A un cuarto de siglo de la muerte de Rodrigo, emblemático cantante de cuarteto, su hijo Ramiro Bueno abrió su corazón en diálogo con Pablo Montagna, en Radio Rivadavia. Recordó que, con el paso del tiempo, las fechas que antes le generaban dolor, ahora las recibe con tranquilidad y las convierte en momentos para compartir con el público y reflexionar sobre el legado de su padre.
“Cuando era más chico, me tomaba estas fechas como para estar de duelo, pero ahora busco la manera de disfrutar, de compartir, de charlar con la gente”, comentó. Ramiro destacó la importancia de la interacción con los fanáticos de Rodrigo, que le han permitido conocer distintas facetas de su padre y enfrentar su propia vida cotidiana con mayor fortaleza.
Construyendo el recuerdo desde la infancia
Ramiro tenía casi tres años cuando su padre falleció en un accidente vehicular en la autopista Buenos Aires-La Plata, el 24 de junio del año 2000. Por eso, sus recuerdos personales de Rodrigo son limitados. Con el tiempo, fue armando la imagen de su padre a partir de material audiovisual, testimonios y relatos que le brindaron una dimensión más clara y profunda del impacto que tuvo Rodrigo en la música y en la gente.
“El recuerdo que tengo es gracias a los videos y a lo que la gente me cuenta. Cada persona me presentó un Rodrigo diferente, siempre con mucho cariño y respeto”, explicó. Este contacto con los seguidores del cantante se convirtió en un apoyo fundamental para Ramiro en la construcción de su propia identidad y en la manera de llevar adelante su vida personal.
Una conexión musical diferente
Aunque Ramiro también es músico y mantiene una relación cercana con la música, confesó que no es un gran consumidor del cuarteto como género. “No consumo mucho cuarteto, soy fanático de mi papá”, afirmó. Para él, cantar los temas de Rodrigo es una forma de conectar con su figura paterna y rendirle homenaje.
“Lo hago con mucho cariño y lo siento como una conexión profunda”, agregó. Ramiro valoró especialmente la manera en que su padre transmitía su música y su energía sobre el escenario, aspectos que admira y trata de reflejar en sus propias presentaciones.
A 25 años de su muerte, Rodrigo continúa siendo un ícono fundamental para el cuarteto y para quienes lo siguieron. Ramiro Bueno representa una continuidad en esa historia, con una mirada personal y respetuosa que rescata la memoria de su padre y a la vez lo proyecta hacia su propio camino artístico.
El homenaje de Ramiro, marcado por el cariño y la admiración, mantiene vivo el legado de Rodrigo y abre una ventana para que nuevas generaciones conozcan y valoren la música y la historia del artista.
Este testimonio íntimo aporta una visión cercana y humana sobre cómo se construyen los recuerdos familiares y cómo el arte puede ser un vehículo para preservar la memoria y honrar a quienes dejaron una huella imborrable.