LA PAZ.- En medio de una creciente tensión política, Bolivia cumplió ayer nueve días de protestas en sus principales ciudades contra el aplazamiento de las elecciones presidenciales para el 18 de octubre, una medida de fuerza sostenida por Central Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad, que agrupan a sectores afines al ex presidente Evo Morales, a quien el Gobierno de facto de Jeanine Áñez acusa de intentar desestabilizar” al país para asumir el poder por la ventana”.
Para colmo, con el diálogo roto entre las partes, entró a jugar explícitamente Estados Unidos con su subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael G. Kozak, quien afirmó que las acciones desestabilizadoras y los bloqueos impiden avanzar”. Los bolivianos merecen elecciones libres/imparciales más acceso a atención médica, oxígeno y suministros médicos.
Los actores políticos y la sociedad civil deben entablar un diálogo pacífico y constructivo”, expresó el diplomático en Twitter. El gobierno de Áñez acusa al ex presidente Morales de querer desabastecer de alimentos y suministros clínicos a la población con los bloqueos de ruta que mantienen los manifestantes en medio de la pandemia, algo que es desmentido enfáticamente por la COB. Al mismo tiempo, amenaza con una represión feroz: el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, afirmó ayer que lo políticamente correcto sería meter bala” a los manifestantes. A su vez, Morales pidió no caer en provocaciones y exigió la convocatoria de los comicios.
No debemos caer en las provocaciones que nos quieren llevar a la violencia. Solo con el pueblo en el poder democrática y pacíficamente podremos resolver la crisis y eso significa elecciones ya, con fecha definitiva e inamovible”, tuiteó ayer en respuesta a Murillo.