Especialmente durante todo el mes de septiembre, se llevará a cabo la campaña internacional “A limpiar el mundo”, para inspirar, infundir e iluminar a la población global a que “limpien, reparen, descontaminen, restauren y conserven el ambiente”, a través de información específica y la realización de distintas iniciativas.
Una de ellas, quizás la más relevante por su importancia y significación, después de cómo y con qué desmesura hemos ensuciado y contaminado nuestro mundo, luce fundamental implementar desde la niñez en adelante una cabal educación ambiental sobre descontaminarlo, limpiarlo, mejorarlo y conservarlo para usos y usufructos razonables de los recursos naturales, sin abusar de los mismos.
La educación ambiental es transversal y subsidiaria a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, Agenda 2030, propuestos por Naciones Unidas.
“A Limpiar el Mundo” surgió de una idea sensible y visionaria, desde el puerto de Sydney, precisamente del éxito de “Clean Up Australia”, en 1989, cuando el deportista náutico australiano Ian Kiernan convenció a un grupo de amigos y seguidores para limpiar la Bahía de Sydney, mostrando los efectos de la polución y otros desórdenes en los océanos del mundo.
Aquel evento fue un éxito, atrayendo a miles de voluntarios de diversos países, quienes -ya 34 años atrás- recogieron 5.000 toneladas de todo tipo y clase de basura contaminante.
Desde 1993, con el apoyo del Programa Mundial de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la campaña cobró alcance mundial.
Concomitantemente, para preservar un ambiente sano ante fenómenos meteorológicos, incrementalmente raros, más violentos y perjudiciales, la recuperación y saneamiento del ambiente como un robusto equilibrio ecológico hacen al nuevo nombre de la vida y de la paz, porque no habrá vida, desarrollo ni derechos humanos sin las condiciones básicas e intangibles para ello.
Luego, eso mismo implica proponerse mancomunadamente y sin demora una mejora ambiental continua de nuestra base natural originaria (secularmente muy deteriorada), lo cual sugiere ingenio, gradualidad, creatividad e innovación, tenacidad, firmeza y heurística conservacional, con soporte universalmente suficiente de financiamiento verde.
A propósito, hemos venido cobrando conciencia dándonos cuenta que una prolongada y prevaleciente combustión fósil, como que tanto desecho circularmente no reciclable (“de residuos a recursos”) ya no son signo de progreso, sino una manera de destruir el planeta.
Efectivamente, ante una crisis climática global sin precedentes, provocada por codicias, consumismos, desaciertos y desatinos humanos, luce apropiado impulsar e incentivar una activa y profunda conciencia ecológica integral para limpiar nuestro mundo, fundamentalmente mediante una paulatina reconversión cultural ambiental, una masiva e inmediata utilización de energías limpias sostenibles (solar, eólica, hidráulica), y unos usos y consumos más corresponsables, más inteligentes y sostenibles, entendiendo esto último como un compromiso común cooperativo, supranacional e intergeneracional para asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras
Y todo ello sin renunciar al crecimiento económico y el desarrollo humano.
Por último, así como Pablo VI en su carta encíclica “Populorum progressio”(1967) advirtió entonces al mundo que el “desarrollo era el nuevo nombre de la paz”; el papa Francisco, con su documento “Laudato si” (2015), proponiendo una ecología integral, brega por concitar comportamientos culturales gregarios para la paz, mediante un cuidado apropiado y oportuno de nuestra vital “casa común”.
Finalmente se trata de esa contundente e impostergable restauración de la ecología en su totalidad e integralidad, la cual supone combatir –cooperativa y mancomunadamente- tan grave crisis del ambientalismo global y del conservacionismo integral a partir de una educación cooperativa ambiental. Esto es “aquello que abarca todas las dimensiones del ser humano y la ecológica, esa que integra el lugar específico que el ser humano debiera ocupar en este mundo y sus relaciones de usos y consumos responsables con la realidad que lo rodea”; ahora con una perspectiva y prospectiva responsable, duradera e inteligente sin límites.