El pasado martes se llevó a cabo en Estados Unidos el primer (y probablemente único) debate entre el ex presidente Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris, en Filadelfia, un escenario crucial en el Estado de Pennsylvania. Este evento marcó el primer encuentro cara a cara entre ambos candidatos menos de dos meses después de la retirada de Joe Biden de la carrera presidencial. Con la campaña profundamente polarizada y los sondeos mostrando, básicamente, un empate técnico, el debate se convirtió en un evento de alta tensión y alta relevancia.
Trump, en su intervención, centró gran parte de su ataque en la gestión económica del gobierno Biden-Harris. Criticó el manejo de la inflación, aunque los datos recientes muestran una disminución significativa de la inflación del 40% a un 2,9% anual en julio de este año. Trump prometió restaurar la «independencia energética» a través de la extracción de petróleo, reducir la deuda nacional, eliminar regulaciones y aplicar recortes de impuestos a las corporaciones nacionales, además de imponer aranceles a las importaciones extranjeras. Por su parte, Harris defendió una «economía de oportunidades» que incluye medidas como apoyo para el pago inicial de viviendas, construcción de nuevas unidades habitacionales, aumento del salario mínimo y beneficios fiscales para pequeñas empresas. Harris intentó presentar su propuesta como una alternativa sólida y equitativa a las políticas económicas de Trump.
En el tema de la inmigración, Trump volvió a enfatizar su agenda de seguridad fronteriza. Prometió la finalización del muro en la frontera con México, revivir restricciones de asilo y promover deportaciones masivas. Harris, en contraste, defendió el enfoque de la administración sobre las causas fundamentales de la migración y criticó a los republicanos por rechazar un proyecto de ley bipartidista sobre inmigración. Abogó por una reforma integral que incluya un camino hacia la ciudadanía y desestimó los ataques de Trump por ser divisivos y contraproducentes.
Conociendo a Trump, por supuesto, habría tiempo para momentos que rozan o directamente superan lo delirante. El ex presidente afirmó con total seguridad que en «Springfield, Ohio, los inmigrantes se están comiendo los gatos y los perros de la gente”. A pesar de que fue desmentido por uno de los moderadores, que le dijo que el alcalde de Springfield rechazó estas afirmaciones, Trump se mantuvo firme en su postura y dijo “bueno, vamos a averiguarlo”, pero volvió a asegurar que “se están comiendo las mascotas de la gente”.
La cuestión de los derechos reproductivos también fue un punto de fricción. Harris, que se ha convertido en una figura prominente en la lucha por los derechos al aborto tras la caída de Roe v. Wade, criticó las restricciones a nivel estatal y pidió al Congreso que restaurara las protecciones del aborto. Trump, por otro lado, mostró una postura ambigua al decir que el aborto debería ser un asunto regulado por los estados, a pesar de que anteriormente apoyaba una prohibición nacional.
En términos de política exterior, el debate abordó la guerra en Ucrania y el conflicto en Afganistán. Trump insistió en que Europa debe aumentar su aporte a la OTAN si desea continuar recibiendo ayuda de Estados Unidos. Harris criticó a Trump por haber recibido a los talibanes en la Casa Blanca durante su presidencia, destacando su enfoque cuestionable en la política exterior. Trump afirmó que si él hubiese sido presidente en febrero de 2022, Vladimir Putin jamás hubiera invadido Ucrania porque “lo respeta”. También aseguró que si Harris llega a la Casa Blanca, Israel “desaparecerá en dos años” y los árabes también sufrirán porque Kamala “odia a los árabes”. Harris aprovechó para comparar a Trump con populistas autoritarios como Putin o Viktor Orbán, lo que el ex presidente no negó.
Harris logró varios momentos destacados durante el debate, por ejemplo, cuando le dijo a Trump que él fue “despedido por 81 millones de personas”, apelando a su vieja muletilla de “you’e fired” que usaba y patentó en su programa de televisión The Apprentice. Su defensa firme del derecho al aborto y su recordatorio de que Joe Biden ya no era el candidato también fueron puntos fuertes. Además, su habilidad para controlar la conversación y resistir los ataques de Trump se destacó, especialmente cuando recordó el rol del magnate en el asalto al Capitolio de 2021 y su negativa a aceptar la derrota.
Trump, por su parte, continuó con su retórica polarizadora, describiendo a Harris como una «izquierdista radical» sin un plan claro para gobernar. Su discurso también incluyó afirmaciones falsas sobre los inmigrantes y autocomparaciones con populistas autoritarios como Orbán. Harris logró mostrarse como una dirigente política razonable, que incluso tiene el apoyo de figuras históricas del Partido Republicano como los Bush o Dick Cheney, lejos de ser una «izquierdista radical». Sin embargo, lo razonable no siempre gana en política. Trump parece interpretar mejor cierto clima de época donde la verdad realmente no importa sino cómo se dice y de qué manera se logra dividir y confrontar con las sociedades polarizadas. Kamala ganó el debate pero el partido todavía está abierto y puede ganarlo cualquiera de los dos.