Afganistán, el montañoso país que Estados Unidos abandonó tras una guerra de 20 años, no solo es llamado «tumba de imperios», sino también un «Estado tapón» entre potencias, «corazón» geopolítico de Asia Central, y una vía terrestre codiciada en la Nueva Ruta de la Seda, que China quiere trazar hacia Europa.
Luego de rechazar al imperio británico en 1842, a la Unión Soviética en 1989, y, ahora, con la reciente huida de EEUU tras la invasión de 2001, «Afganistán se convirtió en el cementerio de las grandes potencias», indicó Cassiana Borilli Dini, máster en Estudios Estratégicos Internacionales de la Universidad Federal de Río Grande del Sur. Entre los motivos que tienen los países para querer controlar su territorio, está su estratégica ubicación en el mapa: en medio de Asia, con fronteras con China e Irán y cercano a Rusia e India, una zona clave en las rutas comerciales terrestres entre Asia y Europa. «El territorio afgano era principalmente un punto de tránsito que conectaba Asia Central con Asia Meridional y Medio Oriente. Grandes estrategas como Halford John Mackinder (geopolítico y geógrafo inglés) lanzó en 1904 el concepto de corazón, una gran región de difícil acceso por mar, que conecta la gran región de Eurasia», detalló la académica brasileña.
Por eso, el país recientemente reconquistado por los talibán tiene un lugar geopolítico muy importante para las potencias regionales y mundiales. «En el caso de EEUU es un punto estratégico importante para la contención de China y Rusia, es muy relevante para canalizar gasoductos y petróleo de las ex repúblicas soviéticas, y canalizarlo hacia un lado u otro del planeta», explicó el doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, José Miguel Calvillo Cisneros. «Es un enclave, es un Estado tapón. Está en medio de diferentes focos regionales, y controlar ese territorio permite ser un actor influyente de la región del Asia Central», agregó.
Además de estar estratégicamente localizado, Afganistán cuenta con una gran variedad -y abundancia- de recursos naturales, que comenzaron a descubrirse durante los 10 años de ocupación soviética, entre 1979 y 1989. «Se sabía poco sobre la riqueza mineral del país. Cuenta con un componente de riqueza natural y mineral que, en los últimos años, reavivaron las posibilidades reales de recuperación económica», dijo Borilli sobre los hallazgos, de los que también informaron expertos estadounidenses en la última década: millonarias reservas de hierro, cobre, cobalto, oro y litio. «Tras haber sido reevaluadas recientemente en base a un billón de dólares, o más, demostraron tener una capacidad aún mayor que la estimada en la década de los 80, con minerales esenciales para la industria tecnológica actual, especialmente la china», añadió la especialista brasileña.
Precisamente China es uno de los países más interesados en los minerales que posee Afganistán, como el litio, considerado el «oro blanco del siglo XXI», materia prima clave para la producción de baterías para celulares, tabletas, computadoras y autos eléctricos, un sector productivo en el que China es líder. «La huida estadounidense de Afganistán supone un aspecto negativo para EEUU y, por lo tanto, positivo para China. Gana influencia en el mercado geoestratégico», señaló Calvillo sobre el reacomodamiento político actual del que China ya tomó partido.
«El pueblo afgano marcó un nuevo comienzo para la paz y la reconstrucción nacional, y Afganistán ha dado vuelta a una nueva página», dijo esta semana el vocero de la Cancillería china, Wang Wenbin. Esta nueva página a la que hacen referencia las autoridades chinas posiblemente sea escrita con el diseño de los ferrocarriles, oleoductos y gasoductos de la Nueva Ruta de la Seda, el renovado corredor económico que China ya expande de Asia a Europa.
«Sería otra ruta alternativa a las ya sobrecargadas rutas marítimas comerciales, vigiladas de cerca por EEUU y su Armada de aguas profundas, y representaría conectividad con regiones de menor alcance chino como el Medio Oriente o Asia Central», indicó Borilli.
Pese al reciente guiño de las autoridades chinas a los talibán, el país asiático aún no garantizó que reconocerá al nuevo Gobierno que los islamistas están negociando. «En la pequeña frontera, de 70 kilómetros, que comparte Afganistán con China hay un movimiento independentista musulmán muy importante. China tiene miedo que pueda ingresar el extremismo islámico y generarle problemas», destacó Calvillo como posible punto de fricción en el futuro entre ambos Gobiernos.