Franchesca
¿Qué culpa tienen los niños que tantos adultos hayan convertido a nuestra sociedad en un campo de batalla en el que los instintos más violentos terminan prevaleciendo? ¿Por qué tantos maltratos, abusos y pésimos ejemplos a personitas que recién empiezan a abrirse a la vida?.
Podemos imaginar y balbucear varias respuestas que van desde la marginalidad y la miseria, hasta el desamparo, el abandono y la indiferencia. Lo cierto es que hay hechos concretos que, de sólo contarlos, se vuelven insoportables. El fiscal Juan Pablo Klinger elevó a juicio la causa por el espantoso crimen de Franchesca Gutierrez de sólo tres añitos.
Todo ocurrió en una plaza de Villa Martinez el 3 de octubre del año pasado, y fue la desgraciada culminación de un conflicto entre una mujer (madre de la pequeña) y su nueva pareja, contra el padre biológico de la víctima. Fue justamente Alejandro Maldonado quien buscó a su hijita y la llevó a jugar a la placita del barrio. En esa circunstancia, apareció el novio de la madre, Carlos «Cacai» Sosa, quien fue a discutir con Maldonado y no trepidó en sacar una pistola semiautomática con la que desató una balacera. Uno de los proyectiles impactó en la carita de Franchesca, quién falleció a los pocos minutos.
Seguramente Cacai será condenado y así terminará otra desgarradora historia, entre tantas que forman parte de la violencia urbana instalada definitivamente en nuestra ciudad. Esta historia llevará el nombre de Franchesca.
Que alguien se lo diga
Tribunales atraviesa esta casi postpandemia con protocolos, pero con mayores aperturas. De a poco, vuelven más abogados y aumenta la concurrencia del ente para, entre otras cosas, participar de juicios que se empiezan a parecer a los de antes de la pandemia. Por ello, no dejó de sorprender la actitud del juez Roberto Cornejo, de la Cámara Novena, que llevó adelante el juicio condenatorio a los hermanos Caniggia.
Desde el inicio de las audiencias, este magistrado impidió el ingreso de los periodistas a la sala donde se desarrollaron las tres jornadas del proceso. Sin dar demasiadas explicaciones, Cornejo incluso prohibió que los trabajadores de prensa puedan escuchar la última palabra de los imputados, haciendo lugar al pedido del defensor Nicolas Ruades, por una supuesta afectación al derecho de defensa. Debemos recordar que este juicio no era de instancia privada y que las acusaciones eran por delitos menores de hechos sucedidos en el boliche Keops de Villa Carlos Paz.
Los periodistas sólo pudieron escuchar el veredicto tras haber hecho toda la cobertura anterior preguntando a terceros sobre lo que había sucedido, por ejemplo, en los alegatos con los pedidos de la fiscal Mercedes Balestrini.
Es verdad que el juez (en este juicio unipersonal), es la máxima autoridad y tiene todo el derecho a decidir, entre otras cosas, quienes pueden ingresar o no a las audiencias. También es verdad que los periodistas no van a Tribunales a hacer turismo y que el derecho, y también el deber, es compartir con la sociedad una información certera y responsable. En los juicios orales y públicos, la prensa habitualmente trabaja sin sobresaltos, incluso en procesos sobre hechos delicadísimos, como femicidios y otros sucesos aberrantes. Es una pena que, en pleno 2021, todavía haya magistrados que no entiendan que achicar la enorme distancia hoy existente entre la Justicia y la sociedad es tarea de todos. Sería apropiado entonces, que alguien se lo diga al juez Roberto Cornejo.