El arzobispo anglicano sudafricano, Desmond Tutu, un símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, galardonado con el Premio Nobel de la Paz, murió ayer a los 90 años, desatando una ola de tributos para homenajear a uno de los últimos íconos de esta generación. Durante las décadas de 1980 y 1990, con su sotana púrpura, Tutu fue un símbolo inspirador de coraje, dignidad y esperanza en una nación condenada durante años al Apartheid.
Mezclando política y religión, Tutu arriesgó su vida para detener actos de violencia contra los manifestantes negros y desafió las amenazas de muerte de extremistas por liderar la campaña internacional para imponer sanciones económicas y culturales contra el régimen de la minoría blanca.
Tras la llegada de la democracia en 1994, y la elección de Nelson Mandela como presidente, Tutu presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, creada con la esperanza de que pasara la página del odio racial.
En todos los ámbitos criticó el status quo, en temas como la raza, los derechos LGBT o incluso apoyando la muerte asistida. Debilitado por un cáncer diagnosticado en 1997, ya no hablaba en público, pero nunca olvidaba saludar a las cámaras presentes en sus apariciones.