El feudalismo se caracterizaba por la existencia de Señores, Siervos y Vasallos. Los Señores se servían de la vida y familias de los siervos que eran (casi) de su propiedad, utilizando a los vasallos a su servicio por las migajas de lo que obtenían. Hoy esa estructura parece repetirse en “la nube” tecnológica de las redes.
Yanis Varoufakis, un ex ministro de hacienda de Grecia, expulsado del gobierno cuando Grecia se sometió a la “Troika” -Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI- que sometió al país a su más grande crisis socio-económica, en su libro “Tecno-feudalismo –El sigiloso sucesor del capitalismo” desarrolla esta idea.
Durante siglos, la renta feudal obtenida por la propiedad de la tierra fue la principal fuente de acumulación de los más poderosos; luego lo fue la renta sobre el capital financiero, que proviene de las deudas y que aún continúa como el modo en que las personas y los países controlan a sus siervos pobres y sometidos.
El capitalismo introdujo “los beneficios” como forma de acumulación principal, en la medida que se obtenía de la producción de bienes y servicios explotando la fuerza laboral a partir de la plusvalía que obtenían de sus trabajadores por la propiedad de los medios de producción, mientras que la renta de la tierra fue perdiendo fuerza y la renta financiera se mantuvo aunque en niveles menores a los actuales.
Avanzando en su desarrollo, el capitalismo fue generando nuevas formas de renta. Como la renta monopólica, que se obtiene por no existir otros oferentes a los que se les impide competir, o la renta de preferencia que obtienen las “primeras marcas” por una supuesta mejor calidad, en donde el marketing se encarga de convencernos de esa “superioridad” que, a poco de probar otras marcas, se cae a pedazos en muchos productos.
Con la financierización de los años 80 y las altísimas tasas de interés que se imponía a personas, familias, empresas productoras y países endeudados, la renta financiera aumentó su capacidad de acumulación.
Pero en los 2000, con el surgimiento de las redes sociales, empresas como Apple, Alphabet (Google), Meta (Facebook), Microsoft y Amazon han reemplazado al “beneficio” de las empresas productoras, monopólicas o de primeras marcas como la forma más exitosa de obtener renta. Junto a Netflix, ellas concentran más del 60% del tráfico en la web.
En ellas, que son los nuevos señores feudales que Varoufakis denomina “nubelistas” por su exclusividad en el acceso a la nube de internet, los siervos somos quienes cedemos nuestros datos y privacidad por el uso “gratuito” de sus plataformas y sus vasallos son quienes venden en ellas, hacen aplicaciones que se bajan de sus ‘Stores’ o elaboran videos deben pagar por sus espacios o reciben migajas del producido –incluidos medios periodísticos, youtubers, músicos o streamers – que son los que producen su contenido y pueden ser desmonetizados, suspendidos o excluidos a un clic o por un algoritmo que controla las “políticas” de la plataforma.
Si bien China se ha separado de esta redes occidentales, ha desarrollado cinco conglomerados en la nube de los que solo WeChat de Tencent es más grande que todas las plataformas occidentales juntas, que se apropian de la renta de los productores; y después de la pandemia de Covid-19 crecen sin techo en todos los aspectos de la vida de los consumidores, por ostentar la propiedad de los datos en la nube en los que China ha invertido todo lo necesario para autonomizarse de occidente. Aun cuando el gobierno chino ha demostrado su capacidad de limitar su poder si pretendieran cuestionarlo como en el caso de Jack Ma, el CEO de Alibabá.
Por ello, en todos lados la estructura del Tecno-feudalismo tiene señores, siervos y vasallos que emplean a proletarios y junto al capital financiero ostentan la mayor capacidad de movilizarse en el espacio, por lo que imponen a todos los otros factores de la producción –salarios de proletarios, beneficios de las empresas productoras, propietarios-trabajadores de la tierra y trabajadores independientes auto-explotados- sus condiciones en un señoreaje que éstos aceptan mansamente.
Desde allí, ambos dominan empresas, parlamentos, gobiernos, medios, bancos (incluidos los centrales) y organismos reguladores globales (FMI, OMC, etc.) y así controlan lo que los demás pueden obtener, en una batalla cultural que transforma afirmaciones afectivas en costumbres y valores culturales de las personas y sociedades.
No resulta extraño entonces que los parlamentos, los sindicatos, algunos gobiernos que no los favorezcan, organizaciones sociales autogestivas u organizaciones supranacionales como la ONU o el G20 sean vilipendiados incluso por aquello que aceptan de sus condiciones.
Es verdad que entre ellos compiten y que como sus similares de China –que se excluyen mutuamente-, además invierten en investigación y desarrollo pero según Varoufakis no lo hacen para producir más, sino para lograr que sus vasallos, que utilizan sus datos en la nube logren mayores ingresos –disminuyendo impuestos o salarios, achicando el Estado, precarizando relaciones laborales y estructuras sindicales, o desorganizando estructuras sociales que cuestionen el individualismo de los vasallos en la nube- de cuyos ingresos ellos puedan apropiarse.
Así está ocurriendo con la Inteligencia Artificial (IA), cuyo uso inicial es gratuito siempre y cuando, como siervos, se conceda el acceso a la propia información, o que los vasallos, por un pequeño pago, desarrollen aplicaciones para ampliar su uso. El objetivo de los “nubelistas” no es recaudar, sino ingresar a tu intimidad, conocer lo que piensas y haces, y controlarlo.
Por ello, Varoufakis se hace una pregunta retórica que no tiene respuesta y solo sirve como motivación, recordando aquella del marxismo, afirmando: “Siervos y Vasallos uníos”, aunque sin señalar cómo eso se puede lograr.
Así, nuestra tarea como siervos, proletarios y vasallos de este tecno-feudalismo recién está comenzando, pero tiene un camino basado en el esfuerzo propio y la ayuda mutua entre consumidores, productores y trabajadores, capitalizando sus relaciones y, por qué no, en la nube.