Rusia sigue empujando con decenas de ataques diarios en dos frentes en la guerra en Ucrania: en la región de Donetsk al sur, y en Kursk, más al norte. En el primer caso, los rusos avanzan en dirección a los feudos ucranianos de Pokrovsk y Kurájove, en la región de Donetsk. Y en el segundo, Moscú reivindicó la toma de otra localidad en la región rusa de Kursk en una jornada marcada por el inicio de los preparativos en Bielorrusia para desplegar allí el nuevo misil balístico hipersónico estrenado en noviembre por los rusos en el campo de batalla, el Oréshnik.
Según la plataforma ucraniana de análisis de la guerra DeepState, las fuerzas rusas se acercan cada vez más a Pokrovsk y ya están a sólo tres kilómetros de esta ciudad de la región de Donetsk que antes de la guerra tenía 60.000 habitantes. En una entrevista en la televisión ucraniana, el portavoz militar de Kiev, Nazar Voloshin, reconoció que las tropas ucranianas han perdido posiciones en ese eje del frente.
El jefe del Ejército ucraniano, Oleksandr Sirski, ha afirmado tras visitar a sus soldados desplegados en la zona que los rusos tienen superioridad numérica sobre los ucranianos. Tras visitar el frente de Pokrovsk, Sirski destacó el alto número de bajas que están sufriendo los rusos en su ofensiva. Las bajas en todo el frente comunicadas por Kiev superan casi a diario los 1.500 muertos y heridos.
En su rueda de prensa diaria, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, insistió en que Rusia responderá al ataque ucraniano del miércoles con seis misiles estadounidenses ATACMS contra un aeródromo militar del puerto ruso de Taganrog, en el mar de Azov.
Por su parte, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, afirmó que la amenaza de Rusia avanza rápidamente, y advirtió que la alianza militar transatlántica debe multiplicar su gasto en defensa para prevenir una “gran guerra” en su territorio.
“El peligro se mueve hacia nosotros a toda velocidad”, dijo Rutte en un coloquio en Bruselas, y expresó su convicción de que “no estamos preparados para lo que se nos viene en cuatro o cinco años”. Para el ex primer ministro neerlandés, la situación general de seguridad “no es buena. Sin dudas, es la peor de mi vida”. En su opinión “no hay una amenaza militar inminente” para la OTAN, porque la alianza “se ha transformado para mantenernos seguros”.