La industria de la moda, una de las más lucrativas globalmente, genera un impacto ambiental alarmante. Con cada temporada, toneladas de textiles son desechadas contribuyendo a la contaminación del agua, aire y tierra. Este modelo ha despertado una creciente conciencia sobre la necesidad de repensar la moda y su impacto.
En respuesta, la moda sustentable con impacto social surge como una alternativa clave. Este enfoque no solo promueve la reutilización, el reciclaje y la producción ética, sino que también busca generar un cambio que incluya a comunidades vulnerables, promoviendo la inclusión social dentro de un proceso de transformación más allá de lo estético.
Noelia Ponce de León, diseñadora y fundadora de Cromosoma, un proyecto cordobés de diseño social, es una de las impulsoras de la moda circular, sostenible e inclusiva. En una entrevista con HOY DÍA CÓRDOBA, reflexiona sobre la importancia de iniciativas que generen impacto, y comparte detalles sobre el origen, la evolución y los desafíos de su proyecto, que tras dos años en pausa, planea volver este 2025.
Desde los barrios, así nació Cromosoma
El modelo de acción de Cromosoma nació inspirado en el trabajo de una fundación francesa que llegó a lugares periféricos de Argentina realizando talleres y conciertos de música con instrumentos fabricados a partir de desechos. En 2012, ese modelo fue replicado por Cromosoma en la moda, pensando en las escasas oportunidades que tenían las comunidades más vulnerables en cuanto a la vestimenta, ya que sus ropas eran mayormente donaciones.
«Nosotros siempre pensamos en cómo la ropa puede incluirte o excluirte de la sociedad. En ese momento estaba emergiendo la noción de sustentabilidad y se empezaba a hablar del consumidor consciente, que elige una cosa u otra, según su imagen y personalidad. Pero, ¿qué pasa cuando no podés elegir lo que te ponés?, ¿cómo se construye esa identidad?”, cuenta Noelia sobre la reflexión que motivó a Cromosoma.
Esta inquietud sobre la relación entre la ropa y la identidad impulsó la creación del proyecto, que comenzó con talleres en Villa del Tropezón, destinados especialmente a mujeres y niños. “Empecé con dos colegas y convocamos a otros diseñadores emergentes para crear esta experiencia colectiva”, recordó.
Un espacio de contención para mujeres
Los talleres de reciclaje e intervención de prendas se convirtieron en una de las principales actividades: «Lo que hacíamos era enseñarles a las personas a reapropiarse de la ropa que no podían elegir, customizarla e intervenirla para darle identidad».
La necesidad de acercar el diseño y la moda a comunidades periféricas y de escasos recursos motivó nuevas intervenciones en otros barrios de Córdoba. «En 2013 trabajamos en Chacra de la Merced con la ONG Las Omas, que empezó a dar talleres para madres que llevaban a sus hijos al colegio y no podían ir y volver, entonces se quedaban esperándolos. Pero nos encontramos con una realidad compleja: la ONG era un espacio de contención para esas mujeres, porque muchas eran víctimas de violencia de género”, detalló la diseñadora.
“Ahí, comenzamos a trabajar con ellas desde lo creativo. Y propusimos pensar que significaba ser mujer para cada una de ellas. Tomamos ese tema para pensar sus realidades, en acompañamiento con psicólogos. Cada una eligió una temática y en función de eso se intervinieron sacos de hombres que llegaban por donaciones. Finalmente los expusimos en el Congreso del Día contra la Violencia de Género que se realizó en Córdoba», cuenta Noelia sobre el impacto de Cromosoma en las realidades de esas mujeres vulnerables, más allá de la moda.
Otras acciones
El crecimiento de Cromosoma la llevó a integrar conceptos más técnicos y trabajar con cooperativas textiles. En 2014, comenzó a vincularse con iniciativas que recolectaban textiles de descarte en Córdoba, lo que permitió expandir el proyecto en varios barrios de la ciudad. «Con ellos pusimos contenedores en las escuelas de diseño de Córdoba y recolectamos casi 100 kg de textiles. Ahí nos dimos cuenta de la magnitud del problema», relata.
También colaboraron con diseñadores emergentes, quienes capacitaban a los talleres, y organizaron concursos de diseño, donde los proyectos ganadores trabajaban con cooperativas textiles en Córdoba. Uno de los proyectos más innovadores de Cromosoma fue el «Mapa de Remediadores», que mapeó talleres de reparación de ropa en la ciudad y promovió el reciclaje textil. «No existía un tratamiento para el reciclaje textil, entonces creamos un mapa interactivo de lugares donde reparar ropa. También capacitamos a los talleres sobre cómo calcular sus costos», explica Noelia.
Sin embargo, la sostenibilidad y el financiamiento fueron los mayores desafíos. Para garantizar la continuidad del proyecto, en 2016 y 2017, crearon un banco de telas para marcas emergentes y estudiantes: «Los diseñadores nos daban sobrantes y los hacíamos circular. Una parte de esa venta volvía a la marca y otra quedaba para el banco de telas”.
Trabajo con comunidades Wichí
Uno de los últimos desafíos fue la llegada de dos comunidades Wichí de Salta y Formosa durante la pandemia. La falta de turismo en el norte argentino para poder vender fue la principal dificultad que estas comunidades enfrentaban, y con el objetivo de resolver esta problemática, Noelia y su equipo ayudaron a las artesanas a crear un catálogo y organizar el envío de productos desde Salta a Córdoba.
Luego llegó la comunidad de Formosa, donde el analfabetismo representaba una barrera adicional. Las mujeres artesanas enfrentaban dificultades con las medidas de los productos: «Le empezaban a llegar pedidos en cantidad para carteras que tenían que tener ciertas medidas, todas iguales. Pero ellas no sabían usar el centímetro», relató la diseñadora. A través de la colaboración con el Colegio Monserrat, se abordó este problema, y gracias al trabajo en red con docentes y estudiantes, se realizaron videos explicativos que enseñaban a utilizar el centímetro y las unidades de medida.
Proyecto en pausa, pero con futuro
A pesar de todos los logros alcanzados, en 2020, Cromosoma se vio obligado a poner puntos suspensivos debido a proyectos personales de Noelia y sus compañeras y el impacto de la pandemia. «En 2020, decidimos dar una pausa al proyecto. Yo empecé a trabajar con mi propia marca, D-Bandera, y a enfocarme en nuevos desafíos. Pero sigo pensando en cómo fusionar ambos proyectos», explicó con una mirada optimista.
«Mi sueño es que Cromosoma y D-Bandera puedan fusionarse. Cromosoma podría seguir capacitando a las personas, mientras que D-Bandera sería el financiamiento para esos procesos», contó sobre la posible fusión de sus proyectos.
A pesar de las dificultades económicas y de la industria de la moda, que Noelia describe como un «monstruo», su convicción en la importancia de proyectos como Cromosoma sigue intacta. «Creo que proyectos así son claves para capacitar y dar herramientas”, afirma.
Con su mirada puesta en el futuro y el deseo de retomar las acciones este año, Noelia Ponce de León sigue apostando a la moda como una herramienta de cambio social y ambiental. «Es mi deseo volver a retomar Cromosoma este año y que se pueda nutrir con D-Bandera», concluye demostrando su esperanza y compromiso con un futuro más sostenible y justo.