Por unos días, el caos y el desorden reinaron en Canadá, un país donde este tipo de acontecimientos no suele ser común, al menos durante su historia reciente. Las protestas en Ottawa fueron tan inusuales que tuvo que ser trasladado hacia una residencia secreta junto a toda su familia, debido a temores por su seguridad. Ya en 2020, un miembro de las Fuerzas Armadas Canadienses que se encontraba armado chocó su vehículo contra las puertas de la residencia de los Trudeau, en Rideau Hall. Durante el fin de semana, más de 10.000 personas se acercaron a la capital. Lo que empezó como una manifestación de camioneros, sumó a distintos trabajadores, entre ellos, los ligados al sector agropecuario, que marcharon con sus tractores. En medio de las protestas, el premier dio positivo para Covid-19, el pasado 31 de enero. Si bien Trudeau es miembro del Partido Liberal, las medidas para contener la pandemia tuvieron una gran resistencia por parte de los sectores más conspiracioncitas y contrarios a cumplir con las restricciones o vacunarse.
Las manifestaciones estallaron contra la obligatoriedad de la vacuna para los camioneros que tienen que atravesar la frontera entre Canadá y los Estados Unidos. Los activistas antivacunas denominaron a las marchas como “the freedom convoy”, es decir, el “convoy de la libertad”. Sin embargo, durante las jornadas en Ottawa se vieron todo tipo de símbolos nazis, un video de una mujer bailando sobre la tumba al soldado desconocido, e incluso, banderas confederadas, que poco y nada tienen que ver con la historia canadiense. Los camioneros bloquearon distintas calles a lo largo y ancho de la ciudad, especialmente las aledañas al edificio del Parlamento, y la casa del alcalde. El intendente de Ottawa, Jim Watson, afirmó que también hubo ataques contra restaurantes que exigen a sus comensales la utilización de mascarillas para protegerse de los contagios. Se trata, sin embargo, de un sector minoritario ya que, de los 120.000 camioneros que trabajan en la frontera de Canadá, más del 90% ya está vacunado.
Por ello, el primer ministro se refirió a una “pequeña minoría marginal de personas en camino a Ottawa con puntos de vista inaceptables que no representan los puntos de vista de los canadienses que han estado apoyando, que saben que seguir la ciencia y dar un paso adelante para protegerse unos a otros es la mejor manera de garantizar nuestras libertades, nuestros derechos y nuestros valores como país”.
El movimiento antivacunas creció en el país, especialmente durante el año pasado. Trudeau siempre lo condenó, considerándolo contrario a los “valores canadienses de bondad”. Lo cierto es que no es sólo una medida de Canadá, porque el gobierno de Biden también ha dicho que Estados Unidos exigirá a todos los conductores de camiones extranjeros que ingresen al país con certificados de vacunación.
Aunque más del 80% de los canadienses se encuentren vacunados, y los sectores antivacunas no sean más que un porcentaje muy pequeño, las protestas están siendo fogoneadas y capitalizadas por los dirigentes del Partido Conservador, opositor a Trudeau. Lo que más inquieta al gobierno, de todas maneras, son los aumentos en los precios de alimentos y de la gasolina. El país se encuentra extremadamente polarizado, y, a partir de la pandemia, atraviesa además una serie de problemas económicos. Especialmente una inflación que comienza a ser preocupante, en parte, consecuencia de la de los Estados Unidos, la peor de las últimas tres décadas. A esto, y a las consecuencias producidas por los bloqueos de los camioneros, se le agregan además los problemas en la cadena de suministros, que, debido a la pandemia y al mal tiempo, afectan el abastecimiento de productos básicos. La economía diaria canadiense depende en gran medida del traslado de alimentos y bienes que se consumen en los Estados Unidos.
El carisma, la juventud, y algunas de las políticas de Justin Trudeau lograron convertirlo en uno de los políticos con mejor imagen del planeta. Sin embargo, eso parece estar cambiando en su propio terruño desde ya algún tiempo. El desgaste lógico que todos los gobiernos sufrieron durante la pandemia a partir de 2020 debido a la impopularidad de las restricciones, sumado a la radicalización reciente de los grupos antivacunas y sus vínculos con los sectores tanto libertarios como ultraconservadores, están haciendo mella en la imagen del primer ministro. El fenómeno antivacunas es mundial y, a pesar de sus vínculos con movimientos antiglobalización o del llamado populismo de extrema derecha, opera de manera bastante similar en distintos países del globo. Canadá no es más que otro ejemplo. La respuesta de los gobiernos debe ser tan categórica como contundente para evitar que este tipo de ideas sigan proliferando. Poniendo así, en riesgo los grandes avances realizados por la ciencia en la lucha contra la pandemia, y, como consecuencia, la salud de todos los seres humanos.