El mundo de la literatura está lleno de canallas y granujas, dijo un novelista exiliado alguna vez. Y solamente los escritores exiliados saben que es así; Takashi lo comprobó en carne propia.
Muchos cursos de escritura creativa recomiendan intentar publicar después de los 27. ¿Por qué? Existe una metodología que se repite mucho en las vidas de los distintos escritores: leer mucho, escribir mucho y vivir mucho. Los tres puntos se podrían resumir en experiencia.
–Takashi, no te recomiendo que intentes publicar la novela ahora –le dijo su maestro.
– ¿Tan mala es?
–No, en realidad es buenísima… el problema radica en que no estás listo para el mundo de las letras. Esa es mi recomendación y todo lo que puedo decir.
–Oh, Maestro. Igual voy a intentarlo. ¿Alguna otra recomendación?
–Ten cuidado.
Takashi hace una reverencia y abandona la biblioteca en donde se dicta el taller.
Al llegar a su casa, guglea editoriales de Renacentía y encuentra una variopinta cantidad de editoriales. Anota sus direcciones e imprime varias copias de la novela inédita.
En la mañana, y sin conciliar el sueño, se dirige a la primera y más grande: Editorial Casita Aleatoria. Sus oficinas son un monstruo de veinte pisos y por dentro, un diseño que recuerda a una pecera desproporcionada.
–Vengo a traer mi novela para que la publiquen –dice Takashi.
–Los manuscritos inéditos solo son recibidos cuando hacemos el Premio Casita de Novela. Fuera de termino no recibimos.
–Pero…
–¡Seguridad! –tras el grito, dos monigotes lo acompañaron hasta afuera.
El siguiente destino fue Editorial del Viejo Lobo. Ahí lo trataron un cachito mejor:
–No, flaco. Si tu novela no está emparentada con la novela histórica, entonces no te podemos ayudar.
–Ehmmm… bueno… gracias –Takashi no pierde la esperanza. Vuelve a leer la lista, y decide seguir por una que jamás se negaría y, para pior, le iba a meter la mano en el bolsillo: Editorial Dumbby.
Dumbby es una editorial imprenta que les cobra a los autores para publicarlos:
–¿Una novela? Sí, como no. Ahora le pido a uno de los integrantes de nuestro equipo editor que baje a atenderlo. Por favor, tome asiento un minuto.
Quizás por mecanización de las tareas pero, a los sesenta segundos, el editor ya está apretando la mano de Takashi y pidiéndole que lo acompañe a la oficina.
–Y dígame, señor Takashi, ¿cómo se llama la novela y de qué trata?
–Es una ópera espacial sobre un androide que tiene un desperfecto técnico que provoca que pueda sentir los sabores. Entonces atraviesa una odisea para poder convertirse en el cocinero en jefe de la nave nodriza, que se dirige a una de las lunas de Júpiter para colonizarla. También pongo las recetas que va aprendiendo el protagonista para brindarle una nueva experiencia al lector. Se llama Brócoli y circuitos”.
–Excelente… muy… original. Ahora voy a imprimir el contrato –el editor presiona ctrl+p y la máquina larga varias hojas escritas con letra Arial 6 puntos, es decir, un mazacote imposible de leer.
Takashi lo intenta y no consigue leer sin marearse. Es entonces cuando recuerda que no tomó las pastillas para alergia y su nariz chorrea mocos.
–Tranquilo, básicamente nos autoriza a publicar la novela y que los costos de edición se resuelven a primera sangre.
Takashi, por evitar parecer un estúpido, prefiere quedarse con la duda y firma sin leer. Luego se lo entrega.
–Listo, señor Takashi. Detrás de usted está el armario con katanas. Elija la que va a usar.
–¿Katanas?
–¡Oh, disculpe! Pensé que por su ascendencia lo entendería… espadas, señor.
–¿Espadas?
–Debe elegir una para primera sangre. ¿Acaso no sabe de qué se trata?
–No.
–En primera sangre nos batimos a duelo con katanas para decidir quién se hará cargo de los gastos de impresión por el libro. Es decir, el primero en recibir un corte es quién paga.
–Pero yo no quiero.
–¡Ya firmó! Ahora tome su espada o toda su obra pasará a pertenecernos.
Takashi saca una katana. Ahora entiende porque su maestro no le recomendaba publicar.
El editor hace lo mismo y le salta desde encima del escritorio. Takashi sostiene el golpe poniendo la hoja de costado. Los sables se sacan chispas.
Takashi estornuda y, al no taparse con el codo, los mocos–proyectiles impactan en la cara del editor. Aprovecha ese descuido para hacerle un cortecito.
–Perfecto, señor. Usted gana. Mandé el manuscrito por mail antes de mañana a las doce o tendremos que aplicar la cláusula de los latigazos.
–Sí, sí. Esta tarde se lo mando –dijo Takashi mientras se marchaba.
De eso han pasado tres meses de exilio en Japón. Editorial Dumbby todavía busca a Takashi para hacerle cumplir con el contrato.
Escupir el asado
El tiburón se acerca a la orilla. Está cansado de verlos desde la distancia, cada domingo en la arena, tirados tomando sol, haciendo fuego y humo. ¡Está podrido de tener que aguantar ese olor!
