En el marco de la campaña global “Julio sin plástico”, Argentina se enfrenta a una problemática urgente: solo el 6% de sus residuos urbanos se recicla, mientras que el 71% va a rellenos sanitarios y el 23% a basurales a cielo abierto.
A nivel global, el consumo de plástico sigue en aumento, con un promedio de 45 kilos por persona al año. La mayoría termina en vertederos o en el mar, donde afecta a cientos de especies. En los océanos se estima que hay 5,25 billones de piezas plásticas, generando impactos ecológicos y sanitarios.
«La acumulación de residuos en Córdoba, en pleno Julio sin Plástico, puede leerse como una señal de alarma, pero también como una oportunidad para repensar el vínculo que tenemos con lo que consumimos y descartamos«, señala Federico Gauna de EcoLink. «Separar residuos no solo es una acción ambiental: también es una forma de mirarnos y analizar cuánto de lo que tiramos podría haberse evitado».
En Argentina solo se recicla el 6% de los residuos, y se estima que cerca del 80% de lo que se entierra podría reciclarse o compostarse. Pero más allá del reciclaje, el primer paso es reducir: consumir mejor significa generar menos basura, menos transporte, menos enterramiento y menos gasto de recursos. Las alternativas existen —envases reutilizables, compostaje, consumo a granel—, pero para que dejen de ser la excepción necesitamos decisiones políticas claras y un cambio cultural urgente. Estas situaciones deben ser puntos de partida para construir una ciudad más circular y coherente.
Empresas como Unplastify, Xipa y Amiplast trabajan en alternativas circulares y modelos de ecodiseño, promoviendo la reutilización y el reciclaje. Danone Argentina, por ejemplo, reporta que el 95% de sus envases ya son reciclables o reutilizables, mientras que Amiplast transforma residuos plásticos en nueva materia prima, aunque hoy opera al 50% de su capacidad por baja demanda.
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Según especialistas, el problema no es el material en sí, sino el modelo de consumo. Producimos artículos de corta vida útil con un material que no desaparece. La clave, sostienen, es integrar políticas públicas, educación ciudadana, incentivos económicos y regulaciones claras.
¿Qué puede hacer la ciudadanía? Separar residuos, elegir productos reciclados o reutilizables, informarse sobre el sistema de gestión local y exigir políticas que impulsen la economía circular.