En su libro «El desafío poliamoroso», la feminista española Brigitte Vasallo apuesta por una nueva política de los afectos y pone en cuestión las relaciones monogámicas asociadas a la felicidad a través de la educación, las leyes, la organización social que genera prácticas de convivencia y dependencia y tiene a la familia como bien supremo, lo que garantiza la sexo-afectividad anclada en el sistema capitalista.
La autora viene investigando desde 2013 el discurso monogámico que, según manifiesta, pregona el amor romántico de la mano de romantización del vínculo, el compromiso sexual, la exclusividad de ambas personas y un futuro reproductivo en base a una convivencia y dependencia económica y afectiva.
En la obra, editada por Paidós, advierte además sobre los vínculos poligámicos que reproducen los esquemas monógamos, y propone otras formas del relacionarse como el poliamor, los vínculos múltiples y el amor libre, construyendo redes afectivas que contemplen la inclusión, la convivencia y la cooperación, y los cuidados mutuos, sin la supremacía de unos sobre otros.
Activista y lesbiana, Vasallo ha trabajado como camarera, profesora, limpiadora y marinera, y desde hace mucho tiempo es investigadora independiente. Vivió muchos años en Marruecos, donde la poligamia es legal, experiencia que, según la escritora, «impregna» toda su obra.
Es autora de la novela «PornoBurka», en su nueva obra propicia una nueva política de los afectos: considera que «la problemática de la pareja como constructo no es el vínculo, sino toda la estructura social que apunta hacia ese vínculo».
– ¿En qué medida el hecho de haber vivido en Marruecos influyó en esta mirada hacia los vínculos poliamorosos?
– Brigitte Vasallo: Yo llegué a Marruecos siendo muy niña y estando muy rota. Así que sin ese período de mi vida posiblemente no estaría aquí. Al margen de eso, allí aprendí que he sido educada en el eurocentrismo, en la colonialidad (que entonces no sabía que se llamaba así), en el racismo, en el supremacismo. Y que las cosas que me habían contado sobre ese «otro» confrontacional y antagónico es un constructo para definir el nosotros por oposición. Creo que todo eso impregna mi obra, irremediablemente.
– ¿Cómo se construyen las relaciones en los vínculos poliamorosos en cuestión de vínculos saludables, y de cuidados?
– Me parece que la parte más interesante a nivel comunitario es desmontar ese lema del neoliberalismo que dice «si quieres, puedes» y que muchas comunidades poliamorosas asumieron como propio: si quieres deconstruirte, puedes. Lo que hace esta lógica es dejar fuera de la ecuación a las estructuras. Y precisamente el análisis y la mirada sobre las estructuras del vínculo afectivo me parece la parte más interesante de la mirada política sobre la monogamia como sistema.
– ¿El término de relación poliamorosa define solamente los vínculos de pareja o se extiende a otro tipo de relaciones?
– La pareja es un concepto monógamo, lo cual no significa que en otras formas no haya relaciones de dúo. Pero la pareja es más que la cantidad: es la estructura de base de las sociedades de la modernidad contemporánea, es una estructura que se ha puesto como sustitución de otras formas de vida comunitarias, y es un mecanismo perfectamente definido de antemano, sabemos cómo tiene que ser una pareja y cómo no, hacia dónde tiene que ir y hacia dónde no. La problemática de la pareja como constructo no es el vínculo, sino toda la estructura social que apunta hacia ese vínculo.
– ¿Por qué el discurso neoliberal considera a las relaciones no monogámicas «como a quien vende cachivaches en una feria de telefonía celular», según manifestás en el libro?
– El discurso neoliberal nos hace responsables de todo lo que nos sucede, por aquello del «si quieres, puedes» que deriva en el «si no puedes, es que no has querido suficiente». Así, pensamos que la exclusividad sexual es una elección, o que los celos ante la multiplicidad de relaciones son una especie de «tara» personal y no una consecuencia del sistema. Estamos ahí atrapadas: entre un sistema que flaquea y una propuesta que se dice contrasistémica, pero que nos culpa del sistema mismo.
– ¿Por qué decís que muchas parejas que practican el poliamor terminan reproduciendo vínculos monogámicos?
– Porque la pareja es una estructura monógama. Si ese sigue siendo nuestro marco, difícilmente podremos construir otra cosa.
– Un concepto muy interesante del que hablás en el libro es de la obsesión del sistema monógamo por la perdurabilidad de los vínculos. ¿Por qué considerás que sucede?
– Necesitamos de la perdurabilidad en nuestras vidas, más si cabe en el momento donde la obsolescencia programada apela también a la finitud de los afectos y los pactos de vida. El sistema monógamo lo que impide es la transformación de los vínculos para adaptarse a la vida, pues solo admite como amor y como perdurable una cosa que tiene que ver más con una narrativa falseada y un subidón primaveral que con un compromiso de vida, que sabemos que es otra cosa. Pero a ese compromiso ya no lo llama amor, o no llama amor si no tiene que ver con la sexualización. El compromiso de vida con una amiga, incluso para compartir economías y crianza, no está contemplado por el sistema, y de hecho está penalizado hasta legalmente.
– ¿Qué sucede cuando en una relación poliamorosa alguien se obsesiona con uno de los integrantes del vínculo y quiere estar las 24 horas con esa persona?
– En mi opinión, cualquier obsesión por otra persona es perniciosa. De hecho, los feminicidios se sustentan sobre eso, y sobre la naturalización de esas obsesiones como parte del proceso amoroso.
– ¿Considerás que las generaciones más jóvenes están más abiertas a incorporar o formar parte de vínculos poliamorosos?
– No creo que podamos entender a las personas por generaciones. Sé que la escuela nos enseña eso, separándonos por edades desde muy niñes. Eso impide también una transmisión de conocimiento y de inquietudes intergeneracional que nos hace más vulnerables como sociedades.