Cuando siente la arena mojada en la barriga, saca de sus aletas, los brazos y luego las piernas. En ese momento, sus dos metros y medios de envergadura se encuentran erguidos.
Mueve sus piernas, una a una; hace mucho que no las utiliza, se sienten entumecidas. Ya está fuera del agua, la brisa veraniega le provoca un escalofrío. Se dirige a esa familia, la que cada domingo llegaba poco antes del mediodía.
El tiburón observa como cada humano en la orilla lo ve y se horroriza.
El tiburón observa como cada perro en la orilla lo ve y le ladra… y no importa.
Ahora no hay quién me pare”, piensa y continúa hacia el fuego y el humo.
*
Jesús ve a la bestia y se le planta de frente.
– ¿Qué quiere? –le dice al tiburón.
Por lo menos me trata con respeto”, piensa el tiburón y responde:
–Vengo a probar…
– ¿Qué cosa?
–Eso –señala con su aleta la parrilla.
– ¿El asado? –Jesús, lo piensa un momento. Tiene que ser un buen samaritano, pero no sabe si el salido del agua es un demonio disfrazado. Si se enteran en la Iglesia no lo van a dejar entrar más. Ahí se le ocurre una idea– Dale, no hay problema. Vení. Acá hace unos meses estuvimos con problemas, viste. No podíamos salir de nuestras casas por un virus… así que primero te voy a pedir que te laves con esta agua bendita y después con alcohol en gel. Al asado se lo come con pan o con la mano cuando hay una costillita. Por eso necesito que te laves las manos… o lo que sea que tengas.
El tiburón obedece al pie de la letra.
–Gracias –dice–. La verdad es que hace mucho que te veo a vos y a tu familia que vienen y hacen esto… pasas horas alrededor de la parrilla y ya no aguanté más el olor… por eso vine…
–Es un ritual, viste. Primero limpias la zona. Acomodas las ramitas en el medio y los troncos más gruesos después. Con hojas de diarios te esforzás un poquito hasta hacer fuego y después esperas; limpias la parrilla. Después salas la carne y la pones con poca brasa para que no se arrebate… y es muy importante tener un trago siempre a mano, de vinito o cerveza, si no te puede salir seco el asado.
Jesús saca de la parrilla el morrón con huevo y queso que siempre le prepara a su hija que es ovolacteovegetariana; ella, que lo mira desde una distancia que le parece segura junto a su mamá y su hermano, se muerde los labios por las ganas de hincarle el diente al morrón.
–Ah, vos sos un filósofo.
–Y uno hace lo que puede, viste… tomá, probá –le pasa un pedazo para que pruebe.
Cuando las texturas llegaron a la boca del tiburón y pasaron por su cuello, un mundo nuevo se abrió para él.
–No puedo creer que pasé tanto tiempo sin probar esto, está buenísimo.
–Gracias, ahora fijate… se llama corte Obispo… proba sin miedo.
El tiburón mastica la porción y la sal de la carne le parece horrible y la escupe.
–Che, que me estás haciendo… ¿vos sos pelotudo? ¡CON EL ASADO, NOOO!
Y Jesús, típico argentino, le tira un manotazo al pecho.
– ¿CÓMO ME VAS A ESCUPIR EL ASADO? ¡GIL! –hasta la otra playa ya se escuchan los gritos.
El tiburón, se sorprende ante el gesto efusivo del hombre y después se acuerda quién es el depredador. Le tira una piña. El argentino se cae por el golpe. Se lleva una mano a la cara y con la otra espera.
El tiburón se agacha:
–No te enseñaron respeto, flaco –le dice a Jesús que, al mismo tiempo, le tira arena a los ojos. El tiburón busca refregarse cuando siente el tacle del argentino sobre el estómago. Se queda sin aire y en el suelo. Las piñas de Jesús le caen igual que granizo.
Logra zafarse y corre al mar:
–Ya vas a ver… voy a volver.
– ¡Vení, nomás, acá te espero!
En ese momento ve una innumerable cantidad de aletas que asoman del mar. Jesús traga saliva, agarra su cuchillo tipo facón y grita:
– ¡Che, preparen la panza porque también vamos a tener sushi!
Gerardo van Junker
(1991, Villa Mercedes, San Luis) Gestor Cultural y Director de Editorial Rorschach. Publicó Feria de sensaciones (2013), Entre el Manicomio y el Cementerio (2014), Microterapias (2015), Poesías Remendadas de ayer y hoy (2015), Espíritus de Medianoche (2016, Buen Gusto Ediciones), Single (2016, La Gota Microediciones), Acabaré con Marvel y DC (2018, Rorschach), Éramos poetas inéditas (2019, Perniciosa), La tarde del sol negro (2019, Color Ciego), La llamada del instinto (2020, Rorschach).
Continuador del realismo delirante laisequiano, así como gran cultor de la bizarro fiction estadounidense, Gerardo van Junker es un un poeta y narrador que tiene sus raíces en la autogestión punk (género en el cual incursionó también, con banda propia) y que, en la actualidad, se ha convertido en una de las voces más particulares y sugerentes de la escena puntana.