El pasado 24 de noviembre, Uruguay vivió una jornada electoral decisiva con el balotaje entre el candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi, y el oficialista Álvaro Delgado. Orsi, considerado el delfín del exmandatario José «Pepe» Mujica, se impuso con un 49.78% de los votos, logrando superar a Delgado por poco más de 90.000 votos. Con una participación del 89% del electorado, el triunfo de Orsi marca el regreso del Frente Amplio al poder tras cinco años de gobierno del Partido Nacional. El nuevo presidente asumirá el cargo en marzo y gobernará hasta 2030.
Minutos después de que se conocieran los resultados, el actual presidente Luis Lacalle Pou reconoció la derrota y felicitó a Orsi, asegurando que se ponía a disposición para facilitar una transición ordenada. En su discurso de victoria, Orsi destacó su compromiso con el diálogo nacional y la construcción de un Uruguay basado en los principios de «libertad, igualdad y fraternidad». En su mensaje, el presidente electo hizo un llamado a la unidad y afirmó que su gobierno será inclusivo y abierto a las distintas opiniones, enfatizando la importancia de escuchar a todos los sectores de la sociedad.
A nivel internacional, la victoria de Orsi fue celebrada por varios líderes latinoamericanos y globales. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ya ha acordado reunirse con el mandatario electo en diciembre, al margen de la cumbre del Mercosur en Montevideo. El presidente argentino, Javier Milei, también felicitó a Orsi a través de la Cancillería argentina, destacando la relación bilateral entre ambos países. En ese sentido, Orsi ha expresado su intención de mantener una relación respetuosa con el gobierno de Milei, reconociendo las diferencias ideológicas pero subrayando la importancia de colaborar en los temas de interés común.
Por otro lado, la relación de Orsi con otros líderes de la región, como el presidente Nicolás Maduro de Venezuela y el colombiano Gustavo Petro, también ha sido destacada. Mientras que Maduro felicitó a Orsi y llamó a construir una relación «respetuosa y positiva», Petro interpretó el resultado como un reflejo de la voluntad de cambio y unidad en América Latina.
La victoria de Orsi representa el retorno de un gobierno de corte progresista que tiene como eje central la justicia social, el desarrollo sostenible y la unidad nacional. En su campaña, Orsi se comprometió a seguir ampliando derechos y mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables de la población. Durante su mandato como intendente del departamento de Canelones, alcanzó altos niveles de aprobación, siendo reconocido por su cercanía con la gente y su trabajo en pro del desarrollo local.
Ahora, con el desafío de liderar el país, el presidente electo deberá enfrentar una economía global incierta, pero tiene la oportunidad de redefinir las relaciones internacionales de Uruguay y fortalecer los lazos con sus socios en la región. En ese contexto, la región del Mercosur, con la proximidad de la adhesión de Bolivia, se presenta como un escenario clave para consolidar la política exterior de su gobierno.
El 1° de marzo de 2025, Orsi asumirá la presidencia con una agenda orientada a la justicia social y el fortalecimiento de la democracia, Orsi se prepara para en un país que, a pesar de sus desafíos económicos y sociales, sigue siendo un referente de estabilidad en América Latina. Durante su gobierno, se espera que Uruguay continúe con su política de derechos humanos, ampliación de libertades y compromiso con el medio ambiente, valores que han sido pilares del Frente Amplio durante los últimos años.
Uruguay vivió una jornada electoral histórica. Orsi recordó que la sensatez, el respeto y la solidaridad pueden prevalecer en la política. Su discurso de triunfo, claro y firme, fue un bálsamo para quienes creen que la política debe basarse en el respeto a las diferencias, la unidad y el bienestar común. Orsi, vestido con traje azul, habló sin leer, sin altisonancias, levantando la voz sin gritar, poniendo por encima de todo el valor de la convivencia y el entendimiento. A su manera, transmitió el mensaje de que, más allá de las diferencias, lo que se necesita es trabajo conjunto para construir un futuro mejor para todos.
Este triunfo no solo representa una victoria electoral. Es la victoria de la gente común y sencilla: los humildes, los obreros, los estudiantes, los jubilados, los hombres y mujeres que día a día luchan por un país más justo. En un mundo cada vez más polarizado y marcado por el ascenso de las extremas derechas, Uruguay resiste, se mantiene firme, y reafirma sus valores progresistas. A contramano de las tendencias globales, el Frente Amplio vuelve al poder, recuperando una tradición de justicia social que parecía olvidada en muchas partes del mundo.
Vuelve la izquierda, y con ella, el compromiso con los valores que han hecho de Uruguay un país modelo en la región: la paz, la igualdad y la justicia social. Es un triunfo para quienes creen que un gobierno debe ser de todos, no solo para unos pocos. Es un triunfo para la gente que no se conforma con lo que hay, sino que lucha por lo que falta. Es un triunfo que reafirma que, a pesar de los embates del neoliberalismo y las presiones externas, la lucha por un mundo más justo sigue viva.