Ayer, a la vista de millones de argentinos que los siguieron por televisión, los dos candidatos a la presidencia de la Nación debatieron de cara al ballottage del próximo domingo 19 de noviembre. Sergio Massa y Javier Milei expusieron sus propuestas electorales, cara a cara.
Este fue el segundo debate entre dos candidatos a la presidencia. El anterior había sido en 2015, entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. En aquellas elecciones, el candidato opositor se impuso al oficialista. Cuatro años después, Macri perdió su reelección en primera vuelta.
Como siempre sucede, los partidarios de cada uno se autoproclaman “ganadores” del debate, resaltaron los aciertos de su candidato y, a la par, fustigaron los errores del adversario; así, las redes se plagaron y se plagarán durante toda la semana de posteos prefabricados.
Más allá de las decenas de encuestas que aparecen cada día en los medios de comunicación y en las redes sociales, junto con las consiguientes manipulaciones que hacen los militantes a ambos lados, lo cierto es los candidatos llegaron al debate empatados: 40% a 40%.
Gracias a la desaparición de Cristina Fernández, Sergio Massa, el ganador de la primera vuelta del 22 de octubre, llegó al debate con el piso del peronismo, incluyendo los que quieren votarlo y los que van a votarlo asustados por los desvaríos del candidato de La Libertad Avanza.
Gracias a la aparición de Mauricio Macri, Javier Milei, el candidato más votado en las Paso del 13 de agosto, llegó al debate con el piso del anti peronismo, incluyendo quienes quieren votarlo y los que van a votarlo embroncados ante la situación económica y social del país.
El 20% restante se debate entre tres opciones: 1) no votar; 2) votar en blanco o anular su voto; y 3) hacer una opción forzada al extremo entre la bronca y el susto. Seguramente, algunos vieron el debate y, quizás, decidieron su voto. El próximo presidente dependerá de ellos.
En rigor, Massa y Milei expresaron dos modelos de país que son antagónicos.
Ambos proponen un cambio, esa no es la diferencia.
Pero, para Massa el cambio significa construir consensos. Para Milei, por el contrario, el cambio implica exterminar a quienes piensan o sienten diferente.
Neomacrismo vs. post kirchnerismo
Más allá de sus propuestas electorales, de argumentaciones y críticas, de lo dicho y lo ocultado, el debate de anoche nos hizo a ver a un Milei representando un “neomacrismo” recargado, y a un Massa personalizando un post kirchnerismo descargado. Los dos polos de la Argentina que viene.
A pesar del esforzado cuidado en las formas, en el fondo Milei sigue siendo Milei, piensa lo que pensaba (aunque ya no grite lo que gritaba): Milei quiere privatizar todo, desde la educación y la salud al fútbol y a los clubes, eliminar la obra pública, el Banco Central y la moneda nacional.
El libertario intentó una trasmutación gestual y, así, trató de esconder su agresividad e intolerancia. En los modales, Macri quiso moderar a Milei. En los contenidos, Milei potenció a Macri y le regaló la posibilidad de hacer lo que éste no se animó (o no pudo) hacer en su fallida gestión.
Lo que decía Patricia Bullrich antes de quedar afuera del ballottage, anoche lo dijo Javier Milei. La pequeña gran diferencia es el apoyo explícito de Macri, “el padre de la criatura”, y las propuestas que intentó esconder bajo la alfombra.
Con la poca objetividad que nos puede quedar a esta altura del partido, Sergio Massa demostró ser mejor candidato que Javier Milei: por la consistencia técnica de sus propuestas, por su preparación intelectual y, sobre todo, por su estabilidad emocional.
El gran rival del Massa candidato es el Massa ministro. Muchos se preguntan ¿por qué no hace ahora lo que promete hacer después? ¿Por qué no lo hizo antes, durante su gestión al frente del ministerio de Economía durante más de un año? Responder esas preguntas será su gran desafío.
Es cierto: no es lo mismo ser ministro que ser presidente. El presidente decide en otros temas, como la seguridad y la política exterior. Pero también es cierto que Massa, en los hechos, ejerce hoy la presidencia, por el bochornoso ocultamiento de Alberto Fernández.
En la semana que resta, los indecisos que decidan votar afirmativamente, definirán si creen en un cambio consensuado o si apuestan por un cambio abrupto.
Algunos, inclusive, lo harán caminando hacia la escuela donde van a sufragar.