El 18 de setiembre, en esta columna, titulamos: “Massa, el otro fenómeno”. Ahí advertimos que, mientras muchos ensayaban explicaciones sobre el “fenómeno Milei”, había que poner el foco sobre otro fenómeno político: el de Sergio Tomás Massa, un candidato que, a pesar de ser el ministro de Economía, empezaba a sumar.
En las Paso del 13 de agosto, en Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich le ganó al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. A su vez, Massa le ganó a Juan Grabois en la interna de Unión por la Patria. Si bien la diferencia entre los tres espacios políticos fue pequeña, los resultados de las Paso instalaron una sensación política muy clara: Milei se encaminaba hacia la Presidencia de la Nación. Durante las semanas siguientes, el “antisistema” (auto percibido “libertario”) se paseó por los canales de televisión porteños en ese rol. Mientras tanto, en cumplimiento de un compromiso con el FMI, el ministro y candidato Massa devaluó la moneda en un 20% y, así, exacerbó el proceso inflacionario y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores formales y, mucho más, de los ingresos de los informales.
Con la economía del país a la deriva, la candidata de Juntos por el Cambio tenía todo a su favor para erigirse en la gran alternativa a Milei y su partido, La Libertad Avanza. La misión de Bullrich era doble: impedir que ganara en primera vuelta y, sobre esa base, disputarle un ballottage en noviembre.
Sin embargo, la ex ministra de seguridad de Mauricio Macri hizo todo mal: en lugar de enfrentar a Milei y sus propuestas disparatadas, dio rienda suelta a un discurso negativo y pasado de moda; su obsesión por “terminar con el kirchnerismo, de verdad y para siempre” le impidió ver que el adversario real era Milei. Eso le habilitó el camino al líder antisistema y, paradójicamente, a Sergio Massa. El ministro y candidato empezó a tomar decisiones tan irresponsables en lo fiscal como impactantes en lo político. Poco a poco fue quitándose el lastre del kirchnerismo y ganando la agenda de la campaña.
La primera explicación del resultado de ayer es la pésima campaña de Bullrich: no quiso sumar a Horacio Rodríguez Larreta y sólo lo hizo al final, como un manotazo de ahogada al ver que sus votos se iban con Massa. Y quiso prescindir de Macri, hasta que se dio cuenta que los macristas más duros se iban con Milei.
Córdoba y la obligación de optar
La Provincia de Córdoba fue la cuna del macrismo y, en general, de Cambiemos. En 2015 Macri fue presidente de la Nación gracias al abrumador apoyo del voto cordobés. Primero en la Paso de ese año y, luego, en el ballottage contra Daniel Scioli. También contó con ese apoyo en su frustrado intento de reelección en 2019. En 2021, el peronista Luis Juez y el radical Rodrigo de Loredo, después de una pelea interna desopilante que los asoció casi por descarte y de rebote, se consagraron como senador y diputado nacional, respectivamente, superando largamente el 50% de los votos. Todo parecía viento en popa.
Sin embargo, ayer, Juntos por el Cambio perdió su cuarta elección en menos de cuatro meses: Juez perdió la gobernación provincial, el 25 de junio; De Loredo perdió la intendencia capitalina, el 23 de julio; Bullrich y Rodríguez Larreta perdieron las Paso con Milei; y Juan Schiaretti, el 13 de agosto.
Finalmente, la fórmula encabezada por Bullrich, con el apoyo explícito del ex presidente Mauricio Macri, Rodríguez Larreta, Juez y De Loredo, quedó tercera, después de La Libertad Avanza y de Hacemos Unidos por Argentina. Pasó de ganar seis diputados nacionales (en 2021) a dos bancas. Tremendo.
Para Juan Schiaretti, el resultado de ayer es más que bueno, casi óptimo. No sólo retuvo el voto que había logrado en las primarias, lo cual ya era dificilísimo frente a la noción del “voto útil”, sino que lo duplicó y, lo más importante, renovó la banca que ponía en disputa y ganó dos más.
Milei y sus propuestas descabelladas de imposible implementación, como la dolarización o la clausura del Banco Central; sin apoyo político y una desafiante negación de derechos adquiridos, como el acceso a la educación o la salud pública, su llegada a la Casa Rosada sería una apuesta a la ingobernabilidad.
El voto de los cordobeses será fundamental para dirimir el ballottage del 19 de noviembre. La dirigencia del peronismo local no debería hacerse la distraída; tampoco la dirigencia del PRO o de la de UCR. No es tiempo de especulaciones cuando se cumplen 40 años de democracia sin interrupciones.