Azul Arrascaeta
De nuestra Redacción
La nutrición y la buena alimentación desempeñan un papel fundamental en el bienestar general de las personas. Por lo que no se trata simplemente de satisfacer el hambre, sino de proporcionar al cuerpo los nutrientes que son esenciales y que el cuerpo necesita para funcionar de manera óptima en el día a día. De esta forma, sabemos actualmente que una alimentación equilibrada no solo afecta la salud física, sino que también tiene un impacto significativo en aspectos emocionales y mentales.
No es un secreto que elegir alimentos que promuevan una energía sostenible en nuestro cuerpo es esencial para mantener una vitalidad constante a lo largo del día. Los mismos suelen ser ricos en nutrientes esenciales, sin embargo, es importante recordar que la calidad general de la alimentación y el estilo de vida saludable desempeñan un papel crucial en el nivel de energía y vitalidad. Siendo imposible no conectar estas cuestiones con la rapidez del mundo en general, y con el aumento de los alimentos procesados y la comida rápida en particular.
En ese marco, la nutricionista cordobesa Tamara Rivero, especialista en diabetes y obesidad, señala que ese eslabón juega un papel muy importante en la salud actual. “El aumento de la producción de alimentos procesados, la urbanización y los cambios en los estilos de vida han dado lugar también a cambios en los hábitos alimentarios y al sedentarismo. Actualmente las personas consumen más alimentos hipercalóricos, ricos en grasas, azúcares libres y con gran cantidad de sodio”, señala. En respuesta, ella sostiene que una alimentación completa y saludable nos ayuda a protegernos de la malnutrición, ya sea por déficit o carencia, así como de las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, cardiopatía, accidente cerebrovascular, cáncer, entre otras cosas. Una dieta basada en alimentos frescos, frutas, verduras, proteínas magras y granos enteros es la que proporciona la energía sostenible que el cuerpo necesita para afrontar las demandas diarias.
Por otro lado, remarca otro aspecto muy importante: los hábitos alimentarios saludables que comienzan desde los primeros años de vida con la lactancia materna. Esto lo que hace es favorecer el crecimiento sano del niño y mejorar su desarrollo cognitivo, además de los beneficios a largo plazo, como la reducción de posibilidad de contraer ciertas enfermedades. Asimismo, Rivero indica que la composición de una alimentación variada, equilibrada y saludable siempre “va a estar determinada por la característica de la persona, su edad, sexo, hábitos de vida, el grado de actividad, también del contexto cultural, los alimentos disponibles en su lugar de residencia y los hábitos alimentarios”.
Del mismo modo, el impacto de la nutrición en la salud mental no debe subestimarse. En la actualidad sabemos que hay un gran vínculo entre la alimentación y las emociones que surgen de la relación entre el cerebro y el aparato gastrointestinal, “conocido como el segundo cerebro”, comenta Rivero. Esto es así porque ingerir alimentos saludables promueve el crecimiento de las bacterias buenas, lo que afecta positivamente en la producción de sustancias químicas que transportan los mensajes desde el intestino hasta el cerebro, entre ellas la dopamina y la serotonina. Entonces, cuando hay una falla aquí el estado de ánimo se ve afectado negativamente. Al tener una alimentación rica en nutrientes, se es más propenso a sufrir menos cambios en el estado de ánimo y a mejorar la capacidad para concentrarse.
La nutrición también desempeña un papel crucial en la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad. Adoptar hábitos alimentarios saludables desde temprana edad puede establecer las bases para una vida más larga y saludable. Además, existen numerosos estudios donde se ha evidenciado que distintos aspectos de la cognición, memoria, razonamiento, atención, consciente intelectual, y del deterioro cognitivo, demencia, depresión, enfermedad de Alzheimer, Parkinson, se ven afectados por una malnutrición. Aunque todos los nutrientes son necesarios, algunos tienen mayor implicancia en la cognición y en la salud mental.
Por lo que Rivero destaca que las vitaminas del complejo B, B1, B6, B12, el ácido fólico, la vitamina D, colina, hierro y el iodo, ejercen efectos neuroprotectores y mejoran el rendimiento intelectual. Paralelamente, los antioxidantes, como las vitaminas C, E y A, el zinc, selenio y la luteína, tienen un papel muy importante en la defensa contra el estrés oxidativo, asociado al deterioro mental y en la mejora de la cognición. Asimismo, comenta que los alimentos de bajo índice glucémico parecen mejorar la atención, la memoria y la capacidad funcional, mientras que los alimentos ricos en azúcares simples se asocian con dificultades de concentración y atención. Es que el cerebro necesita un aporte continuado de aminoácidos para la síntesis de neurotransmisores, especialmente la serotonina y catecolaminas. Es decir, una nutrición adecuada es necesaria para optimizar la función cerebral y prevenir el deterioro cognitivo.
En definitiva, la nutrición es un pilar fundamental para transitar nuestras vidas de forma óptima, entendiendo que adoptar una dieta equilibrada no solo promueve la salud física, sino que también contribuye al bienestar emocional y mental. Siendo de vital importancia la conciencia sobre el tema y las elecciones informadas, ya que cada individuo puede mejorar su calidad de vida a través de la alimentación adecuada.