La sabiduría del solo sé que no se nada” nos plantea que las respuestas –parciales y desde una perspectiva particular- siempre son menos importantes que las buenas preguntas. Es que, en momentos de crisis, sin explicaciones (¿Por qué la corrupción es el factor común de las democracias? ¿Por qué explotan Chile, Ecuador, Francia, el Brexit, Hong Kong, Cataluña…?) la reflexión es la única salida, para romper los lugares comunes y simplones que creíamos verdades reveladas.
– ¿Por qué sobran los jubilados y no sobran los híper ricos que sostienen la inviabilidad de los sistemas jubilatorios?
– ¿Por qué se endeudan los Estados y se acumulan recursos financieros en manos de unos pocos?
– ¿Por qué los recursos financieros se concentran en guaridas fiscales y no se invierten en actividades productivas que generen trabajo?
– ¿Por qué hay hambre y se producen alimentos suficientes para casi el doble de la población mundial?
– ¿Por qué la obesidad y la desnutrición caracterizan la realidad de los niños del mundo rico y pobre?
– ¿Por qué son violentas las explosiones populares o sorpresas los resultados electorales y no lo son las promesas incumplidas o los giros copernicanos de gobernantes electos, en contra de la voluntad popular?
– ¿Por qué países que se suponen exitosos, tienen crisis y explosiones populares?
– ¿Por qué si sabemos que la cooperación crea riqueza, paz y desarrollo se sigue promoviendo la competencia?
– ¿Por qué se promueve la competencia y el endeudamiento de los sectores populares y Estados, si se promueven las fusiones y concentración financiera de los grandes monopolios?
– ¿Por qué el premio Nobel de la Paz Barack Obama bombardeó más que nadie, y el loco” de Trump retira tropas de ocupación, aunque amenaza a todos?
– ¿Por qué el dictador” Putin usa armas para imponer paz en Medio Oriente y los países democráticos” (Francia, UK o EEUU) proveen armas a los beligerantes?
– ¿Por qué es buena la libertad de mercados y el libre comercio, y no lo es la de los migrantes que huyen de la pobreza y las guerras generadas por aquellos que sostienen la globalización financiera y comercial?
– ¿Por qué un desastre electoral en EEUU son problemas en un sistema complejo”, y una mera sospecha sin pruebas, fue un fraude en Bolivia?
– ¿Por qué aquellos que sostienen el libre comercio internacional, establecen sanciones unilaterales, controlan, restringen o censuran contenidos en las redes sociales y frenan la difusión del conocimiento con patentes de dudosa legitimidad?
– ¿Por qué se desarrollan tecnologías que reemplazan trabajo humano, si lo que sobran son trabajadores?
– ¿Por qué son revolucionarios utópicos los que promueven el equilibrio económico, social y ambiental y no son terroristas los que promueven el sobreconsumo, el individualismo, la meritocracia sin considerar el contexto y la discriminación?
Si aún no nos lo hemos preguntado, si no nos hemos preocupado por conocer las opiniones –respuestas- de otros, es que estamos suponiendo que la solución es individual y las consecuencias no nos alcanzarán ni a nosotros ni nuestra familia, o que es suficiente plantar un árbol, donar lo que nos sobra o ya no usamos y suponer que nuestro éxito” es independiente de la familia en la que nacimos o de los beneficios que obtuvimos de la economía del bienestar y el Estado presente (educación y salud pública gratuita, etc.) de las décadas anteriores… entonces, somos parte del problema, y sufriremos las consecuencias de estas contradicciones.
Ni siquiera es necesario pensar en la justicia social o la solidaridad para saber que si el sistema no es sostenible para todos en todo momento, y el destino de toda la humanidad será el de otras tantas especies extintas en la historia del planeta. Salvo que estemos dispuestos a exterminar, aislar o invisibilizar a los más desposeídos, amasando una gran fortuna que nos proteja a nosotros, nuestros herederos de esa chusma”. ¿Lo estamos?
Si es así, debemos saber que hoy millones de ancianos son abandonados por sus hijos y la sociedad, se suicidan o fenecen en la soledad y la pobreza, sin acceso a la salud y el cuidado que necesitan. Y que miles de millones de niños no tienen ni tendrán lo que nos permitió llegar a donde llegamos. ¿Por qué suponemos que no nos ocurrirá ni a nosotros, ni a nuestros hijos o a nuestros nietos?
Si no lo hacemos, pensar que nuestra salida será con ellos, nunca contra ellos, y que encontrar culpables no solucionará los problemas y que no involucrarse en la solución, nos hace parte de esos problemas.