Me aconsejaba, años ha, un entrañable profesor: “Pedrito, en Córdoba el núcleo duro de relaciones no supera las 200 personas; hay que mantenerse ahí a veces haciendo una cosa, a veces otra, pero sin salirse”. Lo recordaba mientras veía poblarse las casi 500 butacas del Teatro Comedia, reabierto tras 16 años. Nacido en 1913, siempre en manos privadas, Luis Juez lo municipalizó en 2005. Dos años después el fuego lo devoró. En la gestión actual se logró encarar su “resurrección”, como la llamó Rebeca Bortoletto, impecable maestra de ceremonias de la velada.
Me estoy adelantando. El ingreso requería estricta invitación. El curtido protocolo municipal habrá hecho pesar sus condiciones en las ubicaciones de las “celebrities” locales, frente a la armada del Panal (Schiaretti, sus ministros, legisladores o jueces serían de la partida). El tablero expuesto permite algunas lecturas.
En la primera fila, dominaron el centro Llaryora y Schiaretti, con sus respectivas esposas. “Viejo y nuevo”, se murmuraba entre disimulados codazos. Completaban los ex intendentes elegidos democráticamente que acudieron a la cita, Daniel Giacomino y “Cacho” Coronel (faltazos de Luis Juez y Ramón Mestre), y el candidato peronista a continuar en el Palacio 6 de Julio, Daniel Passerini. Representando al Poder Legislativo, Manuel Calvo y Francisco Fortuna -con los que nadie parecía tener interés de entablar conversación- y el doctor Domingo Sesín, presidente del TSJ, seguramente aliviado por la conclusión del escrutinio definitivo, que ratificó el triunfo de Martín Llaryora por casi 65.000 votos.
La segunda fila sueña con ser, en breve, la primera ¿Lo concretarán todos los que la integraban? Allí lucía la “task force” que recuperó el Comedia, cuyas caras visibles son Daniel Rey (Desarrollo Urbano) y Mariano Almada (Cultura), acomodándose varios secretarios municipales: Guillermo Acosta (Economía), Verónica Bruera (General), Miguel Siciliano (Gobierno), Victoria Flores (COYS); junto a la vicegobernadora electa Myrian Prunotto, su par municipal, Javier Pretto, y la ministra de Coordinación (confirmada su derrota en la elección para tribunos de cuentas), Silvina Rivero.
En las tres filas siguientes, se mechaban personalidades de la cultura o el mundo académico, profesional y empresarial (siempre listos para entrar en acción), con ministros que -me parece- miraban al núcleo central apoyando la ñata contra el vidrio: Sergio Busso (Agricultura), Julián López (Gobierno y Seguridad), Julio Comello (Secretario General de la Gobernación), Omar Sereno (Trabajo), entre otros.
Se conversaba sobre las consecuencias de la elección provincial: el empate en las legislativas (33 a 33), donde algunos ya están pensando que elegir las autoridades en la Cámara (con 4 bancas pertenecientes a terceras fuerzas, que tendrán central gravitación) será más difícil que armar el mayor puzzle del mundo (51.300 piezas, según Amazon).
Respecto a la derrota en el Tribunal de Cuentas, se susurraba sobre lo desacertado de la postulación de Rivero como primera candidata, desconocida para el electorado (y detestada por funcionarios, empleados e intendentes, dado el rol que le asignó Schiaretti en la gestión: la señora “no hay plata”).
Y también se habló de la incierta elección del 23 de julio, donde nadie confía en las encuestadoras. Se cuchichea que De Loredo estaría “apenas unos puntitos” arriba. Pero, señalan los que saben (quizá así piensen Llaryora y Passerini): ¿por qué debería ser el resultado tan distinto al del pasado 25, si fue precisamente en la Capital donde “el Martín” hizo la diferencia que lo condujo al triunfo, y en la ciudad donde no para de inaugurar obras?
El discurso de Llaryora, desplegado entre los dos actos principales que compusieron el programa artístico, fue un repaso de su gestión, y un esfuerzo por mostrar a la tropa que su vínculo con Schiaretti y Vigo no se ha resentido.
El programa
Tenemos tiempo para recorrer el teatro y es sencillamente impresionante.
El foyer es amplio, y la sala mayor impacta por su trazado. El diseño de las butacas (con algunos espacios XL) y las plateas (móviles) se encastra con las paredes, originales y al desnudo, como la estructura del escenario. Quienes pudieron recorrer el resto de los espacios (camarines, salas de ensayo, deck a cielo abierto, toilettes, etc.) ratifican que el “complejo cultural” (así se lo presenta) está a la altura de los mejores del país.
La programación, a cargo de la secretaría de Cultura, no defraudó. La Banda Sinfónica Municipal dirigida por Pablo Almada, ofreció un repertorio ecléctico, de impronta latinoamericanista (folklore y rock argentino, música popular brasileña, urbano latino, cuarteto) que contó con arreglos de José López, Nicolás Mazza, Lucas Gordillo, Carlos del Franco y Ezequiel Escocia; y con la participación de dos coros (Municipal de Jóvenes, y Voces de Otoño) y cuatro solistas de excepción: Alejandra Tortosa (vibrante interpretación de “Alfonsina y el Mar”); Paola Bernal; Juan Iñaki (sobresaliente versión de “DLG”); Maxi Bressanini (cómodo interpretando a Spinetta y García); Santoz (muy versátil, no tiene techo); y Magui Olave.
Tras el “stand up” del intendente y gobernador electo, la sorpresa: de atuendo negro enfundado en un impecable saco rojo, saltó al escenario Carlitos Jiménez, acompañado de su potente banda. Recordó Llaryora, minutos antes, su esfuerzo por lograr que el cuarteto alcance la calificación de patrimonio cultural inmaterial por parte de Unesco (como el chamamé, el tango y el candombe). “La Mona” honró el concepto. “Te canta un cordobés” (publicada en “De Corazón”, 1985); “Ramito de Violetas” y “Muchacho de barrio” (ambas de “Gracias a Dios”, 1985); y “Quién se ha tomado todo el vino” (grabada por primera vez en el disco “En Vivo”, 1986) sonaron con justeza, mostrando por qué La Mona, que publicó más de 90 discos, ganó innumerables oros y platinos, cinco Konex y once Gardel, es un ícono para públicos y artistas de todo género. La cultura de Córdoba le debía este reconocimiento.
Carlitos descolló y, desando suerte a sus amigos Juan, Martín y Daniel, se fue. Mientras los invitados buscan “selfies” o la salida, transcurriendo un presente en el que algunos se aferran al pasado y otros tientan las lianas del futuro, me quedo pensando: ¿quiénes serán los 200 que hoy disputan reales influencias? Serán interesantes los próximos meses.