centroizquierda).
Más allá de un estilo joven, fresco, austero y renovador para la izquierda latinoamericana (como llegar en Bicicleta a la Casa de La Moneda), Boric no parece capaz de mostrar hechos concretos en su gestion, que lo diferencien realmente.
Kast, líder del Partido Republicano, descartó un boicot al proceso constitucional, y, según aseguró, su partido se pondrá al frente del nuevo texto. Paradójicamente, esto puede llevar a una Constitución aún más conservadora que la vigente.
Una de las caras más visibles de la victoria conservadora fue el viejo asesor de Kast, Luis Silva, abogado y numerario del Opus Dei, que logró la primera mayoría en la Región Metropolitana (que incluye a Santiago). Se trata de un abogado y profesor universitario ultraconservador, opositor al aborto, al matrimonio igualitario, dispuesto a buscar en el nuevo texto una cláusula que afirme a la familia como “núcleo fundamental de la sociedad”.
No deja de resultar paradójico que, con apenas una elección de diferencia, la sociedad chilena se corrió de un extremo a otro. Boric llegó a la presidencia con promesas de cambio real respecto de sus predecesores, de renovación. Por ahora, su gobierno se ha mostrado incapaz de concretar reformas estructurales para cumplir con esas promesas de campaña.
Mas allá de proyectos importantes, como la ambiciosa reforma tributaria presentada en julio del año pasado, el Ejecutivo aún no puede dar respuesta a muchos de los problemas que aquejan a la sociedad chilena.