Hace algunos días, el presidente Javier Milei volvió a retuitear una “fake”, o noticia falsa, armada impunemente por algún troll (publicador de mentiras) con el único propósito de culpar a jóvenes de la agrupación La Cámpora de iniciar los incendios que castigaron duramente al Valle de Punilla de las serranías cordobesas. De hecho, sobre esta conducta maliciosa del jefe de Estado hay una denuncia penal en la Justicia Federal por presunta incitación a la violencia, que difícilmente prospere. Este ejemplo, y muchos más, sirven para contextualizar lo que está sucediendo en Brasil, país cuya Justicia resolvió suspender el funcionamiento de “X” de Elon Musk, que como un fantasma todo poderoso e intocable, penetra con su red adonde quiere y como quiere, para convertirse en una herramienta arrasadora de millones de mentes que son presas fáciles de infinidad de publicaciones destinadas a manipular a la opinión pública. Ya sabemos lo que ha sucedido incluso en Argentina con Cambridge Analytica y su participación clave para direccionar votos en procesos electorales que cambiaron el rumbo social, económico y político de los países víctimas.
En Brasil, el juez Alexandre de Moraes (integrante del Superior Tribunal Federal) ordenó inicialmente suspender seis cuentas de allegados al ex presidente Jair Bolsonaro por “desinformar e incitar al odio”. Musk se negó a cumplir esta orden amparándose en la “libertad de prensa”, paraguas al cual recurren desde siempre los operadores mediáticos disfrazados de periodistas. Ante la negativa de Musk de nombrar a un representante legal como lo dispuso el juez brasileño, entonces X debió dejar de funcionar y las cuentas de la red satelital de internet Startlink fueron congeladas. Lo resuelto por el magistrado recibió el respaldo político del presidente Lula, quien en pocas palabras dijo: “Todo ciudadano que invierte en Brasil debe cumplir la ley y la Constitución. Solo porque tenga dinero no significa que pueda hacer lo que quiera. Este no es un país con complejo de perro callejero”.
Hace unos días, Musk tuvo que bajar la cabeza y nombrar a Raquel de Oliveira para que sea la “cara legal” de X en Brasil. Ahora deberá pagar las multas pendientes por desobedecer las órdenes judiciales y recién cuando cumpla con todos los requisitos, entonces podría normalizarse la situación que afectó a millones de usuarios de lo que era Twitter.
Lo ocurrido, y que todavía no se resolvió totalmente, ha sido leído por muchos como una reivindicación de la Justicia de Brasil de cuestiones elementales vinculadas con la soberanía jurídica, y al mismo tiempo, la protección a millones de usuarios de las redes que quedan atrapados con mensajes arteros que se clavan en el “cerebro emocional”, para terminar cometiendo locuras como lo fue el ataque al Palacio Presidencial de Planalto en Brasilia a pocos días de la asunción de Lula.
Queda claro que hoy la situación de Argentina es opuesta a la de Brasil, no sólo porque Milei postea frecuentemente publicaciones falsas sino también porque es un fervoroso admirador de Elon Musk, con quien ya se sacó varias fotos, y además porque con el pretexto de “la libertad” no importa lo que digan nuestras leyes y la Constitución. Como si fuera poco, los máximos jueces del país están desde hace años ocupados en otros menesteres y poco les debe interesar que las redes sean usadas para manejar a la sociedad, o para que en ellas grupos extremos propaguen el odio y la violencia. Las diferencias están claras y son abismales. Por eso en Brasil, a Musk le pusieron un freno y no podrá imponer “Mi Ley”.